Recomendado de cine: por qué volver a ver Esplendor en la hierba, el debut en el cine de Warren Beatty, quien cumple hoy 85 años
Inició su carrera junto a Natalie Wood y el romance en la pantalla siguió en la vida real. Robert Wagner, que estaba casado con la actriz, confesó en su autobiografía que pensó en matar a Beatty
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La primera escena de Esplendor en la hierba podría ser el retrato perfecto, completo y definitivo de la carrera de Warren Beatty. Luego de los títulos iniciales, lo vemos de espaldas, besando con pasión a Natalie Wood. Los dos están en el asiento delantero de un auto descapotable, estacionado en una zona de recreo. El ardor entre ambos crece en paralelo con la fuerza del agua que se escucha como sonido de fondo. La escena transcurre en el parque ubicado junto a unas cataratas.
Esplendor en la hierba (Splendor in the Grass) es el debut absoluto en el cine de Beatty, seis décadas atrás. La película se estrenó en 1961 y llegó a los cines de la Argentina hace algo más de 60 años, el 7 de marzo de 1962. Este miércoles 30 de marzo, Warren Beatty cumple 85 años y su extensa y multifacética carrera en la pantalla parece haber llegado a su fin, aunque nunca hizo hasta ahora algún tipo de anuncio público sobre un posible retiro.
En la escena inicial de Esplendor en la hierba todavía no sabemos nada sobre el personaje de Beatty, llamado Bud Stamper, pero estamos seguros de una sola cosa: está seduciendo a Dean Loomis (Wood). Sus fogosos avances solo se interrumpirán cuando ella le pide poner un freno. “No sigas, Bud, no debemos ir más lejos. Tengo miedo”, le dice. En el siguiente medio siglo Beatty se verá todo el tiempo frente a situaciones parecidas en el cine, pero muchísimo más en la vida real. Y en la inmensa mayoría de los casos saldrá de ellas sintiéndose ganador.
“La seducción era su mayor activo. Cada vez que se interesaba en una mujer, él nunca la dejaba ir. La envolvía con todos sus pensamientos. Quería el control total de ella: su cabello, su maquillaje, su trabajo. Se daba cuenta de todo”, escribe Peter Biskind en la biografía más completa que se hizo hasta ahora sobre Beatty. El título es una síntesis perfecta de su lugar en el mundo: Star (estrella).
En esa biografía no oficial pero nunca desmentida por su protagonista principal, Biskind recobra la afirmación de Beatty de que acredita un total de 12.775 conquistas sexuales, marca que incluye a un número de estrellas probablemente jamás igualada por otra figura de Hollywood. Esa lista incluye a Vivien Leigh, Joan Collins, Leslie Caron, Cher, Julie Christie, Diane Keaton, Brigitte Bardot, Goldie Hawn, Mary Tyler Moore, Carly Simon, Isabelle Adjani y hasta a Maria Callas y Jacqueline Bouvier, la viuda de John Fitzgerald Kennedy y Aristoteles Onassis. También, por supuesto, a Natalie Wood, con quien compartió a partir del rodaje de Esplendor en la hierba un romance que, como se verá más adelante, pudo costarle a Beatty muy caro.
En los títulos, Wood es la estrella absoluta. El nombre de Beatty aparece poco después acompañado allí de una leyenda (“and introducing...”) que se utiliza siempre para destacar un debut en el cine. Elia Kazan, productor y director de la película, lo eligió para el papel masculino más importante después de hacer algunos trabajos en el teatro y la TV. Cuando filmó Esplendor en la hierba tenía 24 años y Wood, 23. Iban a interpretar a dos adolescentes de escuela secundaria viviendo un fogoso romance en un pequeño pueblo de Kansas, un año antes del estallido de la Gran Depresión.
Era 1928 y faltaba todavía algún tiempo para que el colapso bursátil de Nueva York arruinara una infinidad de negocios y sus víctimas empezaran a arrojarse desde las ventanas, como cuenta el film. En palabras del crítico uruguayo Homero Alsina Thevenet, lo que cuenta Kazan en la película “es la historia de una represión sexual, que crece de ser una incomodidad a ser una tragedia”.
Bud y Deanie (así se la llama al personaje de Wood) se sienten tironeados todo el tiempo entre el deseo de consumar una relación que para ambos resulta irresistible y la necesidad de no contradecir del todo el mandato de sus respectivos padres, que tienen otros planes y otras miradas en relación con el futuro. De a poco, con la ayuda de escenas breves de altísima intensidad (casi siempre cerradas con fundidos en negro), expresivos primeros planos y una puesta en escena que se esfuerza por escapar de la impronta teatral originaria del relato, Kazan logra persuadirnos además de otra cosa, quizás la más importante. Lo único que en el fondo quiere la pareja protagónica es el reconocimiento de su propia identidad y el poder para elegir su propio destino.
Los retratos paternos, fundamentales en la historia, están marcados primero por el veloz enriquecimiento económico surgido del descubrimiento de pozos de petróleo en el suelo de Kansas (el padre de Bud es un poderoso inversor de esa explotación) y después por una caída igual de rápida provocada por el advenimiento de la llamada Gran Depresión. Del lado materno aparece el muestrario de una educación y un ejercicio de costumbres propio de una sociedad conservadora y puritana, típica del Medio Oeste estadounidense de ese tiempo.
Y en el medio, como para que Bud y Deanie agraven sus penurias contenidas a la fuerza, están los distintos retratos de la vida adolescente y juvenil, espejos incómodos en los que se mirarán todo el tiempo los perturbados protagonistas. Es un ejercicio interesante para el espectador actual la observación de estos tipos humanos, interpretados por actores que parecen mucho más maduros de lo que sus personajes les piden.
Exigido por la elección de dos protagonistas que ya habían pasado largamente los 20 años, Kazan se vio obligado a armar un elenco juvenil de edad parecida, aunque todos debían personificar a estudiantes secundarios a punto de graduarse. Hoy, en cambio, cualquier película o serie de estos tiempos con esa ambientación tendrá como protagonistas a figuras de aspecto, rostro y gestos mucho más juveniles. En 1961 Beatty y Wood empezaban sus rutilantes carreras y mostraban ya en pantalla el brillo que solo tienen las grandes estrellas de Hollywood, pero es imposible con los ojos de hoy no verlos en ese momento como adultos y no como adolescentes enamorados y apasionados.
Al describir los comportamientos juveniles, Kazan se asoma también a una realidad en la que no todos reprimen sus deseos y eligen vivir al margen de las normas. Hay un personaje decisivo: la joven y libertina hermana de Bud (la malograda actriz Barbara Loden, por entonces pareja de Kazan). Esa pintura de costumbres también alude a las constantes violaciones a la Ley Seca que regía por entonces en Estados Unidos.
Entre una cosa y otra, Bud y Deanie experimentarán serias alteraciones físicas y mentales por no poder escapar a los prejuicios y a las prohibiciones: colapsos nerviosos, desmayos, internaciones en centros de salud mental. “Si algo caracterizó a los Twenties norteamericanos fue justamente una rebelión contra los prejuicios sociales y las normas paternas: no solo se fabricaba alcohol clandestino, como muestra correctamente el film, sino que los conceptos de decoro sexual y castidad prematrimonial fueron tirados frecuentemente por la borda””, dice Alsina Thevenet.
En este contexto, Wood deslumbra con un personaje que mezcla en partes iguales la ternura, la ingenuidad, la obediencia, la rebelión juvenil y la sensualidad a flor de piel, mientras Beatty revela por primera vez algunos de los atributos que lo acompañarán en toda su carrera posterior. El sagaz crítico y ensayista británico David Thomson descubrió en ese debut las huellas de la fría inteligencia que utiliza para moverse. Y dice que a partir de esta película Beatty construirá una carrera relevante por dos razones: su olfato para las apuestas arriesgadas y su vocación por ejercer el máximo control en todos sus proyectos.
Como lo hacía con cada nueva conquista femenina, Beatty avanzaba en el mundo del cine dispuesto a que los demás cumplan todos sus deseos mientras iba ocupando cada vez más casilleros. De actor pasó a productor y luego a director, convirtiéndose en el artífice y el hombre orquesta de casi todos sus proyectos. Esa vocación por acaparar todas las responsabilidades y decisiones hizo que sus participaciones en el cine fueran mucho menos de las imaginadas (actuó en apenas 23 películas) y que protagonizara algunos de los fracasos más resonantes de las últimas décadas en Hollywood.
Dueño de una confianza en sí mismo que parecía infinita, similar a la arrogancia que siempre le cuestionaron sus enemigos, Beatty quedó muy lejos de poder cumplir el sueño de ser candidato a la presidencia de Estados Unidos. Su postura progresista quedó al menos plasmada en Bulworth, la sátira política que escribió, produjo, dirigió y protagonizó en 1998. Fue una de sus creaciones más incomprendidas, tanto como Rules Don’t Apply (2016), en la que interpreta al elusivo magnate Howard Hughes, otra personalidad obsesionada por el control absoluto de todos sus emprendimientos. No volvió a hacer una película desde allí.
Beatty se acostumbró desde el principio a correr riesgos, pero no imaginó el peligro al que se enfrentaría después de conocer a Natalie Wood. Mientras filmaban Esplendor en la hierba nació entre ambos un romance que se haría público poco después. En ese momento, Wood llevaba tres años y medio de casada con Robert Wagner y esa relación atravesaba una etapa bastante turbulenta.
En su apasionante autobiografía, Pieces of My Heart, Wagner cuenta que en ese momento estaba más celoso e inquieto que nunca. Entre otras cosas, porque Wood no paraba de crecer en su carrera (Esplendor en la hierba llegó inmediatamente después de Amor sin barreras) mientras la de Wagner pasaba de fracaso en fracaso. La pareja había anunciado que por un tiempo cada uno tomaría caminos separados para evaluar el futuro de la relación, pero el divorcio no estaba en los planes de ambos.
En ese momento, Beatty apareció en la vida de Wood. “Cuando leí lo que se decía sobre ellos como la joven pareja que andaba por ahí, lo único que quería era matar a ese hijo de p… -cuenta Wagner en su libro-. La única cosa que no quería que pasara era que él entrara a mi vida y rompiera mi matrimonio. En ese momento toqué fondo. Sentí que la tierra me tragaba y estaba completamente humillado de una manera que nunca había sentido y felizmente nunca volví a sentir desde allí. La revista Life hablaba de Beatty como el hombre más fascinante del cine estadounidense y mis cuatro últimas películas habían sido desastrosas. ¿Cómo podía sentirme?”
El rencor de Wagner hacia Beatty era imposible de contener. “Anduve merodeando alrededor de su casa con un revólver esperando el momento en que saliera a caminar. No solo quería matarlo. Estaba preparado para matarlo”, escribe en su autobiografía. “Pensé en ese momento que todo se acercaba a su fin: mi matrimonio, mi carrera, la vida que había construido cuidadosamente en los últimos doce años. Recuerdo haber pensado que si no lograba matar a Beatty quizás debía pegarme un tiro”. Finalmente, con la ayuda de algunos amigos (el actor Cary Grant, el productor John Foreman) Wagner salió de esa encrucijada.
Ajeno a toda esa situación, Beatty vivió su momento idílico junto a Wood y después pasó de romance en romance hasta que, con 54 años cumplidos, Annette Bening llegó a su vida y puso fin a esa seguidilla interminable de conquistas que tuvo su punto más bajo durante su romance con Madonna. La vida de Natalie Wood, como sabemos, se apagó muy temprano y de manera trágica, cuando tenía apenas 43 años.
Es imposible dejar de pensar en aquella primera aparición de Beatty en el cine y la confirmación del talento juvenil de Wood, seis décadas atrás, sin volver a las clásicas palabras de William Wordsworth pronunciadas en la última escena de la película: “Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello que los deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria de las flores, no hay que afligirse. Busquemos mejor la fuerza en lo que dejamos atrás”.
Esplendor en la hierba está disponible en Qubit TV
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