Recuerdos que quedan grabados en el corazón
"Tierra de sueños" ("In America", EE.UU.-Irlanda-Gran Bretaña/2003, color). Dirección: Jim Sheridan. Con Samantha Morton, Paddy Considine, Djimon Hounsou, Sarah Bolger, Emma Bolger. Guión: Jim Sheridan, Naomi Sheridan y Kirsten Sheridan. Fotografía: Declan Quinn. Música: Gavin Friday y Maurice Seezer. Edición: Naomi Geraghty. Presentada por Fox. Duración: 105 minutos. Apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: muy bueno
Cuando la familia irlandesa que acaba de ingresar en los Estados Unidos contempla por primera vez el imponente panorama de Manhattan, se oye en la banda sonora el clásico de Lovin´Spoonful "Do you believe in magic?" No es una elección fortuita. La mayor de las dos hijas del matrimonio, Christy -con cuya franca e inocente mirada de once años el film evoca las experiencias de los nuevos inmigrantes-, cree en los pequeños milagros: por lo menos en esos tres deseos que reserva para los casos extremos y que le serán concedidos desde el cielo por el hermano cuya ausencia todavía enturbia la modesta dicha familiar.
En la evocación infantil, los recuerdos de esos primeros tiempos son los que guarda la memoria del corazón y en ellos se mezclan el afecto y la fantasía: la realidad bien pudo ser sórdida o sombría, pero ahora esa tiniebla se ilumina con los coloridos tintes de la fábula. Lo que busca el recuerdo no es la reconstrucción de los hechos vividos tal como fueron sino la recreación de los sentimientos experimentados entonces, los que quedaron grabados en el corazón.
"Tierra de sueños" no es un film sobre la inmigración (no aspira al examen crítico o el cuadro generalizador), sino la pequeña crónica de una familia que llega a Nueva York convencida de que allí hallará una nueva vida, una vía hacia el progreso, un espacio en la escena para el padre actor, un lugar donde los hijos puedan construir su futuro y, quizá, una posibilidad de completar por fin el duelo por el hijo perdido.
Más que la fe en sus fuerzas, el coraje y la determinación, el mejor capital que traen los Sullivan es su estrecho vínculo afectivo. De él toman las fuerzas para librar sus pequeños combates contra la adversidad y para lograr sus pequeños triunfos. Nueva York no les ofrece sino un rincón ruinoso en un edificio donde conviven adictos, vagabundos, bohemios, travestis y borrachos: laboriosamente lo transforman en un hogar. No hay trabajo para Johnny en Broadway, pero Sarah se gana el centavo como camarera. Las condiciones tampoco son las mejores para las dos chicas -la observadora Christy, inseparable de su cámara de video; la pizpireta Ariel, encantadora en su fresco desparpajo-, pero saben habituarse a la escuela y al vecindario. Son ellas las que traban relación con Mateo, un gigante moreno de aspecto temible cuya puerta golpean una tarde de Halloween. También él aportará sus pinceladas de magia y pronto será otro más de una familia a la que todavía le quedan muchos obstáculos por superar.
Compromiso personal
En "Mi pie izquierdo" y "En el nombre del padre" ya había dado pruebas el irlandés Jim Sheridan de su admirable equilibrio para tratar con franqueza, sin golpes bajos ni apelaciones lacrimógenas, temas que suelen impulsar la compasión y la sensiblería. En "Tierra de sueños", el acierto es aún mayor, porque mayor es el compromiso personal: la historia que cuenta (y que escribió en colaboración con sus dos hijas) está inspirada en la suya propia. Y la película, dedicada a Frankie, el hermano que él perdió.
El film crece en la medida en que se lo percibe cargado de sinceridad y de honesto compromiso. Sheridan consigue estrechar tanto el lazo entre sus personajes y el espectador que se hace casi forzoso compartir sus emociones y participar de sus sentimientos, como si se tratara de gente próxima y querida.
No es sólo mérito del director, en quien deben reconocerse tanto la inteligente decisión de confiar la voz narrativa al personaje de la hija como su maestría para la elección y conducción de los actores: el aporte de los cinco principales es igualmente decisivo. Hay que tener la transparencia, la fibra dramática y el carisma de Paddy Considine para hacer que su Johnny no pierda peso frente a la formidable presencia de Samantha Morton, que aquí alterna ternura y tormento interior como Sarah y suma otra creación inolvidable a sus ya consagratorias de "Dulce y melancólico" y "Morvern Callar". Las hermanas Sarah y Emma Bolger, dos prodigios de naturalidad, se ganan de entrada el corazón de la platea. Y Djimon Hounsou demuestra que además de su imponencia física tiene una fina sensibilidad actoral.
La sugestiva selección musical y la ambientación son otros pilares de este film honesto y hondamente conmovedor.
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