Premios Oscar: Hollywood busca un nuevo rostro global para sus historias
"Soy un inmigrante", dijo Guillermo del Toro, orgulloso, cuando recibió el premio a mejor director en la 90» entrega de los Premios Oscar, que anteanoche demostró que Hollywood había escuchado los reclamos y que, más tarde que temprano, había llegado la hora del cambio. La inclusión y la diversidad de géneros, nacionalidades y razas fue el denominador común de una ceremonia más inspiradora que inspirada en la que los latinos asumieron un papel protagónico inédito. Su emergente más claro fue el mexicano Del Toro, que luego de ganar como director volvió al escenario al final de la fiesta para llevarse su premio más importante: el de mejor película por La forma del agua.
Con su triunfo, Del Toro confirmó la predilección de los Oscar por los directores de su país. Fue la cuarta vez en cinco años que un realizador mexicano se lleva ese galardón. Sus antecesores y amigos del alma fueron Alejandro G. Iñárritu (por Birdman, en 2015, y El renacido, un año después) y Alfonso Cuarón, que ganó en 2014 por Gravedad.
Que la mejor película extranjera resultara la chilena Una mujer fantástica y que su protagonista, la actriz trans Daniela Vega, participara de la ceremonia como presentadora completaron un cuadro asombrosamente inclusivo para el cine hecho en los márgenes de la industria o, como en el caso de Del Toro, realizado en ella, pero con sus propias reglas.
Por si a alguien le quedaban dudas, promediando la ceremonia, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas demostró que estaba decidida a enmendar sus errores del pasado -el intercambio de sobres ganadores de 2017- y el duro año que atravesó la industria por las denuncias de acoso sexual, incluyendo en su ceremonia la mayor cantidad de momentos "históricos posibles".
Así, luego del deslucido monólogo inicial del conductor Jimmy Kimmel -que hizo referencia a casi todos los temas de la agenda política de los Estados Unidos sin detenerse en ninguno-, la producción reservó un espacio para el movimiento #MeToo, encarnado por Ashley Judd, Anabella Sciorra y Salma Hayek, tres de las actrices que denunciaron por acoso y abuso al productor Harvey Weinstein, quienes presentaron un segmento pregrabado dedicado a todos los integrantes de Hollywood que desafían las viejas y discriminatorias prácticas de la industria.
"Este año muchos dijeron su verdad, y aunque el camino por delante es largo, lentamente se abrió una nueva senda", dijo Sciorra. Una idea que reafirmó Frances McDormand al recibir el premio a la mejor actriz por su papel en Tres anuncios para un crimen. Además de pedirles a todas las nominadas presentes que se pararan en sus lugares, contundente demostración de presencia y de su limitado número, y reclamar espacios para que se cuenten sus historias, la actriz cerró su discurso con el pedido a sus colegas de que incluyeran en sus contratos una cláusula que exige la contratación de un piso de 50 por ciento de minorías en el elenco y equipo técnico en las películas que vayan a protagonizar.
Un tema por demás complejo para una industria que, mientras celebra iniciativas por la igualdad y las protestas como Time's Up, al mismo tiempo no termina de resolver las disparidades entre los salarios de los hombres y las mujeres ni el acceso equilibrado a los puestos de trabajo, y que no sabe qué hacer con la catarata de denuncias de acoso que rozan a los suyos.
Esa contradicción fue evidente cuando la alfombra roja de E!, señal que históricamente transmite la llegada de las estrellas a la fiesta, perdió el brillo y la asistencia perfecta de los nominados que quisieron evitar la entrevista con Ryan Seacrest, conductor estrella del canal y reciente denunciado por acoso. Se trató de un comienzo inusual, tenso y desconcertante de una ceremonia que pretendió ser un faro de inclusión y diversidad.
Y por momentos lo logró. Como cuando Lupita Nyong'o y Kumail Nanjiani presentaron la categoría de diseño de producción hablando de sus países de origen, Kenia y Paquistán, respectivamente, y su sueño de trabajar en Hollywood haciendo referencia a los dreamers, los jóvenes inmigrantes que podrían ser deportados si Donald Trump derogara las leyes que los protegen.
Claro que en términos de los cambios que debe hacer la industria del cine si quiere ampliar su nivel de representatividad el avance más significativo fue el triunfo de Jordan Peele en la categoría de mejor guion original por ¡Huye!, un filmque habla del racismo con el lenguaje del cine de terror. Que haya sido la primera vez en los noventa años del Oscar que el premio queda en manos de un guionista negro habla de la arraigada discriminación en la industria, que anteanoche demostró que está dispuesta a reconocer algunos de sus errores.
Más palabras que triunfos
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Fueron las mujeres ganadoras en la fiesta: Es la peor cosecha desde 2012, y una llamada de atención para la industria, que tiene mucho camino por recorrer.
Pánico y locura en la fiesta
Sin llegar a los niveles de pánico y locura de 2017, la ceremonia de los Oscar siempre deja alguna que otra curiosidad. Este año, la protagonista fue McDormand, que en medio de la celebración por su premio descubrió que se lo habían robado gracias a un fotógrafo, que advirtió que un hombre se llevaba la estatuilla. A las pocas horas el sospechoso había sido detenido y el Oscar devuelto a su legítima dueña. Otra peculiar postal de la noche fue la que cerró la transmisión: Mark Bridges, ganador del premio a mejor vestuario por El hilo fantasma, apareció sobre el escenario subido al jet ski que se ganó por haber dado el discurso más corto de toda la ceremonia. Que Helen Mirren fuera su acompañante fue además inolvidable.
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