¿Quién lo hizo?: el gran interrogante del cine
Esta premisa, llamada whodunit, define el desarrollo del relato
En esa suerte de biblia cinéfila que es El cine según Hitchcock, el maestro del suspenso se refería al whodunit como un subgénero donde no había emoción, en el cual todo se resumía a la pregunta: "¿quién lo hizo?".
Saber la respuesta vaciaba de emoción al resto de la película. Lo que proponía el director de Vértigo, décadas antes de las redes sociales, es que si un relato depende de cierta resolución no era demasiado interesante en sí mismo. ¿Una crítica adelantada a la cultura del spoiler? No: se refería, en palabras de François Truffaut a: "Todas las novelas de Agatha Christie". Podía ser una estrategia de marketing, o falta de confianza en la película, pero los productores de Testigo de cargo (1957, de Billy Wilder) protegieron la vuelta de tuerca de la película a toda costa: guardias en la filmación y voice over al final de cada proyección donde se le rogaba a la audiencia no revelar lo que se descubría en los tramos finales.
Aunque el clásico con Marlene Dietrich tiene varios de los ingredientes de las novelas de Christie no es tanto un whodunit sino más bien una película de "tribunales", otro subgénero. El whodunit más estricto es, precisamente Crimen en el Expreso de Oriente (1974), consagrada por la propia Christie como la mejor entre las adaptaciones de su obra. En el film de Sidney Lumet, se encerrar a 12 personas (esta vez, en el tren del título) para ser examinadas por el impecable Hércules Poirot. El whodunit se diferencia de una simple vuelta de tuerca en un relato (como los que contienen las películas de M. Night Shyamalan) porque la historia se resuelve en un tiempo relativamente corto, hay un detective inquisidor, interrogatorios, sospechosos, y -lo más importante- un crimen que invita al propio espectador a resolverlo. Ejemplos de whodunit de Agatha Christie hay a raudales: Eran diez indiecitos, Muerte en el Nilo (la primera de las seis veces que Peter Ustinov interpretaría a Poirot), El espejo roto. Las peores adaptaciones se distinguen porque -para darle la razón a Hitchcock- son las que más importancia le dan a la revelación final. Aunque no es una adaptación de la creadora de Poirot y Miss Marple, el mítico director Robert Altman realizó un whodunit: Gosford Park.
El film derriba cualquier mito o prejuicio contra el whodunit porque el misterio es una excusa de género que envuelve el verdadero foco de atención, que está puesta en los dos mundos que habitan los nobles y la servidumbre. Saber la respuesta al acertijo no resta en la película del director de Nashville: al contrario. El pecado mortal de cualquier whodunit en el cine parece residir en privilegiar la sorpresa final a costa de todo el resto. Por eso la remake de Branagh trata de evitar quedar reducida a un simple rompecabezas. La noción de justicia (el "equilibrio" que Poirot busca en su vida) parece mucho más interesante que la identidad del asesino. La respuesta está en la columnavertebral que recorre Asesinato en el Expreso de Oriente, en palabras del propio Hércules Poirot: "En el mundo existe el bien y el mal. No hay nada el medio".
LA NACIONTemas
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