¿Qué veo? El tigre y el dragón, una historia de altísimo vuelo con artes marciales y tradiciones chinas
La película, ganadora de cuatro Oscar en 2000, se destaca por las escenas de acción en las que los personajes combaten desplazándose por el aire o asombrosamente suspendidos en las alturas
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Hay una gran historia verdadera detrás de una de las múltiples vidas que tiene el personaje central de Todo en todas partes al mismo tiempo. Al ver allí a Evelyn Wang transformada en una gran estrella del cine de artes marciales no estamos solo frente a uno de los infinitos juegos posibles dentro de un multiverso. Se trata en verdad de un gran homenaje. Cuando Michelle Yeoh lleva a Evelyn a ese lugar lo que hace es recordarnos dónde está su propio pasado y su mejor historia en el cine.
Ese esplendor puede apreciarse en El tigre y el dragón (Crouching Tiger, Hidden Dragon), la coproducción entre China, Taiwán, Hong Kong y Estados Unidos que hace algo más de dos décadas se convirtió en la película no hablada en inglés más exitosa de todos los tiempos en la taquilla estadounidense, tan poco dispuesta hasta ese momento a aceptar películas con subtítulos y habladas en una lengua distinta al inglés.
Esa notable repercusión se tradujo en una suma de reconocimientos que nadie llegó a imaginar al momento de su estreno mundial, primero en el Festival de Cannes, luego con el premio del público en Toronto y finalmente con las diez nominaciones para el Oscar, entre ellas a mejor película y mejor director. En la ceremonia realizada en marzo de 2001, que consagró a Gladiador como el mejor film del año, El tigre y el dragón obtuvo cuatro premios: mejor película extranjera, mejor banda sonora, mejor fotografía y mejor dirección de arte. Fue también la noche en la que Bob Dylan ganó el Oscar a la mejor canción (“Things Have Changed”, de la película Fin de semana salvaje) y superó en esa categoría a “A Love Before Time”, el tema de los créditos finales de El tigre y el dragón compuesto y arreglado por el argentino Jorge Calandrelli.
Pensado en su momento como ejercicio inaugural de una integración artística entre China y los Estados Unidos con propósitos mucho más ambiciosos que los de una simple alianza pensada para llenar los cines, El tigre y el dragón cumplió a medias con sus objetivos. Fue un éxito colosal de crítica y de público en Estados Unidos y en parte del mundo occidental, pero pasó en medio de una completa indiferencia por el mercado chino. No alcanzó ni siquiera la presencia de astros indiscutidos como Yeoh y Chow Yun-Fat, más la prometedora aparición de la joven y bella Zhang Ziyi (futura gran estrella del cine chino) para convocar al público.
Luego se dijo que la razón fundamental de ese fracaso fue la vuelta de tuerca que la película ensayó a partir de algunas de las clásicas premisas del cine de artes marciales popularizado en Asia y más especialmente del género conocido como wuxia, que alude a ese tipo de legendarias aventuras en distintos momentos de la historia de China. Con el tiempo se dijo que al público chino no le gustó demasiado que El tigre y el dragón rompiera con la tradición de poner en marcha la historia con una gran escena de acción y en lugar de ella se planteara desde el mismo comienzo el nudo del conflicto dramático y romántico entre algunos de sus personajes centrales. La primera gran secuencia de artes marciales aparece aquí recién a los 15 minutos. Tampoco hay en la película un cierre de esas características, como también indica la costumbre. La película concluye de un modo más lírico y simbólico.
El artífice de este cambio fue Ang Lee, el versátil director de origen taiwanés que aplicó en esta historia un cruce perfecto entre su cuna asiática y su formación como realizador en los Estados Unidos. Este último matiz lo llevó a lucirse en sus primeras incursiones en el cine occidental con obras a priori muy ajenas a su identidad, como Sensatez y sentimientos y Cabalgando con el diablo. Más tarde dirigiría una de las películas de Hulk y quedaría de nuevo a las puertas del Oscar con Secreto en la montaña.
Fue el propio Lee quien describió a El tigre y el dragón como algo parecido a Sensatez y sentimientos pero con artes marciales. “Todas mis películas tratan sobre el deseo de libertad y la resistencia frente a los condicionamientos familiares y los códigos sociales. En este caso es una alegoría sobre la sociedad china, tan reprimida y sojuzgada. A nivel estructural creo que también hay paralelismos: Michelle Yeoh es a Emma Thompson lo que Zhang Ziyi es a Kate Winslet”, dijo Lee a LA NACION a fines de 2000, cuando presentó su película en el Festival de San Sebastián.
El tigre y el dragón comienza con el reencuentro entre Shu Lien (Yeoh) y Li Mu Bai (Chow Yun-Fat), dos antiguos compañeros de aventuras que por distintas razones no pudieron concretar su amor pese a la poderosa atracción mutua que ambos deciden mantener viva. En medio de ese acercamiento está la legendaria espada de Mu Bai, conocida como “destino verde”, que el antiguo guerrero quiere dejar en custodia para iniciar una nueva etapa de su vida.
Pero la espada es robada en una acción detrás de la cual aparece la misteriosa y siniestra Zorra de Jade, responsable en el pasado de la trágica muerte del maestro de Mu Bai. Mientras la búsqueda del “destino verde” reverdece el viejo fuego romántico y guerrero de la pareja, empieza a afirmarse otro personaje femenino clave, la joven, aristócrata y rebelde Jen (Ziyi), que rechaza el matrimonio por conveniencia que le propone su familia y en cambio vive un apasionado romance con Lo (el galán de acción taiwanés Chan Cheng), un bandido rural.
Lo que más despertó la atención del público es la notable concepción y realización de las complicadas y extensas escenas de acción con artes marciales, virtuosa y delicadamente coreografiadas por el experto Yuen Wo-Ping, artífice de los innovadores movimientos que hicieron historia con secuencias de ese tipo a partir de Matrix. Lo más extraordinario de El tigre y el dragón es el modo en que los personajes se desplazan con admirable ligereza por el aire o sobre el agua y sostienen verdaderas batallas a puño limpio en medio de asombrosos vuelos como si ninguno de ellos estuviese sometido a la ley de gravedad.
En una de esas secuencias vemos a Chow Yun Fat y Zhang Ziyi enfrentándose a golpes de kung fu, que en realidad parecen movimientos de un hermoso ballet, en las alturas de un bosque de bambú sobre los tallos de los árboles. No hay allí ni en el resto de la película rastros de dobles de riesgo porque los actores cumplen con casi todo el desafío de llevar adelante por ellos mismos las escenas de acción. Para lograrlo hubo un intenso entrenamiento del que participaron expertos en artes marciales, bailarines y espadachines.
“Por cada actor colgado allí hicieron falta al mismo tiempo otras 30 personas en el suelo haciendo la mímica de cómo el bambú se mueve con el viento. Y el estrés de tener suspendidas en el aire a algunas de las estrellas de cine más grandes de Asia sostenidas por grúas y arneses sobre un valle fue lo más intenso de toda la filmación”, confesaría Lee años más tarde. Esas tensiones llevaron, por ejemplo, a que el rodaje se paralizara a la fuerza en uno de sus momentos iniciales porque Yeoh se rompió los ligamentos.
A diferencia de las películas populares del cine asiático que le sirvieron de inspiración, El tigre y el dragón no es solamente una película de artes marciales. Las incorpora en realidad a una trama que tiene un eje dramático y romántico muy bien definido, con dos heroínas (encarnadas por Yeoh y Ziyi) que se anticiparon muchísimo en el tiempo a esta realidad actual de personajes femeninos empoderados y dueños de sus decisiones.
Zhang Ziyi volvería a ese mundo algunos años después con dos de las más inspiradas y espectaculares películas del director chino Zhang Yimou, Héroe (2002, disponible en Paramount+) y La casa de las dagas voladoras (2003, en Movistar Plus). Las dos parecen seguir en más de un punto el camino abierto por El tigre y el dragón: una mirada actualizada sobre sobre ciertos episodios del pasado chino, la incorporación de elementos dramáticos o románticos a una trama igualmente pródiga en escenas de acción; la recuperación con aliento más moderno de la tradición del film de artes marciales; el impacto visual de una sucesión de escenas de extraordinaria belleza, muchas de ellas captadas en deslumbrantes escenarios naturales de la geografía china.
Tan fuerte fue la repercusión alcanzada por El tigre y el dragón que en 2006 se hizo una secuela, no tan lograda como la anterior pero con grandes momentos de acción y artes marciales, toda una fiesta que le debemos a Yuen Wo-Ping, convertido en este caso en el director del film. La historia registra a esta producción de 2016, titulada El tigre y el dragón: la espada del destino (Crouching Tiger, Hidden Dragon: Sword of Destiny) como el primer largometraje producido por Netflix, impulsado por éxitos previos en serie como House of Cards. También aquí, como en el caso de Todo en todas partes al mismo tiempo, hay una historia verdadera detrás del título de una película.
El tigre y el dragón está disponible en HBO Max
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