Premios Oscar: una ceremonia más corta con ganadores igualmente polémicos
La Academia de Hollywood quiere cambiar los Oscar, pero todavía no sabe cómo hacerlo. Ni siquiera tiene demasiada idea de hacia dónde apuntar. Aunque llenos de dudas y cuestionamientos internos, la ceremonia de anoche resultó mejor de lo que muchos pensaban. Tras la renuncia del cómico Kevin Hart, la 91ª edición de los Oscar se quedó sin conductor y, desde entonces, fue creciendo la idea de hacer un show más corto. ABC, cadena de televisión que transmite el evento, quería reducir su duración del récord histórico de 263 minutos en 2002 a exactas tres horas. No lo logró (tuvo que dar marcha atrás con la idea de dar cuatro premios durante los cortes comerciales), pero sus "escasos" 195 minutos resultaron un primer hallazgo.
La Academia y ABC intentaron detener la fuga de público con mucha música: desde una potente apertura con Queen y Adam Lambert (surgido de American Idol) hasta el pico emotivo de la íntima performance de "Shallow" (ganadora del premio a mejor canción) a cargo de Lady Gaga y Bradley Cooper. Aunque para algunos el Oscar se pareció por momentos demasiado a los Grammy, fue un intento para contener a una audiencia en constante declive. De todas formas, ni siquiera lograron que los cinco temas nominados fuesen presentados en vivo, ya que Kendrick Lamar y SZA se negaron a interpretar el tema "All the Stars", de Pantera Negra.
En el terreno de los premios hubo algunas sorpresas y unos cuantos favoritos que ratificaron su condición de tales. Las estrategias (el Oscar es un universo lleno de lobistas) dieron su fruto. Así, por ejemplo, Mahershala Ali, uno de los dos protagonistas de Green Book: Una amistad sin fronteras, junto a Viggo Mortensen, ganó como actor de reparto, mientras que Olivia Colman, que tiene menos espacio en La favorita que las "secundarias" Emma Stone y Rachel Weisz , terminó dando la sorpresa al arrebatarle la estatuilla a mejor actriz a Glenn Close .
¿Más contradicciones? En una noche con récord de ganadores afroamericanos, la Academia premió una película sobre el racismo escrita, dirigida y producida por blancos (varios de ellos cuestionados por sus dichos xenófobos. como el coguionista Nick Vallelonga), mientras que Spike Lee –quien criticó duramente la elección– apenas recibió el de mejor guion adaptado por la mucho más combativa El infiltrado del KKKlan. De todas maneras, la presentación que de su film hizo Barbra Streisand y su encendido discurso político sobre el escenario quedarán como dos momentos cumbre de este año.
La hipocresía también reinó anoche con Bohemian Rhapsody, que terminó siendo la más favorecida, con cuatro estatuillas. Bryan Singer –acusado de abuso sexual– no fue nombrado siquiera en los agradecimientos. Una película "sin" director. Otro dislate fue el In Memoriam, segmento en el que se recuerda a los fallecidos durante el último año. Por cuestiones de tiempo no llegaron a incluir al maestro Stanley Donen, pero tampoco figuraron Jonas Mekas, Sondra Locke, Carol Channing ni muchos otros. Desprolijidades inaceptables.
La Academia terminó premiando más el éxito de taquilla que el prestigio. Bohemian Rhapsody (cuatro estatuillas), Pantera Negra (tres) y hasta Green Book son producciones de los grandes estudios que no tuvieron críticas demasiado entusiastas, mientras que Roma, La favorita o El infiltrado del KKKlan sí recibieron elogios generalizados. Netflix y Roma también fueron víctimas de esas contradicciones. Por un lado, fue el cuarto triunfo en los últimos cinco años para un realizador mexicano, pero se quedó sin el premio principal. El gigante del streaming, que invirtió 25 millones de dólares en promocionar este film de época, en castellano y en blanco y negro (bastante más que los 15 millones que había costado producirlo), debió conformarse con tres estatuillas (dirección, fotografía y película extranjera) y otra por el cortometraje Period. End of Sentence.
El mensaje quedó bastante claro: Netflix ya ha sido aceptado en las grandes ligas del cine, pero aún tiene que "hacer méritos" para consagrarse en un evento en el que la Academia se debate entre sostener o liberarse de su tradición más conservadora y cierta tendencia a la demagogia y el consenso tranquilizador.
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