¿Qué veo? La historia de una rivalidad automovilística que casi le cuesta la vida a Niki Lauda en 1976
Rush, pasión y gloria reconstruye la colosal batalla que Lauda mantuvo en las pistas y fuera de ellas con el británico James Hunt; Daniel Brühl y Chris Hemsworth personifican a ambos pilotos
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La verdadera historia que cuenta la película Rush, pasión y gloria empezó a escribirse el 1° de agosto de 1976. Ese día, en el circuito de Nürburgring (Alemania), el piloto austríaco Niki Lauda perdió el control de su Ferrari, que se estrelló contra un muro de contención y por la fuerza del impacto regresó cubierto en llamas a la pista, completamente a la deriva. En ese momento fue embestido por el Surtees que manejaba el estadounidense Brett Lunger. No podría haber pasado algo peor.
La película, una de las obras más logradas de Ron Howard, artesano por excelencia del cine de Hollywood y niño mimado de la industria desde que asomó a la fama y la popularidad como actor infantil y adolescente, comienza con una pintura visual que funciona como el presagio más exacto de esa jornada terrible. Bajo un cielo encapotado y amenazante, la cámara se acerca al lugar en el que el Gran Premio de Alemania de Fórmula 1 de 1976 está por largarse.
La voz en off del locutor oficial anuncia por los altavoces del circuito que la carrera se va a hacer pese a las adversidades del pronóstico meteorológico. Los conductores decidieron salir a la pista tras deliberar en una asamblea. Aquello de “es el piloto y no el avión” que aparece en un momento clave de Top Gun: Maverick se aplica perfectamente a lo que se cuenta en Rush y, más precisamente, a lo que era la Fórmula 1 en aquéllos fantásticos tiempos. Una competencia en la que poderosas marcas se jugaban el todo por el todo, pero cuyos resultados dependían más que nada de la destreza inigualable de un puñado de conductores para los que el riesgo formaba parte de su identidad.
La línea entre la vida y la muerte era mucho más delgada en aquel tiempo de la Fórmula 1. Luego de la confirmación del Gran Premio a través de los parlantes, la película sigue su recorrido inicial con la voz de Niki Lauda. Quien habla es el actor que lo personifica, el alemán Daniel Brühl, uno de los intérpretes de ese origen con mayor presencia en producciones internacionales, entre otras cosas porque maneja a la perfección cinco idiomas.
“Veinticinco pilotos inician cada temporada de la Fórmula 1 –dice Brühl con un inglés de fuerte acento germánico mientras su Niki Lauda mira al cielo y a su alrededor con la meticulosidad de quien sabe observar hasta el último detalle-. Y cada año, dos mueren. ¿Qué clase de persona tiene un trabajo así? No la gente normal, seguro. Los rebeldes, los lunáticos, los soñadores. Gente desesperada por dejar huella y dispuesta a morir en el intento”.
Ese prólogo es la impecable presentación del eje de la película, la extraordinaria rivalidad entre Lauda (por entonces campeón del mundo de la principal categoría automovilística y por lo tanto dueño del auto con el número 1) y el inglés James Hunt, la antítesis perfecta del piloto austríaco en cuanto a temperamento y conducta.
Personificado por el australiano Chris Hemsworth (que por entonces ya era el mítico Thor en el Universo Cinematográfico de Marvel) Hunt aparece en ese mismo momento inicial de Rush, pasión y gloria, posando junto a su McLaren número 11 como un sonriente playboy del volante junto a tres bellas modelos y promotoras. Hunt se había ganado rápidamente una sobrada fama de donjuán y juerguista, pero al mismo tiempo era reconocido de manera unánime como uno de los mejores pilotos de autos de carrera del mundo en ese momento: veloz, aguerrido, preciso, temerario, dispuesto a jugar siempre al límite.
Rush, pasión y gloria es la crónica de esa rivalidad extrema, nacida cuando Lauda y Hunt competían sin tanto en juego pero con la misma ambición deportiva en el terreno casi amateur de la Fórmula 3. La película construye las historias paralelas de ambos como si estuviese retratando todo el tiempo a dos enemigos íntimos. De un lado, el austríaco perfeccionista y puntilloso, siempre dispuesto a cumplir hasta el mínimo detalle con el plan trazado de antemano. Del otro, el inglés sonriente y despreocupado, decidido a tomarse la vida entera de un solo trago y disfrutar cada momento en la mejor compañía.
La película no solo cumple con creces ese objetivo. También reconstruye a la perfección un momento excepcional de la Fórmula 1 a través de la reconstrucción más portentosa que hayamos visto de un Gran Premio a través del cine. Cada carrera es un verdadero poema visual lleno de intensidad, ritmo, adrenalina, nervio, entusiasmo y, por qué no, sufrimiento. Para hacerla, Howard contó con 24 modelos de Fórmula 1 propios de ese tiempo.
En ese sentido, el director consiguió algo asombroso, digno de la mejor historia del cine que narra las grandes hazañas del deporte. Recrear visualmente las competencias (los preparativos, la largada, la tensión infinita de la primera curva, las persecuciones mano a mano, los momentos de sobrepaso, la bandera final) como si hubiesen surgido de la memoria de sus testigos más privilegiados. Entre ellos muchos argentinos que conocen muy bien esa época de la Fórmula 1 porque uno de sus protagonistas fue Carlos Alberto Reutemann, elegido además por Ferrari para ocupar el lugar de Lauda luego del accidente de Nürburgring. Ese dato aparece mencionado en un momento de la película.
La escena del accidente tiene en el cine todo el dramático realismo del conmocionante episodio real. Y narra a través de un montaje ejemplar y una tensión que llega al límite sus detalles más sobrecogedores: el momento en el que Lauda deja de controlar su máquina, el impacto contra el guard-rail, el regreso descontrolado a la pista y el momento en que Langer estrella su auto contra la Ferrari convertida a esa altura en una bola de fuego.
En ese momento, las mismas llamas estaban envolviendo el cuerpo de Lauda. Y la proeza de Howard se agiganta en ese momento todavía más, porque la historia real aparece en la película a través de una secuencia extraordinaria, memorable. De fondo escuchamos voces con pedidos y ruegos en distintos idiomas, pilotos que descienden de sus autos y tratan de sacar de su habitáculo al inerte Lauda, que se está prendiendo fuego. En un momento, vemos el primer plano de una mano desajustando el cinturón de seguridad de Lauda. Y poco después, entre las llamas, cómo alguien logra sacar al austríaco del auto, tal vez sin saber en ese momento si estaba vivo o no, pero convencido de que si no hacía eso, Lauda no iba a salvarse.
La historia detrás de la película tiene varios otros nombres propios. El estadounidense Lunger, el piloto del Surtees que chocó contra la Ferrari de Lauda, era capitán de infantería de Marina y veterano de Vietnam. Su entrenamiento como Marine le había indicado qué debía hacer. Esperó que el italiano Arturo Merzario, antiguo piloto de Ferrari, le desabrochara el cinturón de seguridad a Lauda para sacarlo del auto en medio de las llamas. Mientras tanto, el alemán Harald Ertl disparaba sin parar un matafuegos contra la máquina ardiente.
Eso también se ve en la película, tanto como la cruda terapia a la que se sometió Lauda para curar sus heridas y evitar una muerte segura. Entre ellas, la limpieza diaria de sus pulmones para sacar de allí todos los gases tóxicos que había inhalado. Al verlo en ese momento sabemos que Lauda, desde cuyo punto de vista se cuenta la mayor parte de la historia, está dispuesto a soportar cualquier sacrificio con tal de retomar su frenética rivalidad con Hunt, que se había llevado el triunfo en ese gran premio alemán.
El guión de Rush, pasión y gloria pertenece al británico Peter Morgan, el creador de la exitosa serie The Crown. Todo nació de la amistad de la esposa de Morgan con el cuñado de Lauda, que nunca se mostró interesado en contar lo que vivió durante y después de ese accidente casi mortal. La película interpreta ese estado de ánimo, que modela en buena medida el temperamento del personaje.
La vida real del piloto se corresponde con ese relato, según cuentan quienes llegaron a conocerlo bien. Poco después del estreno se supo que Morgan logró convencer a Lauda para que aceptara contar su vida después de mantener con él unas 30 charlas. Lo demás corrió por cuenta de Howard, que se hizo cargo del proyecto después de que Paul Greengrass (el director de tres películas de Jason Bourne, Vuelo 93 y Noticias del gran mundo) declinara hacerlo porque ya estaba ocupado con Capitán Phillips.
Lauda terminó tan entusiasmado con el proyecto que decidió compartir algunas de sus vivencias con Brühl y hasta participó del estreno mundial de la película en el Festival de Cine de Toronto de 2013 con una aparición sorpresa luego de la primera proyección. Había volado desde Viena en uno de los aviones de su flota (la actividad que adoptó luego de su retiro del automovilismo) para estar presente en esa ocasión. Lauda murió el 20 de mayo de 2019 a los 70 años después de varias operaciones, entre ellas un trasplante de pulmón.
Las secuelas del accidente de Nürburgring lo acompañaron hasta el final, pero así y todo logró sobreponerse y sacando fuerzas de los lugares más inexplicables mantuvo hasta el final de la temporada 1976 esa rivalidad infinita e interminable con James Hunt, que terminó ganando el campeonato del mundo de Fórmula 1 por un punto de diferencia sobre el austríaco. Hunt murió el 15 de junio de 1993, de un infarto, con apenas 45 años. Toda esa verdadera historia también está presente en Rush, pasión y gloria, una de las mejores películas sobre automovilismo de todos los tiempos.
Rush, pasión y gloria está disponible en Paramount+
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