Rápido y furioso: las claves de una tímida apuesta que se convirtió en una verdadera mina de oro
A veinte años del film que inició la saga “fierrera”, la única no basada en un libro o en un cómic, llegó a los cines la novena entrega de las aventuras protagonizadas por Vin Diesel como Dominic Toretto
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El estreno de Rápidos y furiosos 9 (y la noticia de al menos dos películas más en camino), confirma una vez más la solidez de esta saga cinematográfica. Por ese motivo, repasamos los motivos por los que el público parece siempre dispuesto a una aventura más junto al incombustible Dominic Toretto (Vin Diesel).
Un éxito inesperado
En 1998, Rob Cohen leyó un artículo titulado “Racer X”, que desnudaba el mundo de las picadas callejeras en Nueva York, un negocio que movía millones, que tenía sus propias reglas y hasta sus conductores estrella. Al director lo tentó la posibilidad de plasmar esa subcultura en la pantalla grande, y para eso llamó al guionista Neal H. Moritz. Cohen tenía en mente un film licuadora en el que se combinaran propuestas muy disímiles, como los films Rebelde sin causa, y Mad Max, junto a videojuegos como The Need for Speed y Grand Theft Auto. En su visión, los autos eran el marco de un relato de amistad entre dos hombres que compartían un mismo código moral, pero que se encontraban en veredas opuestas de la ley.
El primer nombre confirmado para el proyecto fue el de Paul Walker, un joven actor fanático de Donnie Brasco, al que entusiasmaba mucho la posibilidad de interpretar a un agente de policía encubierto. Para el personaje de Toretto, Cohen quería a Timothy Olyphant, pero él se negó debido a que había trabajado en 60 segundos, otra película de autos estrenada poco tiempo antes. Luego de buscar alternativas, el director convocó a Vin Diesel, un intérprete muy poco conocido, que antes de confirmar su participación, solicitó algunas modificaciones en el guion para darle más espesor a su personaje. Sin saberlo, Diesel ayudó a definir al héroe destinado a convertirse en el gran hito de su carrera.
La primera Rápido y furioso era un largometraje de carreras, con algunos toques policiales, y una historia de amistad entre Brian O´Conner (Walker) y Toretto como base del relato. Las influencias eran evidentes, y en muchos aspectos, parecía una versión edulcorada de Punto límite, con hombres que se miden por el grosor de sus bíceps, y el sonido de los motores como música incidental. Pero entre tanto lugar común, aparecían tímidamente algunos rasgos distintivos que mostraban la personalidad del film, como el sentido vínculo fraternal entre los protagonistas, el personaje de Michelle Rodríguez como una heroína que podía jugar de igual a igual en un mundo marcadamente masculino, y ante todo, las posibilidades que brindaban los autos como ejes de un visceral ballet automovilístico (tomando algo de la idea con la que Martin Scorsese conceptualizaba los combates de Toro salvaje).
Resulta complejo explicarle a quienes no vivieron el lanzamiento de Rápido y furioso en 2001, el fenómeno en el que se convirtió ese título. Hollywood comenzaba un período en el que las franquicias eran una apuesta segura (ese año se estrenaron las primeras partes de El señor de los anillos y Harry Potter), y el cine de animación demostraba su efectividad en taquilla, con Monsters Inc. y Shrek a la cabeza. Y aunque no se esperaba demasiado de esta película, su recaudación fue contundente, con una ganancia de 207 millones de dólares, sobre una inversión de 38 millones.
Ante un éxito de ese calibre, Universal estrenó en 2003 y 2006 dos secuelas, que si bien funcionaron en taquilla, no lograron repetir el fenómeno de la primera. Vin Diesel no protagonizó ninguna, y Walker solo estuvo en la segunda. Ambos relatos ponían el acento en los autos, y mientras Rápido y furioso 2 arriesgaba una trama policial, la tercera entregaba una nueva historia con un protagonista debutante. Pero se notaba demasiado la falta de Toretto, pieza principal del engranaje. Ante ese panorama, Universal había resuelto convertir la franquicia en una serie de películas de bajo presupuesto, destinadas al mercado de hogareño del DVD. Pero el guionista de la tercera parte, Chris Morgan, torció el destino de los planes, y convenció a los inversores de apostar fuerte por esa saga, para devolverle los días de gloria que había tenido en el pasado. Y para eso, sí o sí había que recuperar a Toretto.
Una franquicia millonaria
Los fans de la primera, miraban con tibieza Rápido y Furioso 3, hasta que en el final (en un recurso que anticipó las famosas escenas post créditos, tan habituales en la actualidad) reaparecía Toretto. En ese instante, el público vitoreaba el regreso del personaje. Chris Morgan confiaba en las posibilidades de reunir al elenco original, y escribió el guion de una cuarta parte que llegó a los cines en 2009. La película retomó la historia troncal de la saga, con Toretto y Brian como protagonistas, y con un libreto que profundizó en el vínculo entre dos hombres que compartían un código ético, a pesar de estar en bandos opuestos. Por otra parte, la dirección de Justin Lin proponía una puesta en escena mucho más audaz que la vista en las entregas anteriores, con una cámara que entraba y salía de los motores y las cabinas de conducción, para retratar la adrenalina de conducir esos imponentes autos a más de doscientos kilómetros por hora.
El éxito de Rápidos y furiosos 4, le significó al guionista Chris Morgan convertirse en el coordinador de la franquicia, la mente maestra que se encontraba detrás de ese mundo fierrero que, de golpe, comenzaba expandirse. El cuarteto central exigía aventuras más grandes, más imponentes, y una fórmula que la alejaría de las carreras urbanas, para apostar por escenas de acción mucho más ambiciosas, con tramas dignas de Misión imposible. En tiempos de superhéroes, Justin Lin y Chris Morgan sabían que sus conductores tenían que parecerse un poco más a Hulk, y menos a Niki Lauda.
En constante evolución
Si un espectador desprevenido, luego de ver la primera entrega de Rápido y furioso, saltara directamente hasta la 8, la confusión sería brutal. El cuarteto principal dio paso a una infinidad de secundarios de peso propio, así como también a nuevas figuras centrales cuya popularidad va casi a la par que la de Toretto. La familia Rápido y furioso creció no solo en cantidad de héroes y villanos, sino también en el calibre de sus aventuras, que suelen recorrer todo el mundo, desde Rusia hasta Nueva York, pasando por Cuba, Alemania y Brasil. Otra carta que utilizó la saga, fue incorporar nombres habituales (y no tanto) del cine de acción, como por ejemplo Jason Statham y Dwayne Johnson, así como también Charlize Theron y Helen Mirren.
En el transcurso de las historias, algunos villanos se convierten en aliados, y como si fuera un universo Marvel en clave fierrero, los cameos se amontonan conformando una continuidad a la que cada vez cuesta más seguirle las referencias. A lo largo de nueve películas, un spin off protagonizado por Shaw (Statham) y Hobbs (Johnson), dos cortometrajes y hasta una serie de animación, Rápido y furioso se convirtió en una verdadera mina de oro, que ya tiene confirmado dos largometrajes en camino, y varios spin off. Y en ese camino que la convirtió en un suceso imparable, la saga aprendió a evolucionar de manera constante.
A partir de Rápidos y furiosos 5, las peleas y persecuciones de autos gozaban de una espectacularidad que destruían por completo los límites del verosímil. De golpe, los vehículos eran capaces de proezas imposibles, y a partir de ese momento, cualquier auto podía literalmente volar por los aires, o medir fuerzas contra aviones o submarinos. Mientras más conscientes de su rasgo artificial eran las persecuciones, y mientras más cancheras fueran las líneas de diálogo de sus protagonistas, mejor respondía el motor de esta máquina. Sin embargo, hubo una prueba que una vez más, puso a la saga contra las cuerdas.
El 30 de noviembre de 2013, cuando la séptima parte aún estaba en producción, Paul Walker murió en un accidente de autos. Esa pérdida no solo modificó de manera inesperada la evolución de la ficción, sino que demostró que la dinámica de Rápido y furioso iba mucho más allá de la pantalla. Para todo el elenco, pero especialmente para Vin Diesel, que compartía con su compañero una amistad igual de profunda que la de sus personajes, la muerte de Walker fue un golpe terrible. La única solución posible fue entonces combinar ficción y realidad.
Más allá de las peleas, la acción y las persecuciones, hay una idea rectora que Toretto repite como un mantra: “Primero, la familia”. El personaje asegura no tener amigos, sino familiares, y cuidarlos es su único objetivo. Por ese motivo, capitalizar esa muerte y trasladarla a la ficción, no solo chocaba con la naturaleza de la familia Rápido y furioso, sino que también hubiera sido de pésimo gusto. En el final de la séptima parte, Toretto y Brian toman caminos distintos, en una imagen que conmueve por su correlación con aquello que realmente pasó. Fue una opción elegante, la de mostrar que los amigos se separan pero que, a pesar de esa distancia, ese vínculo compartido siempre estará presente, dentro y afuera de la pantalla. Y en postales como esa, se encuentra ese amor tan único que genera esta propuesta.
De las franquicias más taquilleras del Hollywood actual, Rápido y furioso es la única que no es animada, ni está basada en un cómic o libro. De hecho, también es la única que no está apuntada principalmente al público infantil y juvenil. Y alcanza una mirada algo desprejuiciada hacia el cine de acción, para ver que detrás de tantas carreras y peleas imponentes, su corazón está puesto en la lealtad que comparte un grupo de personajes, que se entienden como miembros de una familia. De esa forma, la saga Rápido y furioso logró que el público se vincule de manera genuina con este clan liderado por Toretto, y a través de esa conexión, esta franquicia demuestra tener nafta para rato.
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