Premios Oscar 2023: lo mejor y lo peor de la ceremonia
El domingo se entregaron los galardones de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, en una edición con altibajos y con una película que monopolizó la noche
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Después del resonante cachetazo que le dio Will Smith a Chris Rock en la entrega previa de los premios que otorga la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, este año la ceremonia que consagró a Todo en todas partes al mismo tiempo como la mejor película se llevó a cabo con una celeridad y un tono que no permitió disrupciones de ninguna clase. En esta nota, un repaso por los altibajos de una noche en la que primó el deseo de inclusión, en muchas ocasiones en detrimento, paradójicamente, de diferentes formas de hacer cine.
LO MEJOR
*Una ceremonia correcta, sin traspiés ni papelones
Más allá del tiempo transcurrido, estaba claro que la huella que dejó el “Slapgate” iba a convertirse en el elefante en la habitación para los organizadores de la ceremonia. Por lo tanto, apelaron al timming para la comedia de su conductor, Jimmy Kimmel, un anfitrión sobrio y no precisamente controversial, para aludir al tópico desde el inicio. “Este año me voy a asegurar de que todos la pasen bien, al igual que yo; me voy a cuidar y por eso, si veo algún indicio de violencia física, le voy a dar un Oscar a esa persona y tiempo para su discurso”, expresó el anfitrión en uno de los primeros gags de su monólogo de apertura. De esta forma, se resolvía el enigma de si los Oscar iban a hacer referencia a uno de los mayores escándalos suscitados en su epicentro.
La broma, que fue retomada horas más tarde, tuvo su correlato con el tono de la ceremonia, una que se llevó a cabo sin estridencias, pero también sin momentos verdaderamente memorables. La fluidez de la entrega, que se desarrolló de manera puntual y sin sobresaltos, fue lograda no solo por Kimmel sino también por presentadores que cumplieron su labor correctamente y con algunos que incluso tuvieron chispazos de creatividad, como Elizabeth Banks y la compañía del “oso intoxicado” de su exitoso film homónimo.
Asimismo, los números musicales, armónicamente distribuidos, tampoco resultaron disonantes. El equilibrio entre la rendición “al desnudo” de Lady Gaga de “Hold My Hand”, la emotividad de Rihanna al interpretar “Lift Me Up” y la fiesta que se suscitó cuando llegó el momento de la ganadora “Naatu Naatu” contribuyeron a que no se produzcan baches.
Lo mismo sucedió al momento de presentar el In Memoriam, donde la voz de Lenny Kravitz, la poderosa imagen de un emocionado John Travolta y las imágenes de los artistas que fallecieron en el último año (hubo algunos olvidos, a esta altura, imperdonables) siguieron en la línea de la sobriedad, de no recargar una ceremonia con saltos al vacío. En síntesis: si todo fluyó, fue porque no se buscó arriesgar demasiado. Tras el “slapgate”, la decisión fue correcta.
*El celebrado “comeback” de Brendan Fraser
En cada temporada de premios se puede vislumbrar el abanico de campañas de los actores para alcanzar ese ansiado Santo Grial: pararse en el Dolby Theatre con la estatuilla dorada en la mano. Entre las diferentes formas de pujar por el Oscar se encuentra aquella que surge espontáneamente. A veces, el tener una narrativa fuerte puede llevar a un artista al galardón máximo, sin necesidad de recurrir a movidas más notoriamente desesperadas.
Brendan Fraser siempre tuvo la narrativa y tuvo la interpretación incuestionable desde esa primera ovación en el Festival de Cine de Venecia donde fue aplaudido por su actuación en La ballena, la fallida película de Darren Aronofsky de la que el actor sale indemne. Su personificación de Charlie, ese profesor con obesidad que no sale de su departamento fue, para Fraser, una forma de conectarse con sus propios miedos, con su propio pasado, con sus propios traumas. En más de una ocasión remarcó como el cineasta, como hizo con Mickey Rourke y El luchador, le había dado un canal creativo perfecto para manifestarse, y él no dejó pasar la oportunidad de exprimir todas las aristas de ese personaje por el que se llevó la estatuilla este domingo.
Ese “comeback” -esos regresos que tanto la gustan a la Academia-, en este caso tenía un trasfondo muy duro para el actor, quien se alejó de Hollywood por problemas de salud y un cuadro depresivo directamente relacionado con un episodio de abuso que vivió en la industria y por el que no logró volver a la estelaridad de otras épocas. Finalmente, llegó Aronofsky, llegó Charlie, y llegó el respaldo de sus colegas, que se conmovieron con cada discurso de los premios que cosechó en la antesala a unos Oscar en los que peleó “cabeza a cabeza” con Austin Butler.
Debido a las directivas de que los discursos sean sucintos, Fraser no pudo explayarse como sí lo hizo en los Critics’ Choice, pero sí maximizó el tiempo para agradecer al equipo que trabajó con él, a su familia y al arte como su salvavidas, como el mejor vehículo para la sanación.
LO PEOR
*La búsqueda de inclusión quedó a mitad de camino
Basta con mirar los 10 títulos elegidos por la Academia como los mejores largometrajes del año para notar un deseo de incluir lo más destacado, pero reduciendo a dichos films a ciertos nichos, como si no existiera realmente una búsqueda de lo expansivo. Ante las quejas de que las películas taquilleras no son tenidas en cuenta, Avatar: el camino del agua y Top Gun: Maverick representaron a las “elegidas de la audiencia”; para no continuar mirándose el ombligo, la Academia también anunció que el film ganador de la Palma de Oro en Cannes, El triángulo de la tristeza, estaba en su lista final de nominados al galardón máximo, como también una producción extranjera como la alemana Sin novedad en el frente.
A pesar de ello, hay una contradicción señalada de manera elocuente por la realizadora de Mujer maravilla, Patty Jenkins. En diálogo con Variety, la cineasta aseguró sentirse “rendida” por “la falta de diversidad” de los premios. “Dejé de prestarles atención porque los números no están en equilibrio, agradezco el esfuerzo que se está haciendo, pero todavía falta mucho para que veamos premios verdaderamente diversos”, añadió en una declaración en la que la palabra esfuerzo resalta más que ninguna otra. En efecto, la Academia parece esforzarse por demás en ese camino de inclusión tomando a una producción o a una narrativa (esta vez, una película sobre el anhelo de unión familiar) y ubicándola en el centro como suerte de símbolo del cambio.
De todos modos, que Todo en todas partes al mismo tiempo, un largometraje muy inferior a varios de sus competidores, haya arrasado con siete galardones (un escenario similar al de Slumdog Millionaire en 2009, que se llevó ocho Oscar) no corrige la omisión de Charlotte Wells en la categoría de mejor dirección por Aftersun, ni tampoco la de Sarah Polley, quien al menos pudo ganar por el guion adaptado de Ellas hablan. No es casual que Kimmel haya abierto la ceremonia mencionando dos actuaciones femeninas ignoradas, ambas brindadas por dos actrices afroamericanas: Danielle Deadwyler por Till y Viola Davis por La mujer rey.
De hecho, la polémica candidatura de Andrea Riseborough (merecida, pero sujeta a una investigación a fin de cuentas) en la categoría mejor actriz y la cuestionable decisión de Michelle Yeoh de compartir un artículo en el que se mencionaba cómo Cate Blanchett ya tiene dos Oscars tiñeron de controversia un triunfo histórico para la intérprete asiática. Todo en todas partes al mismo tiempo se convirtió en la primera película desde Network, en 1977, en premiar a tres de sus actores, y eso habla de una efusividad impostada, como si se hubiesen querido poner todos los huevos en una misma canasta. Es así que de esos 10 títulos nominados a mejor película, la mitad se fue con las manos vacías; entre ellos, films excepcionales como Los Fabelman, Los espíritus de la isla, y Tár.
*Argentina, 1985 y el Oscar escurridizo
Las sorpresas en los Oscar surgen cada tanto. De todas maneras, los premios precursores, especialmente los de los sindicatos, empiezan a enviar señales de lo que acontecerá en la entrega de la Academia. Este año, se impuso lo previsible. Por más expectativas de triunfo que había por la excelente película de Santiago Mitre, Argentina, 1985, el largometraje sobre el juicio a las Juntas no pudo igualar los triunfos de La historia oficial, en 1986, y de El secreto de sus ojos, en 2010, ya que el Oscar a la mejor película internacional se lo quedó la alemana Sin novedad en el frente.
Si bien el hecho de que la remake del film de Lewis Milestone estuviese nominado también como mejor película era un indicio de que iba a imponerse en la categoría de mejor película internacional, la estadística podía romperse. De hecho, los cuatro Oscar para la película de Edward Berger también resultaron excesivos, sobre todo en las categorías de mejor banda sonora y diseño de producción, en los que la divisiva Babylon de Damien Chazelle había logrado lucirse, incluso para los sindicatos. Por lo tanto, aunque ciertas reglas eventualmente se terminan rompiendo, Argentina, 1985 peleó por la estatuilla en un año donde la Academia decidió, como en la ceremonia misma, ceñirse a lo seguro.
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