"¡Cómo no voy a creer en el destino!", se sonríe Rodrigo Romero clavando su mirada verde oliva en los ojos de la cronista. Tiene motivos para pensar que su suerte fue escrita por una fuerza más poderosa que el azar: el 4 de octubre, pocos días antes de su cumpleaños número 30, se estrenó El Potro, lo mejor del amor, la biopic del ídolo cuartetero que lo tiene como protagonista.
Con su parecido físico y el fanatismo como únicas armas, Rodrigo se había presentado, hace exactamente un año, a un casting de Lorena Muñoz, la directora de Gilda, del que se enteró por las redes sociales. Estaba trabajando como albañil en Río Cuarto, jamás había tomado una clase de canto o actuación y no tenía contacto con el ambiente artístico. "Me cuesta pensar que esto fue casualidad. Estoy muy ligado a la historia del Potro, porque mi mamá siempre estuvo enamorada de él. Cuando aparecía en la tele, me decía: ‘Mirá, ahí está tu papá’", cuenta mientras posa para RS con la entrega del que aún no está cansado de las cámaras y la desfachatez del que se sabe lindo.
Repasemos todo lo que pasó este último año. Desde que te enteraste del casting hasta que recibiste la noticia de que ibas a ser el protagonista de la biopic del Potro, ¿cómo fuiste viviendo cada paso?
Todo esto empezó hace exactamente un año, casi como un juego, te diría que nunca me calcé la mochila de "tengo que quedar". Me acuerdo de que el primer mail por este proyecto lo escribí a fines de septiembre, principios de octubre de 2017. El otro día volví a leerlo: "Hola, soy Rodrigo, tengo 28 años". Todavía no había cumplido los 29. Me enteré del casting por Internet y quise mandar mis fotos medio como para ver qué generaba pero, te juro, no me imaginé que iba a llegar hasta acá. Más de una vez, acá en Córdoba, me habían ofrecido hacer tributos a Rodrigo, y mis amigos de toda la vida me decían: "Vayamos a la tele a decir que sos el hijo del Potro, ¡armemos quilombo!" (risas). Pero a mí nunca me interesó meterme en ninguna; el Ro es mi ídolo, le tengo mucho respeto. Lo de la peli fue más bien un intento, una prueba, no tenía idea de qué podía pasar. Pero dicen que la chica que recibió mi foto dijo: "Lo encontré, es él. Ahora espero que no hable como el enano Nelson". Y me llamaron enseguida.
¿Y entonces?
El proceso finalmente fue muy largo, hubo varias llamadas y pruebas en el medio hasta que quedé elegido. Primero hicimos un casting en Córdoba, que consistía en cantar, actuar y bailar y en el que terminé llorando en el piso de un baño, con una cámara pegada a la cara, sin tener idea de cómo se actuaba. Yo ese día salí muy conforme, muy contento conmigo: descubrí algo en mí que no tenía idea que sabía hacer. Y me volvieron a llamar. Esta vez para el callback, que iba a ser en Buenos Aires. Nunca me había subido un avión y tampoco conocía la Capital. Y yo ya estaba contento que toda esa aventura me hubiera llevado hasta ahí. Hice las escenas que había estudiado y después me hicieron improvisar. Cuando me volvieron a llamar, en diciembre del año pasado, fue para darme la buen noticia. A principios de este año empecé a filmar.
¿Y desde entonces te quedaste en Buenos Aires?
Me fui quedando por la prensa de la película, el estreno, todo eso. Pero mi plan es instalarme acá, para ver si es posible vivir de actuar, de cantar, de algún tipo de arte. Sé que tengo que aprender mucho. Quiero tomar clases, escuchar y vivir todo lo que haga falta para hacer una carrera de esto, que me gusta y que descubrí a los 30 años. Pero no me quiero quedar pegado a Rodrigo. Fue muy lindo actuar de él, pero no quiero ser su doble. Me gustaría poder tener la oportunidad de probar otros papeles. Y también fantaseo con hacer mi música, por momentos.
"Quiero tomar clases para hacer una carrera de esto, que me gusta y que descubrí a los 30 años", dice.
¿Te imaginás a vos mismo cantando cuartetos?
A full, pero con mi propio estilo. Aunque soy muy cuartetero, quisiera despegarme un poco del Ro. Ojo, también me gusta la cumbia santafesina, algo de rock, pero no me imagino cantando otra cosa que no sea cuarteto. Por ahora, estoy empezando a escribir letras de canciones. Me sirve para recordar, para pensar en las cosas que me pasaron. Yo tuve una vida medio heavy, pero por suerte a ese Rodrigo lo dejé allá.
En la película se nota que tenés estudiadísimo a Rodrigo, sobre todo la energía de sus shows en vivo. ¿Lo llegaste a ver en algún recital?
Sí, ¡y me marcó para siempre!
¿Qué te acordás de ese show?
Debe haber sido a fines del 99 o principios de 2000. Lo fui a ver al Club Central Argentino, en Río Cuarto. La entrada estaba ocho pesos. Ocho anticipada, diez en boletería. En esa época, era más normal que los pibes fueran a los bailes, porque eran recontra familiares: yo desde los cinco, seis años que iba con mis papás. Mi viejo me empilchaba, me ponía las mejores camisitas y me llevaba a bailar con ellos. El Ro vestía una remera negra, apretada al cuerpo, unos jeans claros y esas botas que usaba. Me acuerdo de que estábamos al fondo, pero en un momento me escapé de mi vieja, me fui corriendo para adelante y lo vi bien de cerca. Salí de ese recital distinto, y me curé todos los celos y la bronca que le tenía porque mi vieja estaba enamorada de él: me parece que yo también me enamoré (risas). A partir de ese día, Rodrigo se convirtió en mi ídolo. Me explotó la cabeza, fue amor a primera vista.
Y hablando de explosiones, la película seguramente traerá un estallido de cosas nuevas en tu vida. ¿Cómo te preparás para la inminente fama?
No sé, no tomo mucha magnitud, por ahora la llevo muy normal. Salgo de casa, veo una publicidad gigante con mi cara y no entiendo nada. Pienso, ¿qué hace este chabón ahí, en un cartel gigante? Ni idea, dejo que las cosas vayan sucediendo. Obviamente me dan ganas de que la película sea disfrutable para mucha gente, que la vean muchas personas, pero estoy tranqui: lo que tenga que venir vendrá, un poco como llegó esto.
En las últimas semanas se empezaron a decir muchas cosas sobre vos: se habló de tu relación y de tu separación con Jimena Barón, se dijo que estuviste preso, que fuiste adicto a las drogas... ¿Te llevás bien con esa parte de la exposición?
Trato de no ver tele y de no enterarme mucho de todo lo que dicen. Pero entiendo que este es el precio también. Yo mismo consumí ésos programas de chimentos tirado en el sillón de mi casa durante mucho tiempo, y ahora estoy del otro lado. Pero trato de que no me opaque todas las cosas buenas que me está pasando: algo así debe sucederle a, qué se yo, una persona en un millón, ¡quiero disfrutarlo!
¿Cero ganas de salir a desmentir las cosas que dicen?
Pero es que, ¿qué voy a decir? ¿Si estuve o no estuve preso? Es fácil de chequear, vayan y pidas mis antecedentes. La verdad es que no es cierto, nunca estuve preso, y si me hubiera tocado quizá lo contaría con orgullo, o quizá no, dependiendo de cuál haya sido mi error. Pero no es el caso. Listo, desmentido: tendrán que inventar otros cuentos.
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