Prodigiosa actuación de Helen Mirren
La reina ( The Queen , Gran Bretaña-Francia-Italia-EE.UU./2006, color; hablada en inglés). Dirección: Stephen Frears. Con Helen Mirren, Michael Sheen, James Cromwell, Sylvia Syms. Guión: Peter Morgan. Fotografía: Affonso Beato. Música: Alexandre Desplat. Edición: Lucia Zucchetti. Presenta Distribution Company. 97 minutos. Apta para todo público.
Nuestra opinión: muy buena
Con su mezcla de hechos de conocimiento público e información prolijamente recopilada, su inteligente empleo de material documental y la convincente verosimilitud de su recreación ficcional, La reina promueve la ilusión de espiar la intimidad de la familia real inglesa y observar los comportamientos de sus miembros en un momento crítico: el de la trágica muerte de Lady Di, a pocos meses de la asunción de un gobierno laborista dispuesto a modernizar el país.
Así, mientras por un lado el film satisface uno de los máximos anhelos del culto a la celebridad -conocer el rostro humano del personaje, en este caso uno tan lejano e insondable como Isabel II-, por otro expone el choque entre una arcaica tradición protocolar y la espontánea manifestación emotiva de la ciudadanía, en un episodio que modificó las relaciones de la reina con sus súbditos y con su primer ministro. Al mismo tiempo, sin llegar a proponer un retrato en profundidad de la soberana, echa un vistazo a la naturaleza de su función, sobre todo a través de la relación con su flamante jefe de gobierno.
Tony Blair es el personaje que el inteligente libro de Peter Morgan -que progresa al modo de una crónica cargada de agridulce ironía- utiliza para activar el juego dramático. Esa tenue crónica sigue como en un segundo plano la evolución del complejo vínculo entre dos personajes que representan mundos diferentes, en el fondo quizá más complementarios que opuestos.
La muerte de Diana desnuda el choque de valores: de un lado el rígido ritual victoriano de los Windsor que elige el silencio, ignora el peso de la imagen popular de Lady Di y hace hincapié en su condición de ex integrante de la familia; del otro, la gente común y el manifiesto dolor por la pérdida de su heroína, azuzado por el mismo desenfreno mediático que contribuyó a la tragedia. Blair, próximo al sentir popular y aún aprendiz en el trato con Su Majestad, se compromete cada vez más en la mediación y consigue corregir la miopía real, en beneficio de la monarquía... y de su gobierno.
Detalles
La reina tiene un prólogo y un epílogo brillantes: la primera charla de Isabel y Blair, antes de la tragedia, define en pocos trazos el carácter de uno y otro; el encuentro final, ya superado el cataclismo y más confidencial, pone en boca de la reina la lúcida advertencia: ya conocerá también él en carne propia los vaivenes de la opinión pública. Entre una y otra escena, el meollo del film completa el dibujo de los caracteres y capta sus respectivas transformaciones, mientras imágenes de 1997 y alguna entrevista con Lady Diana hacen su aporte documental. Mucho ha cambiado fuera de los muros de Buckingham y Balmoral: para la reina se hace forzoso admitir la nueva realidad. Blair, a su vez, aprende a comprender y valorar a su soberana.
En la medida en que esas dos figuras concentran la atención del film, los restantes personajes se resumen hasta la caricatura en el caso de Felipe de Edimburgo o de algunos servidores. Entre la intención satírica y el cálido humor se cuela alguna nota de nostalgia: viene de evocar, desde el presente, aquel ánimo esperanzado que imperaba en los inicios del gobierno laborista.
En realidad, es en los detalles sutiles donde el cuadro de enriquece: pequeños gestos, algún tono, alguna palabra, la postura corporal o el diálogo más banal suman precisión a los retratos, que, si en el caso de Blair (Michael Sheen, notable), apunta a definir un carácter, en el de la reina se hace integral merced a la prodigiosa capacidad de Helen Mirren para traducir sentimientos complejos en acciones apenas perceptibles: es casi milagroso que pueda hacer ver en la máscara insondable y adusta de Isabel la sombra de la vulnerabilidad, un relámpago de emoción, una pizca de asombro o de duda. Ejemplos sobran, pero es formidable la secuencia de su paseo solitario en Escocia, el encuentro con el bello ciervo, más allá de su obvia connotación, y el llanto en soledad (y de espaldas), así como el silencioso recogimiento de Carlos ante el ataúd de su ex esposa.
Mucho mérito es de Stephen Frears, pero no hay duda de que La reina habría sido imposible sin una actriz de la estatura de Mirren.