Rebeldes y confundidos: hormonas descontroladas, un casamiento prohibido, el “no” de Led Zeppelin y la frustración de Ben Affleck
El último día de clase y la obligatoria fiesta de fin de año es el marco de esta carta de amor que el director Richard Linklater le dedicó a su propia juventud, ambientada en los años setenta
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Slacker supuso un pequeño terremoto. La ópera prima de un joven Richard Linklater no solo fue clave en la consolidación del mumblecore (un movimiento de cineastas independientes que lograron hacerse de un lugar en festivales y circuitos alternativos), sino que también reveló a ese realizador como uno de los nombres más prometedores del cine indie de comienzos de los noventa. Durante su estreno en el festival de Sundance, un productor de Universal llamado Jim Sacks, quedó impresionado por Slacker y le propuso al director financiar su segundo largometraje. De ese modo, Linklater puso en marcha uno de sus proyectos más personales.
“Tenía ganas de mostrar a varios adolescentes a puro rock and roll. Sabía que quería que la historia transcurriera durante un día de primavera de 1976, pero todo debía ser experimental, y el film iba a transcurrir arriba de un auto, con los personajes manejando al ritmo de ZZ Top”, explicó el realizador. Esa idea no tardó en mutar (desde Universal temblaban ante el concepto de “experimental”), y de esa manera la propuesta tomó como eje el último día de clases de un grupo de estudiantes, y la fiesta nocturna en la que todos celebraban ese fin de ciclo.
A mediados de los años setenta, Linklater era un adolescente, y su vida giraba alrededor de amigos y discos de rock. Esa era la energía que él quería inyectarle a su proyecto, a través de una trama que, aunque parecía frívola en su cáscara, en su núcleo escondía el instante en el que un personaje definía la importancia de ser fiel a sus principios.
Linklater pensó su film como el reflejo opuesto al cine de John Hughes, responsable de El club de los cinco, y un autor clave en el modo de representar las adolescencias en la pantalla grande. Lejos de esas juventudes algo idealizadas, el director quería mostrar adolescentes enmarcados en el rock, la marihuana y los rituales salvajes al ritmo de Alice Cooper. No había nostalgia por la edad, sino más bien por una época de excesos y diversión absoluta. “Yo no quería que la gente viera esto y pensara ‘oh, qué buena época’, porque la verdad es que era un momento horrible”, reconoció en una nota Linklater, y agregó: “La verdad es que resulta duro ser adolescente, no importa dónde o cuándo vivas, porque siempre será un momento difícil”. Y con esa perspectiva desangelada, el realizador puso en marcha un proyecto que, como ningún otro, retrató la agridulce energía de esa edad.
Un casting multitudinario
La historia giraba alrededor de una veintena de jóvenes, y debido a eso es que muchas estrellas que buscaban un lugar en Hollywood, se presentaron al casting del proyecto. En el largometraje intentaron trabajar futuras figuras como Mark Ruffalo, Jared Leto, Denise Richards, Mira Sorvino, Jennifer Love Hewitt, Kirsten Dunst, Vince Vaughn y Alicia Silverstone, pero ninguno de ellos quedó elegido. Renée Zellweger tampoco impresionó en su entrevista, y quedó relegada a un rol de extra. Para componer a Floyd, fue convocado un desconocido llamado Brendan Fraser, que decidió rechazar el papel, para dejarlo en manos de Jeremy London. Otro rol muy importante era el de Wooderson, que lo interpretó Matthew McConaughey en su primer protagónico para la pantalla grande (y que según confesó, se basó en su hermano mayor para darle esa energía chill a su personaje).
Shawn Andrews, Ben Affleck, Adam Goldberg, Joey Lauren Adams, Milla Jovovich, Anthony Rapp, Rory Cochrane, Marissa Ribisi y Parker Posey completaban el elenco central, y aunque eran muy poco conocidos en ese momento, muchos de ellos pronto se confirmarían como figuras prominentes del cine indie de ese período.
Como era de esperar, la presencia de tantos adolescentes fue un verdadero dolor de cabeza para la producción. Para bien o para mal, las emociones estaban a flor de piel, y amores y odios se desataban en los días de rodaje. Shawn Andrews y Jason London, dos de los protagonistas, se llevaban muy mal y, en una oportunidad, Linklater debió separarlos cuando comenzaron una pelea a puño limpio. La tensión era tan notable, que el director debió quitar muchos diálogos entre ellos.
Por otra parte, los cruces amorosos eran interminables, Anthony Rapp estaba en pareja con Parker Posey, Jason London con Chrisse Harnos, y Joey Lauren Adams frecuentaba a Rory Cochrane. La actriz Marisa Ribisi, que en ese momento era menor de edad, iba acompañado de su tutor legal, su novio Jason Lee, quien terminaba más interesado en salir a tomar con las estrellas de la película, que en prestarle atención a su pareja. Pero todos esos noviazgos resultaron menores, frente al intenso romance entre Milla Jovovich y Shawn Andrews. En un arrebato que le significó un dolor de cabeza a la producción, ambos se fugaron del rodaje en dirección a Las Vegas, para casarse en una boda exprés. Sin embargo, debido a que Jovovich tenía 16 años y era menor de edad, el vínculo fue anulado por su madre, poco tiempo después.
Era indudable, los actores y actrices brindaban esa efervescencia que tanto buscaba Linklater y que a fin de cuentas le significó a la pieza una espontaneidad única. Y mientras los inversionistas miraban con creciente desconfianza el caos que parecía ese rodaje, el realizador alentaba a sus actores a improvisar los diálogos, dejándolos llevar por ese rabioso espíritu adolescente. En una entrevista, Linklater confesó: “Yo sabía que desde el estudio no querían algo de pretensiones artísticas, y yo les decía que este no era el caso. Mi film trataba sobre un grupo de chicos yendo de fiesta, y había muchas películas en ese estilo que habían generado dinero”. Sin embargo, ese no fue el caso de Rebeldes y confundidos.
El triunfo del fracaso
Rebeldes y confundidos fue una experiencia mixta para muchos de sus involucrados. De los casi siete millones que costó su realización, Linklater invirtió casi un millón en la compra de los derechos de las canciones que quería utilizar (con bandas que iban de Kiss a Lynyrd Skynyrd, pasando por Depp Purple y Black Sabbath entre otras). El uso de la música adecuada, era el ADN de esos setenta que Linklater quería imprimirle a su historia, pero para su pesar, la canción “Rock and Roll” de Led Zeppelin le fue imposible de usar. Teniendo en cuenta que el nombre del film está tomado de una pieza de ese grupo, la importancia de esa banda está implícita, y si bien Linklater consiguió la aprobación de Jimmy Page para usar esa canción, Robert Plant se negó, y el realizador no pudo utilizarla para el cierre del largometraje.
Con el film en los cines, el elenco se mostró muy conforme, y muchos de ellos comenzaron a recibir nuevas propuestas de trabajo, aunque hubo dos intérpretes que vivieron ese proyecto como un trago amargo. Ben Affleck fue uno de ellos. “La película no me ayudó en nada. Yo era el único personaje desagradable en una historia llena de protagonistas carismáticos. Todo el mundo se olvidó por completo de mí”, aseguró el actor. Por otra parte, la gran mayoría de escenas actuadas por Milla Jovovich quedaron afuera del montaje final, y eso la llevó no querer volver a pisar un set de rodaje hasta casi seis años después, cuando volvió a actuar en El quinto elemento.
Estrenada en septiembre de 1993, Rebeldes y confundidos fue un fracaso de taquilla y, si bien no llegó a cubrir la inversión, la crítica la recibió con entusiasmo. Había algo innegablemente atractivo en ese desparpajo adolescente, y en la ética personal de Floyd, ese protagonista que se rebelaba ante los mandatos impuestos, en un contexto en el que los Estados Unidos se despedía de la presidencia de George Bush padre.
Con el paso del tiempo, Rebeldes y confundidos ganó un peso determinante, y hoy es considerada una pieza emblemática del cine de ese período. Linklater logró el difícil objetivo de retratar genuinamente a un grupo de adolescentes, sumergidos todos en una presunta despreocupación que enmascara la tragedia de la adultez próxima y las exigencias de una madurez que, felizmente, estos protagonistas se niegan a recibir con los brazos abiertos. Y esa frescura hace de esta película una pieza inoxidable.
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