Raúl Alfonsín, protagonista de un nuevo documental con momentos reveladores
A 36 años del regreso del estado de derecho a la Argentina y la asunción como presidente de Raúl Alfonsín, el 10 de diciembre de 1983, llega a los cines uno de los más interesantes largometrajes documentales de temática política realizados en la Argentina en los últimos tiempos: Raúl, la democracia desde adentro.
En verdad, la versión de 152 minutos que se verá en pantalla grande es una suerte de resumen compacto de una serie de cuatro horas, dividida en otros tantos episodios, que podrá verse por Canal 9 en marzo próximo. Pero este montaje, por lo que anticipó su máximo responsable, Christian Rémoli, incluye lo sustancial. Lo que la versión completa dejará a la vista es una enunciación ampliada de los mismos ejes temáticos: la figura de Alfonsín, el contexto en el que asume y desarrolla su gobierno, la construcción de la identidad política del primer presidente de la era democrática argentina que sucedió al período marcado por los golpes militares, los complicadísimos problemas que debe enfrentar a lo largo de su administración, el legado de esa gestión tras el abrupto final y la salida anticipada, en 1989.
No hay una línea argumental que siga la estricta secuencia cronológica de los hechos. Rémoli y su principal colaborador en la dirección y producción ejecutiva del documental, Juan Baldana, parten del pensamiento de Alfonsín y de algunas de sus conductas más recurrentes (reflejadas en discursos y valiosos testimonios periodísticos poco o directamente no vistos) para tratar de entender el rumbo de su gobierno y el tipo de respuestas que adoptó frente a las complicadas circunstancias de su gestión presidencial.
Así, vemos a Alfonsín retratado al comienzo como un hombre que no vacila en responderle en la cara a algunas figuras y corporaciones que no suelen esperar esa clase de réplicas, desde el entonces presidente estadounidense Ronald Reagan hasta los representantes de la Iglesia Católica y de la Sociedad Rural en recordadas intervenciones. Tal vez el interés puesto en ese rasgo de Alfonsín y en algunos testimonios que lo avalan desde una conducta calificada como combativa y progresista conduzcan a la equívoca construcción de un retrato alfonsinista en esa única dirección. Así lo sugieren algunos de los testimonios aportados al documental como el de Ricardo Alfonsín y el del exdiputado radical Leopoldo Moreau, hoy convertido en fervoroso simpatizante del kirchnerismo.
En verdad, por encima de cualquier adjetivación, el documental deja a la vista que Alfonsín tenía propósitos que iban mucho más allá del levantamiento de determinadas consignas. A diferencia de otros hombres de su tiempo que todavía tenían dudas respecto de la necesidad de la recuperación plena de la democracia formal en la Argentina después de un período oscuro marcado, entre otras cosas, por la resolución armada de los conflictos, Alfonsín parece haber privilegiado siempre la necesidad de mantener la institucionalidad y asumir muchas veces los costos de algún retroceso con tal de sostenerla.
Tal vez esta conducta explique la decisión de Alfonsín de no aceptar la propuesta de sumarse al armado de "frentes populares" con figuras de la izquierda combativa como Agustín Tosco, tema no revelado hasta ahora y que aparece como uno de los grandes hallazgos de este documental. Queda a la vista el esfuerzo y la voluntad del expresidente de no quedar involucrado en alguna aventura política ligada a figuras que podía estimar en términos personales, pero carecían de las credenciales democráticas que él mismo reclamaba de sus pares.
Desde esta perspectiva también podría mirarse el perfil que en el documental muestra Alfonsín cuando se ve obligado a resolver situaciones límite como la rebelión carapintada de 1987 y el cruento copamiento del cuartel de La Tablada dos años después. Esos dos episodios, narrados en este documental con profusión de detalles y algunos testimonios extraordinariamente reveladores (y en más de un caso desconocidos hasta ahora) muestran a un Alfonsín urgido por lo que desde los tiempos de Maquiavelo se conoce como razón de Estado para tomar decisiones incómodas y hasta ingratas, pero desde su visión necesarias para evitar males mayores.
No es casual que la primera consigna fuerte expresada por Alfonsín en este trabajo haya sido aquélla de la "economía de guerra" anunciada desde el balcón de la Casa Rosada en un recordado discurso. Ese y otros testimonios del expresidente aparecen elaborados artísticamente en el documental casi como separadores, a través de un atípico recurso visual: son montados sobre paredes y muros con la técnica actual del "mapeo", alternados con pintadas y frases en esos mismos muros que sirven de apoyo a los temas tratados. El recurso es atractivo, pero no siempre funciona con eficacia.
El documental también subraya la condición de Alfonsín como el último gran orador político de la historia argentina. Su extraordinaria capacidad para expresarse e improvisar desde una tribuna o un acto es portentosa, y vista en perspectiva empequeñece cualquier intento de las mismas características expresado por hombres o mujeres de la política argentina actual.
En definitiva, el documental propone un espacio muy atractivo para el debate histórico sobre las conductas políticas de los hechos claves del período 1983-89 y los testimonios conseguidos por testigos de la época, protagonistas y observadores tienen un rango ideológico y valorativo amplísimo, que ayuda al espectador a sacar mejores conclusiones.
Habrá que esperar a la versión televisiva definitiva para tener una visión completa de este trabajo. Pero lo visto hasta ahora es lo suficientemente atractivo como para sumarse a la mejor tradición reciente del documental político realizado en nuestro país.
Raúl, la democracia desde adentro se programó originalmente en una sola función para este lunes que pasó, pero se agregaron funciones para hoy: se podrá ver a las 20 y a las 23, en Cinemark Palermo. También se proyectará todos los miércoles de este mes en el complejo Artemultiplex de Belgrano.
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