Repasamos cinco injusticias cometidas por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood a lo largo de los años
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Martin Scorsese hizo su debut formal con la película ¿Quién llama a mi puerta?, en el año 1967. A lo largo de las siguientes décadas, este realizador estrenó un generoso puñado de clásicos instantáneos, como Taxi Driver, Toro salvaje, Después de hora y Casino, por citar las más obvias. Y aunque los elogios de la crítica se acumulaban, el Oscar a mejor director se le escapaba una y otra vez.
Recién en 2007 Scorsese recibió dicha estatuilla gracias a su film Los infiltrados; la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood necesitó cuarenta años para finalmente reconocerlo como un realizador notable. Pero lejos de ser una excepción, esa es apenas una de las tantas injusticias cometidas por los votantes del Oscar. A continuación, repasamos otros cinco casos de inexplicables reconocimientos y omisiones que dejaron estos premios.
Vidas cruzadas, una victoria incomprensible
Resulta imposible armar una lista sobre Oscar injustificados sin encabezarla con Vidas cruzadas, una lección de moralina envasada en 112 minutos de duración que contiene todos los temas que en Hollywood tanto gustan premiar. Se trata de un relato colectivo que compila innumerables situaciones de abuso y discriminación, y que sirve para confirmar que sí, que algunas personas pueden ser sumamente ruines. Pero eso no tiene por qué ser buen cine, y de hecho, varias películas abordaron los mismos tópicos con mucho mayor vuelo artístico que el film de Paul Haggis.
Sin embargo, parece que el mensaje es más importante que lo artístico, y Vidas cruzadas se llevó el Oscar a mejor película, derrotando en esa misma noche a otras cuatro opciones que, en mayor o menor medida, eran mucho más atractivas. Capote, Secreto en la montaña, Buenas noches y buena suerte y ni más ni menos que Munich, de Steven Spielberg, perdieron en esa categoría. De más está decir no solo que Vidas cruzadas quedó en el olvido, sino que al día de hoy es uno de los mayores bochornos en términos de priorizar una película evidentemente mediocre por sobre otros largometrajes mucho más ricos en su propuesta y ejecución.
El hilo fantasma y el Oscar que no fue
Paul Thomas Anderson no tiene ningún Oscar como mejor director. El responsable de películas como Juegos de placer, Embriagado de amor y Petróleo sangriento, jamás se llevó una estatuilla por su trabajo como realizador. Pero en 2017, todo indicaba que iba a tener revancha: ese año, su película El hilo fantasma le había significado la nominación a mejor director y a mejor película. La competencia no era fácil y los nombres en competencia tenían grandes posibilidades, pero la trayectoria de Anderson y el que jamás hubiera recibido un Oscar lo anticipaban como un gran candidato. Sin embargo, Guillermo del Toro y La forma del agua se quedaron con ambas distinciones.
Desde luego que del Toro es un director excepcional, pero premiarlo por esa película -una de las menos interesantes de su filmografía- dejó con sabor a poco. La incuestionable calidad de El hilo fantasma, y más recientemente de Licorice Pizza, invitan a preguntarse qué más debería hacer Thomas Anderson para ganar un Oscar, siendo él un nombre ineludible para comprender el cine actual (por cierto, esto también aplica al creador de Los excéntricos Tenenbaums, el otro Anderson también eternamente ninguneado por los votantes de la Academia).
Judd Apatow: el estigma de dedicarse a la comedia
Es histórico, es sabido y es innegable: los Oscar no están interesados en la comedia (ni en los géneros populares, como la aventura o el terror). Los actores de comedia no son demasiado relevantes para estos premios (a menos que se vuelquen al drama, desde luego), y los directores que se abocan al humor saben que no tienen un espacio en esa ceremonia (a menos que les toque presentar una terna). Y si hubiera que abreviar en un solo nombre la injusticia de los Oscar hacia la comedia, ese sería el de Judd Apatow. En su rol de director y productor, Apatow fue el responsable de películas clave del siglo XXI, títulos que se instalaron en la cultura popular y que son bandera para distintas generaciones.
Por mencionar unos pocos largometrajes que bien podrían haber tenido un Oscar, y en los que Apatow estuvo involucrado, alcanza con recordar a Ligeramente embarazada, Funny People, Bienvenidos a los cuarenta, Superbad, Damas en guerra, ¿Puede una canción de amor salvar tu vida?, y desde luego, Virgen a los 40 años. Que pueda resultar descabellado premiar una comedia tiene que ver con la mirada prejuiciosa que la Academia tiene sobre ese género, mientras otros dramas que se oxidaron a paso acelerado recibieron numerosos reconocimientos (como por ejemplo, el título que viene a continuación).
El (olvidado) discurso del rey
Hay películas que responden a una agenda efímera y se convierten en tema de diálogo entre espectadores que consideran que alcanza con tocar determinados temas para que una película sea buena. Esa es una ecuación muy habitual en los Oscar, y la prueba de ello es lo que sucedió con El discurso del rey. Llena de golpes bajos y de momentos que buscan la emoción fácil, este film de Tom Hopper (¡quien también ganó como mejor director!) quedó prácticamente en el olvido, poco tiempo después de su premiación. Nadie la recuerda, nadie la cita, a nadie le importa y es muy poco probable que el público más joven la busque para saber “de qué se trató ese título que ganó el Oscar en 2010″. Peor aún es revisar qué otras películas competían con ese premio, porque entre las aspirantes a conseguir la estatuilla se encontraban Red social, de David Fincher, y Toy Story 3, de Lee Unkrich, dos títulos hoy son ampliamente revisados y en perspectiva, mucho más valiosos.
Ocho nominaciones pero ningún premio
En los Oscar que premiaban lo mejor de 1980, El hombre elefante, de David Lynch, recibió ni más ni menos que ocho nominaciones, entre las que se destacaba mejor película, mejor director, mejor guion adaptado y mejor actor protagonista. Y para sorpresa de nadie, la película no ganó nada. Durante el futuro de su obra, Lynch volvería a ser nominado a mejor director apenas dos veces más (por Terciopelo azul y El camino de los sueños), y su carrera se distanció de los Oscar por motivos que no resultan difíciles de intuir. Considerado uno de los directores experimentales más importantes del cine moderno, este realizador no marida bien con los grandes números de taquilla, ni le da demasiada importancia al feroz lobby que se esconde detrás de muchas películas oscarizadas. Y no contar con una foto de Lynch con una estatuilla en mano, inevitablemente lleva a preguntarse hasta qué punto los Oscar son tan representativos del cine.
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