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A los 64 años, la intérprete -hija de dos leyendas de Hollywood, Tony Curtis y Janet Leigh- consiguió su primera nominación al Oscar por su labor en Todo en todas partes al mismo tiempo
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“Me sorprendió la nominación al Oscar, pese a que el rumor circulaba desde hacía días. Pero llevo 24 años sobria así que vivo firme en la realidad y no en un mundo de fantasía en el que todo puede pasar. Así que cuando me nombraron primero entré en shock, y luego me emocioné. Porque tengo 64 años y soy actriz desde que tenía 19, actué en películas de terror, hice publicidades de yogur para ir al baño, y nunca pensé que iba a escuchar mi nombre entre los nominados a un Oscar”. La brutal sinceridad de Jamie Lee Curtis en una reciente entrevista con Associated Press revela su humor y su honestidad ante la nominación como mejor actriz secundaria por Todo en todas partes al mismo tiempo, la película de Dan Kwan y Daniel Scheinert que este año resulta la gran sorpresa de las elegidas por la Academia.
Convertida en un éxito progresivo desde su estreno, esa rocambolesca aventura heredera del furor por el cine coreano y el gusto adquirido por los multiversos catapultó a todos sus integrantes a un repentino estrellato: Michelle Yeoh compite seriamente en la carrera como mejor actriz, los Daniels se convirtieron en cotizados directores de la noche a la mañana, y Jamie Lee Curtis consiguió en su madurez un premio a la persistente vocación de reinventarse que definió a su trayectoria.
Todo parecía fácil al comienzo. Unos padres célebres como Tony Curtis y Janet Leigh, la crianza en Hollywood, las puertas abiertas a la industria. Pero Jamie Lee Curtis debió sortear diversos recovecos en su camino, una belleza atípica para el negocio, la condición de scream queen que la encasilló tras el éxito de Halloween (1978), las presiones por el rendimiento que la llevaron a las adicciones y al intento de probar nuevos caminos sin perderse. Sin embrago, el éxito parece acompañarla desde hace un tiempo: primero el regreso de Laurie Strode en la nueva trilogía Halloween que gestó David Gordon Green –que le permitió convertir a Halloween (2018) en la película más taquillera de la historia con una protagonista femenina de más de 55 años-; luego el hit de Rian Johnson Entre secretos y navajas (2019), que tiñó de una renovada pátina de prestigio al viejo whodunit; y por último el suceso de Todo en todas partes al mismo tiempo, gran triunfo de un cine de aventuras por fuera del universo consagrado de los superhéroes y las franquicias ya desgastadas. Jamie Lee Curtis estaba lista para celebrar.
En una reciente entrevista con Los Angeles Times, en el marco de la campaña de promoción de la película que la tiene como candidata al Oscar, la actriz reflexionaba sobre aquello que le interesó de Deirdre Beaubeirdre, la intransigente agente impositiva que enfrenta una y otra vez a Michelle Yeoh en los infinitos multiversos en los que la persigue. “Conozco personas como Deirdre Beaubeirdre. Ejercen el poder para ocultar su soledad. Sus vidas son un caos, porque están solas y usan sus trabajos como una forma de tener poder en el mundo. No tenía que saber demasiado de ese universo. No tenía que entenderlo. Para mí las claves fueron: Michelle Yeoh, filmar en Los Ángeles, y ese conocimiento intuitivo de Deirdre”. Esa conexión emocional con sus personajes la definió de entrada en la interpretación, cuando tras un año en la Universidad del Pacífico (en Stockton, California) –donde ingresó porque su madre había sido la graduada más famosa- la impulsó a presentarse a un casting para interpretar a Nancy Drew en la Universal. No fue elegida pero ese arrojo le marcó el camino hacia el corazón de Hollywood.
“No era linda, tenía los dientes grises porque mi madre consumió tetraciclina durante el embarazo, y tampoco tenía grandes habilidades escolares. Era porrista, era divertida, y eso me hacía popular”, confesaba hace algunos años en una extensa entrevista con The New Yorker. Su vida juvenil había tenido todos los condimentos de su condición de “nepo baby”, hija de famosos, término que hoy ha puesto en el ojo de la crítica a todos aquellos que han llegado a la fama en una ruta pavimentada de privilegios. Pero Curtis siempre ha dejado en claro que el origen humilde sus padres, el de Tony Curtis en un barrio judío de Nueva York, y el de Janet Leigh en el pueblo californiano Merced, eran antecedentes importantes en esa memoria heredada para mantener los pies en la tierra. Así que su salto a la actuación no estuvo guiado por grandes oportunidades sino por pequeños papeles en series mediocres –como Operation Petticoat, inspirada en una película protagonizada por su padre y Cary Grant que fue cancelada con apenas dos temporadas- hasta el inesperado éxito de Halloween en 1978.
“Hice muchas, muchas audiciones hasta que me dieron el papel. Y sí, supongo que ser la hija de la estrella de Psicosis habrá ejercido cierta influencia pero nadie podía saber cómo iba a resultar”, recordaba sobre ese primer e inesperado salto a la fama. Halloween la consolidó como una de las estrellas prometedoras del cine de terror, con una secuela en 1981 y películas hermanas como La niebla (1980), del mismo Carpenter, y Terror en la noche de graduación (1980), que recogía la estela del incipiente slasher que definiría a los 80. Fueron tiempos en los que el modelo de mujer que encarnaba Curtis se afirmaba en su inteligencia y destreza para escapar de asesinos seriales pero también en su cuerpo atlético, un modelo de belleza aeróbica que consagraría en una película como Perfección (1985), junto a John Travolta. “Recuerdo una escena en la que Gordon Willis, el director de fotografía -célebre por su trabajo en los 70 en películas como El padrino o Annie Hall- me dijo que tenía los ojos hinchados y no me iba a filmar ese día. Al final me operé con solo 35 años, presa de esa mortificación”.
En la bisagra entre los 80 y 90 su carrera se diversificó en varios géneros: la comedia con Los enredos de Wanda (1988), heredera del espíritu irreverente de los Monty Python y que dio lugar a una secuela en los 90; el policial con Testigo fatal (1990), una de las primeras películas de Kathryn Bigelow; el drama romántico con Eternamente joven (1992), con Mel Gibson y un guion de J. J. Abrams; y la acción y el espionaje en Mentiras verdaderas (1994), con Arnold Schwarzenegger y la dirección de James Cameron. Sin embargo los éxitos en la pantalla se combinaban con su creciente adicción a los calmantes y el alcohol y sus intentos de encontrar una forma de salida. “Estaba aterrorizada cuando llegué a la sobriedad después de una carrera de diez años con Vicodin y alcohol. Estaba aterrorizada de verme expuesta en los medios, me sentía frágil y avergonzada. Pero en una entrevista para promocionar uno de los libros infantiles que había escrito conté a la periodista de Redbook que la felicidad en mi vida se debía a que estaba sobria desde hacía dos años. En ese momento sentí que era importante decirlo, era importante para mí y también para concientizar sobre los opiáceos”.
La sobriedad de Curtis, cuya fecha de inicio la actriz la sitúa en febrero de 1999, marcó también una nueva mirada sobre su profesión. Por entonces conjugaba la actuación con una carrera exitosa como autora de libros infantiles junto a la ilustradora Laura Cornell, con títulos como Cuando yo era pequeña: Memoria de una niña de cuatro años (1993). En 1998 había regresado a la saga Halloween con Halloween H20: 20 años después, y luego conseguiría uno de sus grandes éxitos de los 2000 de la mano de la ascendente Lindsay Lohan en Viernes de locos (2003). Lohan ofrecía un espejo de sus propios inicios, el vértigo de la fama, las presiones de la industria. Aquel tiempo sin embargo la encontraba con otra fortaleza, otra sabiduría.
En la extensa entrevista de The New Yorker de 2019 contaba una anécdota de su juventud, cuando compartía edificio con Bette Davis en West Hollywood. La estrella reclamaba a menudo la calefacción en pleno verano mientras se paseaba por la pileta del condominio con su bata negra y sus anteojos de sol como una verdadera diva. Luego Curtis hizo un pequeño papel en una película para TV en la que Davis interpretaba a una matriarca en silla de ruedas y fue testigo de cuando la estrella suspendió el rodaje porque una de las actrices del reparto llevaba un sombrero rojo que podía robarle la atención de los espectadores. “Ese mundo de Hollywood me había fascinado desde siempre, en el rodaje de Entre navajas y secretos le regalé a Rian Johnson un libro que suelo comprar a menudo para regalar: People Will Talk, de John Kobal, con entrevistas jugosas sobre las grandes divas del cine como Gloria Swanson o Mae West relatan las aventuras más increíbles”, señalaba.
Pero ese pasado glamoroso que rodeó a la generación de sus padres se fue desacralizando con la llegada de su madurez. Casada desde hace más de 30 años con Christopher Guest, director y comediante de This is Spinal Tap, Saturday Night Live y películas como Un poderoso viento (2003), es madre de dos hijas, una de ella trans, con lo cual ha sido una activa defensora de los derechos de la comunidad LGTBQ; además, es fotógrafa amateur y columnista ocasional del diario The Huffington Post, ha lanzado dos podcast durante la pandemia y logró consolidar prestigio como autora de literatura infantil, oficio que descubrió por casualidad como forma de canalizar interrogantes que le trajo la maternidad.
Hoy su carrera ha resurgido desde la nueva saga de Halloween y ahora se corona con la nominación al Oscar. Pero en su pasado conviven los comerciales de yogur, su popularidad como reina del terror, los recuerdos de su crianza en Hollywood, su honestidad sin concesiones. Recorrer los hitos de su trayectoria es también subirse a ese viaje inesperado, en todo tiempo, en todo lugar.
Halloween (1978)
La madre de todas las Halloween, de aquellas secuelas que poblaron la década de los 80 y consagraron el apogeo del slasher como subgénero del terror, y de los actuales reboots, que consolidaron una nueva vida para aquel clásico de John Carpenter. En 1978 el terror oscilaba entre el auge del satanismo y las posesiones con El exorcista, La profecía y las que siguieron, y el universo de los zombis de George Romero, representantes visibles de aquellos indeseables a los que el género les daba voz en un ominoso regreso a la vida.
El universo creado por Carpenter y Debra Hill recogía el trauma a la infancia, consolidaba la monstruosidad de Michael Myers en una pérdida irreparable y el crimen como forma de venganza y supervivencia. Con él nacía el imponente villano tras la máscara que luego recrearían tantas sagas, desde Martes 13 (1980) hasta Pesadilla en la calle Elm (1984), y también asomaba la heroína, víctima y última victimaria que sobrevivía al castigo y a la furia represora del villano para reinar en el mundo del grito. La música, los inolvidables créditos, el plano secuencia del inicio son algunos de los mejores souvenirs de aquel clásico, que todavía hoy sigue vivo.
Halloween, de John Carpenter, se encuentra disponible en Paramount+ y Lionsgate+.
Los enredos de Wanda (1988)
Los enredos de Wanda condujo a Jamie Lee Curtis a un nuevo género y a una nueva región, al otro lado del Atlántico. Una parodia del cine de robos gestado por el mismo equipo que había consagrado a los Monty Python como los reyes del humor inglés de los 70. Atrás habían quedado los tiempos de los Estudios Ealing, donde Chales Chricton había brillado al dirigir a Alec Guiness en The Lavender Hill Mob (1951), y ahora coqueteaba con el humor absurdo de John Cleese y Michael Palin, en una historia que recordaba esos inicios con un poco más de ironía y picaresca.
La Wanda del título no es otra que Jamie Lee Curtis, una estadounidense probando suerte en Londres como novia de un ladrón de joyas al que estafa con su amante, el falso italiano que interpreta Kevin Kline. “Otto, Otto”, recita una y otra vez como mantra de ecos sexuales al mismo tiempo que seduce a todos a su paso para descubrir el paradero del botín. Ese juego del gato y el ratón impulsó el ingenio de esa comedia modesta de la factoría británica, y devolvió a Curtis una veta inexplorada para su oficio.
Los enredos de Wanda, de Charles Crichton, está disponible en Apple TV+ y Google Play.
Testigo fatal (1990)
Película pensada como extraño correlato del personaje que Jamie Lee Curtis había forjado en Halloween: una mujer joven que debe defenderse de un psicópata porque nadie está dispuesto a hacerlo. Testigo fatal comienza con Megan Turner recién egresada de la academia de policía, lugar incómodo para su familia, y también para los hombres con los que intenta relacionarse. Habitar en ese universo de uniformes y testosterona convierte a Megan en una paria, hasta que un encuentro fortuito en un asalto y la extraña relación con un testigo abre las puertas a una obsesión.
Bigelow intenta cristalizar el punto de vista femenino esquivando los arquetipos frecuentes, zanjando su apropiación del policial en una mirada intensa y nada habitual. Por ello la sexualización habitual del cuerpo femenino aquí se invierte y es Curtis la que se siente atraída por quien incluso podría ser su perdición, una especie de femme fatale en versión masculina. La tentación de la violencia y la conexión inevitable con el erotismo son tópicos que Bigelow exploraría luego bajo el velo de otros géneros como el bélico o el thriller de espías pero aquí su iniciativa se encuentra con fuerza germinal en una de sus primeras películas.
Testigo fatal, de Kathryn Bigelow, se encuentra disponible en Apple TV+.
Un viernes de locos (2003)
Esta remake de la película de 1976 protagonizada por Barbara Harris y Jodie Foster funciona como un juego de intercambios y una excusa perfecta para vivir como adulto desde la perspectiva de un adolescente y padecer el apremio de la responsabilidad en un cuerpo juvenil. Pero el punto de partida aquí es un matrimonio, el de la psiquiatra viuda que interpreta Jamie Lee Curtis, resistido por su hija Anna, en la piel de una pecosa Lindsay Lohan. Celebrado el anuncio marital en un restaurant y desplegada la consiguiente pelea, el maleficio se lanza con una galleta de la fortuna y se cumple al despertar del otro día. Como siempre, lo primero es la confusión y el intento de revertirlo, luego el divertido goce de vivir en el cuerpo del otro con la impunidad que supone haberse liberado del propio.
Para Curtis es un despliegue maravilloso de su energía, un ejercicio perfecto de sus dotes de comedia y su sentido del ridículo, y la película de Waters persiste como una fórmula efectiva antes que innovadora, un testimonio del amor por la comedia y las risas.
Un viernes de locos, de Mark Waters, se encuentra disponible en Disney+ y Google Play.
Entre navajas y secretos (2019)
Rian Johnson recoge todos los trazos posibles del policial de enigma para actualizarlos en la historia de Harlan Thrombey (Christopher Plummer) , un escritor de novelas de misterio que aparece muerto en su gótica mansión de Massachusetts en el mismo día de su cumpleaños número 85. ¿Es un suicidio o un asesinato? Develar el misterio será tarea para el detective Benoit Blanc (Daniel Craig), un émulo del Hércules Poirot sumergido en los intrincados giros literarios dignos de Agatha Christie.
Curtis interpreta a la excéntrica hija del escritor, tan sospechosa como todos los familiares a la pesca de la herencia y de saldar cuentas con el difunto. La enfermera de Harlan, Marta Cabrera (Ana de Armas), de origen latino y condición humilde, se convierte en una pieza clave de la investigación y un recurso vital para la subversión del género. Cada uno de los sospechosos permite desplegar el ritmo del misterio al mismo tiempo que la sutil parodia que Johnson entreteje para observar su creación y divertirse con ella.
Entre navajas y secretos, de Rian Johnson. Disponible en Netflix, Claro TV, Apple TV+ y Google Play.
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