¿Qué veo? Lilo y Stitch, uno de los grandes clásicos animados modernos de Disney
Estrenada hace casi dos décadas, la película cuenta la entrañable historia de una chica hawaiana y su mascota extraterrestre, con dibujos realizados a través de la artesanal técnica de la acuarela
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En la extensa cronología de las películas animadas producidas por los estudios Walt Disney, Lilo y Stitch ocupa el lugar número 42. Esa lista llega este jueves 25 de noviembre a los 60 títulos con el estreno de Encanto, y no son pocos los que afirman que Lilo y Stitch es, sin discusión, el último gran largometraje de animación que hizo Disney. Tiene, por cierto, mucho menos reconocimiento general que Frozen, Zootopia y Moana, por citar algunos de los títulos más populares de esa nómina realizados con posterioridad, pero ninguno de ellos alcanza el vuelo artístico y creativo que convierte a Lilo y Stitch en una pequeña gran obra maestra.
Dos décadas atrás, para esta misma época del año, esta película dirigida por Chris Sanders y Dean DeBlois avanzaba hacia las fases finales después de un largo proceso de producción que se remonta a los primeros meses de 1997. En ese momento, los ejecutivos que manejaban la poderosa maquinaria representada con la imagen del ratón Mickey pensaron que había llegado el momento de hacer una película que tuviera para esa generación un efecto equivalente al que Dumbo había logrado a principios de la década de 1940.
La idea era recuperar el impulso expresivo e innovador de las grandes creaciones del estudio, con un bienvenido regreso a las fuentes de la animación tradicional. Al fin y al cabo, esa impronta clásica definía la identidad del trabajo creativo en los estudios de animación que Disney tenía en funcionamiento en Orlando, dentro de ese gigantesco universo en sí mismo que es Walt Disney World. Instalados desde 1989 en un rincón del parque temático cercano al área hoy conocida como Disney Hollywood Studios (antes conocida como Disney-MGM Studios), allí se hicieron películas como Mulán y Tierra de osos.
Lilo y Stitch aparece, sin dudas, por encima de ellas a partir de un valor que combina el talento de sus creadores y las herramientas que eligieron usar para poner esta historia (tradicional y moderna a la vez) en movimiento. Por primera vez en seis décadas, Disney volvió a utilizar en este proyecto la casi abandonada técnica de pintar sobre acuarela (watercolors). En tiempos en que la animación digital empezaba a imponer un dominio casi absoluto por sobre cualquier otra expresión creativa en el mundo de la animación, este rescate de un método tradicional que muchos de nosotros solo recordamos por haberlo usado ocasionalmente en la escuela aparecía como un dato casi revolucionario.
La visión de Sanders y su talento visual, contagiado al resto del gran equipo de animadores, hizo el resto. A este trabajo se unieron DeBlois (en un trabajo compartido de dirección que se repetiría más tarde en la primera aventura de la excelente serie de Cómo entrenar a tu dragón, ya fuera del mundo Disney) y talentosos animadores como Byron Howard, protagonista dos décadas después de la continuidad de la historia animada de los estudios Disney: es uno de los directores de Encanto. En Lilo y Stitch, Howard es el responsable del diseño y el desarrollo de uno de los grandes personajes del relato, Cobra Bubbles, el trabajador social de presencia imponente, traje negro y anteojos oscuros que al final revelará el verdadero sentido de su función.
Al frente del equipo, el enfoque de Sanders es el que prevalece. Con esta película dejaría a la vista cuál es su mirada sobre el mundo, conectada sobre todo con los retratos familiares, las mascotas y una energía arrolladora empleada para el tratamiento y la resolución de algunos problemas, como señaló desde estas páginas Javier Porta Fouz en 2013 a propósito del estreno de Los Croods, otra gran creación animada de Sanders.
A todo eso hay que sumarle un concepto visual que convierte al mundo de Lilo y Stitch en amigable y cálido. Todos los personajes están diseñados a partir de formas redondeadas u ovoidales, sin un solo detalle filoso o puntiagudo que pueda convertirlos, a simple vista, en figuras hostiles, sobre todo para los chicos. Con esa premisa, Sanders y su equipo se alejan de cualquier arquetipo previo mientras preservan una de las cuestiones esenciales de toda historia familiar surgida de la usina animada de Disney: la reconstrucción familiar.
Lilo es una pequeña, divertida e inquieta niña que vive en una de las islas hawaianas con su hermana mayor, Nani, que hace lo que puede para ocupar el lugar de su madre. Huérfana, solitaria por naturaleza, Lilo tiene problemas de convivencia con las chicas de su edad que Nani (con sus propios problemas para mantener el empleo) apenas puede resolver. Lo único que consuela a la pequeña es escuchar a Elvis Presley en su tocadiscos portátil. El temor a que la asistencia social separe para siempre esa precaria unión.
Hasta que todo se altera con la ruidosa aparición de un bicho, mezcla de gremlin y marsupial, que llega a nuestro planeta desde el lejano planeta Turo, en donde había sido creado omo una suerte de experimento genético con una inteligencia superior y un instinto que lo lleva al mismo tiempo a destruir todo lo que toca. Lilo lo encuentra en una perrera, lo bautiza como Stitch y lo lleva a su casa, a la que llegarán también los extraterrestres que lo crearon para darle otro destino.
La relación entre Lilo y Stitch, dos seres solitarios, marginados y vistos equívocamente por todos los demás, quedará marcada por un término clave de la idiosincrasia hawaiana. “Ohana quiere decir familia. Y tu familia nunca te abandona ni te olvida”, es una máxima de las islas que se escucha todo el tiempo en la película.
Esa frase define en buena medida la identidad de la película, que Sanders quiso ambientar en Hawai después de un viaje por las islas durante el cual se convenció de que estaba frente al escenario ideal para ambientar la historia. El aislamiento geográfico del lugar definía todavía mejor a los personajes y su belleza natural podía representarse a la perfección a través de las acuarelas que los animadores dibujaban de manera casi artesanal, como en tiempos de Dumbo (1942) y de Bambi (1941).
“La acuarela fue muy popular en esas películas y en ese tiempo. Consiste en un proceso más intelectual que técnico. Nuestros artistas primero dibujaron los cuadros y luego los pisos, los fondos y los detalles que definen las texturas. Lo que hicimos fue revalorizar el trabajo básico de un dibujante, que es pintar y retratar a mano”, explicó a LA NACION el director de arte, Ric Sluiter, antes del estreno de la película, en 2002.
La película aporta algunas “audacias” que no estábamos acostumbrados a ver en películas de Disney estrenadas en aquél momento. Desde la sensualidad que envuelve el diseño del personaje de Noni, la hermana mayor, hasta algunas actitudes en apariencia vulgares que muestra Stitch cuando se instala en el hogar de Lilo. Y a propósito de hogar, se comentó mucho en los últimos tiempos el cambio que de manera discretísima hizo Disney en el montaje de la película para su estreno en streaming.
En la versión incluida en Disney+ vemos a Lilo, en un momento determinado, salir de un armario que tiene dibujada en su puerta una caja de pizzas. Allí se había refugiado tras una discusión con su hermana. Pero cuando se estrenó la película, Lilo salía en esa secuencia del interior de un secarropas. Hoy, quienes quieran ver ese momento de la película solamente pueden hacerlo desde la edición original en DVD.
Más allá de esos detalles, la película conserva en toda su plenitud a 20 años de su lanzamiento todos sus atributos originales. Cuando se le ocurrió la idea, Sanders imaginó que Stitch llegaría a un lejano rincón rural de Kansas y se encontraría no con una niña, sino con un chico. El viaje del creador de la película a Hawai fue providencial, porque las islas se revelaron como el entorno perfecto para que esta historia de rupturas y afirmaciones familiares funcione. Sin pintoresquismo alguno, las expresiones clásicas de la tradición hawaiana aparecen en la historia: la tradicional danza hula, el luau (el clásico banquete polinesio en el que nunca falta algún espectáculo de destreza con fuego) y hasta la imagen mítica de Duke Kahanamoku, el padre del surf moderno, inmortalizado en una estatua de bronce que recibe con los brazos abiertos a los visitantes en Kuhio Beach, la playa más famosa de Honolulu. Mark Keali’i Ho’omalu interpreta además en la lengua nativa hawaiana parte de la letra de las dos canciones originales compuestas para la película.
Con el tiempo, gracias a un éxito casi inmediato, Lilo y Stitch logró multiplicarse a través de un par de largometrajes más (estrenados directamente en formato digital), una serie para la TV y hasta una versión en animé. En los últimos meses se habló mucho también de la posibilidad de que esta aventura regrese pronto a través de una película con personajes de carne y hueso, como viene ocurriendo con muchos otros clásicos modernos de Disney. Cualquiera sea la forma de las aventuras del futuro, Lilo y Stitch estarán muy lejos del hogar en el que nació esta historia. En 2004, Disney decidió el cierre de los estudios de animación de Orlando. De ellos nunca surgió nada mejor que la gran aventura familiar compartida por una niñita hawaiana y una mascota extraterrestre.
Lilo y Stitch está disponible en Disney+
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