¿Qué veo? La bruja, la película que reveló por primera vez el talento y el carisma de Anya Taylor-Joy
La actriz criada en la Argentina tenía 18 años cuando filmó esta inquietante y sobrecogedora historia de posesión y brujería ambientada en el siglo XVII, dirigida por Robert Eggers, a las órdenes de quien filmó en 2020 The Northman
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La bruja (The Witch) se convirtió a fines de enero de 2015 en la gran revelación del Festival de Sundance, escenario de su estreno mundial, y llegó a los cines de la Argentina un año más tarde, en marzo de 2016, cuando ya había ganado un reconocimiento generalizado como una de las obras más originales de los últimos años vinculada al género de terror.
Un dato relevante, que en estos días podría adquirir especial interés para el público de nuestro país, recupera el interés por esta película. La bruja fue el primer papel protagónico que tuvo Anya Taylor-Joy, la estrella actual de Hollywood y del cine internacional más identificada con la Argentina. Nacida en Miami, criada en Buenos Aires, Taylor-Joy pasó los últimos días entre nosotros. Muchas fotos y videos registraron desde los medios y las redes sociales sus días de vacaciones en Punta del Este y sus paseos por distintos barrios porteños, siempre dispuesta a agradecer con una sonrisa y una imagen el cariño de sus fans argentinos.
Esa Taylor-Joy que, a los 25 años, es la dueña de una carrera en Hollywood que no parece tener techo, con apariciones muy destacadas en los últimos tiempos tanto en el cine (El misterio de Soho, Emma, Los nuevos mutantes) como en las series de éxito en streaming (Gambito de dama, Peaky Blinders) parece estar muy lejos de aquella chica rubia menos estilizada y de aire mucho más adolescente que a los 18 fue elegida por otro debutante, el director Robert Eggers, para protagonizar una inquietante historia de posesión y brujería ambientada en la Nueva Inglaterra del siglo XVII.
Fue tan abrumadora esa experiencia que en su momento la propia actriz llegó a pensar que sería la primera y la última de su carrera. “Pensé que nunca volvería a trabajar. Todavía me da escalofríos pensar en eso. A mí me gusta mucho comunicarme y hablar, pero ese día solo lloré. No podía soportar ver mi cara tan grande”, confesó hace pocos meses a The Hollywood Reporter.
Pero la vocación y el compromiso de Taylor-Joy resultaron más fuertes que sus temores. También, la fascinación de una historia que la atrapó de inmediato: leyó el guion completo de la película en la noche previa a la audición y se sintió “transportada en el tiempo”. En La bruja, la actriz tiene una aparición consagratoria justamente alrededor de una historia en la que se ponen a prueba los miedos más profundos y primitivos del ser humano. La película no responde en ningún momento a lo que entendemos en términos tradicionales por cine de terror. Lo que se activa, en cambio, es la sensación ancestral y originaria de espanto que aparece frente a lo desconocido, así como la incapacidad que experimenta el ser humano de enfrentarlo cuando se siente abrumado al máximo por un sentimiento de culpa inspirado en principios religiosos.
Los protagonistas de esta peripecia son los integrantes de una familia de colonos ingleses llegados a Estados Unidos alrededor de 1630 como parte de la primera avanzada de inmigración europea en América del Norte. La película, que se define a sí misma desde el título como folktale, expresión inglesa que alude a los cuentos tradicionales y las leyendas populares, en este caso correspondientes a Nueva Inglaterra, la región del noreste de Estados Unidos en la que se instalaron algunas de esas primeras colonias.
Estaban integradas por familias puritanas, marcadas a fuego por las imposiciones de una religiosidad que abarca y determina todos los aspectos de la vida con una carga constante de culpabilidad, castigo y necesidad de purificación nacida de la conciencia del pecado original y la naturaleza corrupta del ser humano.
A ese entorno, digamos espiritual, se suman las enormes penurias de una vida material exigida al límite en esas “tierras salvajes y hostiles”. La familia en la que vive Thomasin (Taylor-Joy), la más grande de los cinco hijos del matrimonio de colonos, encuentra dificultades mayúsculas para sobrevivir. La trama sugiere que el grupo tuvo que dejar el asentamiento comunitario debido a su intransigencia religiosa y establecerse en un lugar lejano y aislado (no cuentan con caballos para desplazarse). Allí, además, la cosecha de maíz resulta insuficiente para el alimento de la familia y la posibilidad de ganar algún dinero.
Ninguna de esas dramáticas complicaciones se compara con la exposición de la familia a una sucesión de hechos inexplicables, que parecen situados en la frontera entre lo imaginario y lo real, relacionados con hechizos, conjuros, actos de brujería y posesiones demoníacas. Sin recurrir a golpes de efecto visuales o sonoros, Eggers apuesta a estremecer al espectador desde el misterio y el aprovechamiento integral de climas y atmósferas, construidos desde la puesta en escena mediante lentos y rigurosos travellings que de a poco elevan la incertidumbre y el misterio.
El rodaje se hizo en un área casi inaccesible situada en los confines de la provincia canadiense de Ontario. Eggers encontró en ese espacio de tupidos bosques el escenario ideal para reconstruir la vida de una familia de colonos puritanos llegados a América del Norte en pleno siglo XVII. Con la idea de lograr la mayor fidelidad posible a los elementos clave de la historia real, el director visitó varios lugares en los que se asentaron algunos de esos colonos y llegó inclusive a recurrir a la ayuda de expertos arqueólogos.
El trabajo de preproducción, investigación y búsqueda de fuentes históricas le llevó a Eggers casi cuatro años. En los créditos finales se indica que la película está basada en “muchas leyendas, cuentos y relatos escritos sobre brujería histórica”. Ese material documental incluye diarios personales, agendas, registros y documentos judiciales. Y se agrega expresamente que varios de los diálogos fueron tomados directamente de esas fuentes históricas. Tanto, que los personajes hablan en un antiguo dialecto inglés, propio de la época. Un recurso que Eggers también empleó en su segundo largometraje, la premiada y elogiada El faro.
Taylor-Joy y Eggers se reencontraron en la segunda mitad de 2020 para el rodaje de The Northman, el tercer largometraje del realizador. Se trata de otro viaje en el tiempo, que se convierte a partir de las ambiciosas características de la producción y el perfil del director en uno de los estrenos de cine más esperados de este año.
The Northman se anticipa como una historia ambientada en el mundo vikingo, que transcurre en Islandia durante el siglo X. Su protagonista es un príncipe nórdico (personificado por Alexander Skarsgard) que sale en busca de venganza después del asesinato de su padre. Se sumaron al elenco Nicole Kidman, Ethan Hawke, Willem Dafoe y la cantante Björk, que volvió al cine después de 15 años, con una película filmada en su tierra natal.
“Con Robert llevamos más tiempo como amigos que como compañeros de trabajo. Hemos crecido juntos por separado y ahora podemos volver a hacerlo. Creo que presentaremos al mundo algo que realmente no se ha visto antes”, dijo Taylor-Joy sobre este reencuentro, que deja todavía más atrás aquellos tiempos ya lejanos de La bruja, cuando actriz y director eran casi unos completos desconocidos. Hoy la realidad es bien distinta, como acaban de comprobar todos los argentinos que se encontraron los últimos días con una chica rubia y de ojos enormes paseando con aire casual por Buenos Aires, ya convertida en toda una gran estrella del cine internacional.
La bruja está disponible en Netflix
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