Punto de quiebre: Hollywood saca partido del más fotogénico de los deportes
El Festival de Toronto fue escenario del renovado interés por mostrar desde la pantalla lo que pasa en el tenis: el encuentro abrió con Borg-McEnroe, estreno de hoy, y siguió con La batalla de los sexos, que llegará en noviembre
Hace exactamente dos semanas, la apertura del Festival de Cine de Toronto (TIFF 2017) empezó a saldar una cuenta pendiente (o quizás a abrir una nueva tendencia) alrededor del poco explorado vínculo entre el cine y el tenis.
Borg-McEnroe: la película, una producción sueca realizada con el tamaño y la escala de una película independiente, fue elegida allí como película de apertura con deliberada intención. La conexión entre el todavía llamado deporte blanco y la pantalla estuvo presente con un perfil bastante elevado durante el resto de la muestra, cuyo carácter de gran vidriera realzó todavía más esta presencia e hizo preguntar a varios por qué el cine no aprovechó en el pasado como era debido un lazo de tan atractivos contornos.
El sueco Janus Metz, realizador de Borg-McEnroe, lo percibió a la perfección al incluir una cita al comienzo de la película. "Un partido de tenis es como la vida en miniatura", escribió Andre Agassi, cuya autobiografía (Open, 2009) es una de las más brillantes y descarnadas historias de vida escritas por un deportista profesional.
Borg-McEnroe, que tiene el raro privilegio de estrenarse hoy en la Argentina apenas quince días después de su lanzamiento mundial, es sólo el principio. Para el 17 de noviembre se anuncia la llegada a nuestro país de La batalla de los sexos (Battle of the Sexes), de Jonathan Dayton y Valerie Faris (Pequeña Miss Sunshine), que también tuvo su estreno mundial en Toronto. Ambas películas están inspiradas en hechos reales que el mundo del tenis recuerda muy bien: recrean dos partidos memorables, cada uno a su manera.
El match que se muestra en Borg-McEnroe está considerado por quienes más saben de tenis como el mejor de toda la historia. Fue la final de Wimbledon 1980. El 5 de julio de ese año, el colosal "Hombre de Hielo" nacido en Estocolmo estaba a un partido de conquistar su quinta victoria consecutiva en la Catedral. El único obstáculo era su rival, el estadounidense John Patrick McEnroe, una nueva figura dispuesta a ganar el primer plano con un temperamento que estaba en las antípodas de Borg: fogoso, arrogante, desprejuiciado, agresivo, incontrolable.
"Esta película es mucho más que la crónica de un partido de tenis. Es un drama psicológico centrado en cuestiones existenciales acerca del comportamiento humano. La verdad es que como director no me interesó tanto el deporte, por más que Borg y McEnroe fueron figuras extraordinarias cuyos méritos alcanzaban para hacer más de una película, sino lo que había detrás de esa búsqueda de perfección. Quería mostrar contra qué demonios interiores lucharon dos personas acostumbradas a jugar siempre en el borde. Y cómo ese choque hizo que el mundo se detuviera", explicó Metz a un grupo de medios internacionales, entre ellos la nacion, luego del estreno en Toronto.
El director convocó a un actor casi desconocido fuera de Suecia, Sverrir Gudnason, para interpretar a Borg, quien guarda un extraordinario parecido con el tenista, hoy de 61 años. McEnroe no podría ser otro que Shia LaBeouf, hoy más famoso por sus arrebatos descontrolados (hace poco fue arrestado por manejar borracho) que por su carrera en el cine, casi siempre errática. "Björn nos acompañó desde el principio del proyecto e incluso su hijo Leo lo interpreta de joven. Más autenticidad, imposible", contó Gudnason. "Fue una experiencia catártica", agregó LaBeouf, que no tuvo la misma suerte. "McEnroe es una persona muy ocupada", justificó sin quejas ni molestias.
Donde McEnroe sí aparece, interpretándose a sí mismo, es en el mediometraje de HBO 7 Days in Hell, narrado en clave de falso documental a partir de un supuesto (y memorable) partido jugado en 2001 por dos grandes estrellas, un estadounidense (Andy Samberg) y un británico (Kit Harington, el Jon Snow de Game of Thrones). Esta producción, según confesó Samberg, estuvo inspirada en Fire and Ice, el documental auténtico que recrea los mismos hechos contados desde la ficción en Borg-McEnroe.
La recuperación de la histórica final de Wimbledon 80 en el film que se estrena hoy y del excéntrico encuentro entre Billie Jean King y Bobby Riggs en La batalla de los sexos (ver recuadro) hablan de un interés del cine por el tenis que a lo largo de la historia tuvo resultados muy dispares y expresiones más sueltas que integradas. El protagonista de una tercera obra ligada al cine y al tenis estrenada en Toronto (el documental Love Means Zero) acaba de decirlo en Vanity Fair. "No es que falten buenas películas sobre el tenis. En realidad no hubo ninguna", afirma Nick Bollettieri, el más famoso preparador del mundo, cuya vida en su famosa academia de Bradenton, Florida, se relata en Love Means Zero. Allí se muestra que construir desde la nada a una estrella de la raqueta puede tener elevados costos para su mentor.
Cuando hace memoria, Bollettieri no llega a usar todos los dedos de la mano para contar los títulos que en el pasado hablaron de tenis desde el cine. Woody Allen instala ocasionalmente en los courts a algunos de los personajes centrales de Annie Hall (1977) y vuelve sobre ese deporte, pero con un carácter metafórico sobre el papel del azar, en la escena clave de Match Point (2005). También se recuerda desde la comedia la juguetona aproximación al tenis que Wes Anderson hace para mostrar al personaje de Luke Wilson en Los excéntricos Tenenbaum (2001). Y en la lista aparece Wimbledon (2004), tal vez la única película ambientada de lleno en el mundo competitivo del tenis, mezclando las ambiciones de su protagonista, un jugador profesional, y sus peripecias románticas.
Lo que ninguna de esas obras trabaja con la perfección de Borg-McEnroe es el juego mismo. Metz hizo entrenar a Gudnason (sobre todo) y a LaBoeuf con las técnicas del "tenis de sombras", logrando que los actores memorizaran y reprodujeran cada uno de los golpes de la famosa final de 1980. "Aprendimos entre 35 y 40 puntos diferentes y los repetimos a partir de una serie de sonidos -contó el actor sueco-. Filmamos como si fuese un baile, con los movimientos reales, la velocidad real y el tiempo real de aquel partido. Björn se sorprendió al verlo."
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