Premios Oscar 2022: el barbijo, un problema sin solución para los organizadores de la ceremonia
La fiesta vuelve al Teatro Dolby, con capacidad para 3400 invitados, pero las normas sanitarias exigen el uso de tapabocas, que a su vez complican la transmisión; ¿se viene una entrega con butacas vacías?
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El Oscar volverá a su casa. El domingo 27 de marzo la industria del cine se festejará una vez más a sí misma con la entrega de sus premios más importantes en el clásico escenario del Teatro Dolby, ubicado en el corazón de Hollywood, en el cruce de la avenida del mismo nombre -Hollywood Boulevard- y Highland.
Todavía no hubo confirmación oficial por parte de la Academia de Hollywood, pero los medios que siguen con mayor atención y rigor las novedades de la capital mundial del entretenimiento dan por hecho ese regreso. Para los organizadores del Oscar 2022 es una decisión esencial e impostergable. Si no se recupera cierta normalidad será imposible volver a llamar la atención del público y dejar atrás las desafortunadas experiencias de los últimos años (sobre todo la olvidable ceremonia de hace un año en el escenario alternativo de la terminal ferroviaria Union Station) que terminaron con el rating televisivo más bajo de la historia.
Ahora bien, ¿qué clase de normalidad tendrá el Oscar 2022? Estados Unidos parece estar saliendo de la pandemia, pero algunas restricciones sanitarias bastante severas se mantienen en California. Ya es un hecho que no será obligatorio para los invitados tener la vacuna contra el Covid. Nadie requerirá para el acceso certificados o pases sanitarios.
Un regreso con protocolos, ¿pero cuáles?
Pero la Academia de Hollywood exigirá de cada asistente, en línea con las normas sanitarias oficiales del condado de Los Ángeles, la constancia de un test con resultado negativo realizado en las horas previas a la ceremonia. Y a los asistentes no vacunados se le podrían exigir algunos requisitos adicionales. Son medidas oficiales que se aplican para los “megaeventos bajo techo”, categoría que alcanza a las reuniones de ese tipo con 500 o más asistentes.
Los organizadores ya han dicho que se adaptan sin inconvenientes a estos procedimientos. El problema al que se enfrenta la Academia es otro y seguramente se explica por esta razón la demora en anunciar qué características tendrá la ceremonia este año. Es nada más y nada menos que el uso del barbijo.
Las normas sanitarias de Los Ángeles ordenan que en cualquier “megaevento bajo techo” con más de 500 asistentes todo el mundo debe permanecer con la nariz, la boca y el mentón cubiertos. El Teatro Dolby tiene capacidad para 3400 personas y ya sabemos que la fiesta del Oscar se hace allí con lleno completo. Mucha gente se queda afuera porque las butacas nunca alcanzan para todos.
Aquí la Academia se enfrenta a una encrucijada. Los productores de la ceremonia televisiva saben que no tendría el mismo efecto en el público ver a las estrellas de cine más famosas del mundo con la mitad de la cara tapada. ¿Cómo celebrar el regreso del público a los cines y la salida de la pandemia junto a celebridades enmascaradas? ¿Cómo darle a la máxima fiesta de la industria del cine el glamour soñado en medio de tantas caras conocidas, ocultas?
Como si fuera poco, no hay margen temporal para las correcciones. El martes pasado, poco después del anuncio de los nomindos, la directora de salud pública del condado de Los Ángeles, Barbara Ferrer, dijo que el uso obligatorio de barbijos en las reuniones masivas bajo techo podría quedar sin efecto, como muy temprano, para principios o mediados de abril. El Oscar 2022 se celebra a fines de marzo. “Este no es el momento adecuado para dejar de usar tapabocas bajo techo y sobre todo en eventos masivos”, dijo la funcionaria.
El antecedente NBA
Un análisis que aparece en el muy autorizado sitio Deadline señala que en algunos grandes acontecimientos deportivos realizados bajo techo, como los partidos que juegan Los Angeles Lakers en la NBA, la inmensa mayoría del público está sin barbijo. Y recuerda que según las normas sanitarias locales la responsabilidad de controlar esa anomalía está a cargo de cada organizador, expuesto a multas y sanciones en caso de incumplimiento. Algo que no ocurrió en ningún caso hasta el momento. “El Teatro Dolby podría hacer lo mismo en el caso del Oscar y esperar que no pase nada, pero la visión de cientos de celebridades burlándose deliberadamente de una medida sanitaria oficial tendría un efecto muy diferente de la que surge cuando miles de fanáticos de un deporte hacen lo mismo”, agrega la publicación. Ningún famoso, en principio, estaría dispuesto a violar una norma de manera tan ligera y flagrante.
Quedaría para los organizadores la alternativa de reducir la cantidad de invitados a menos de 500, porque el barbijo es obligatorio para los “megaeventos” a partir de ese número. Reducir de 3400 a 500 la concurrencia en la ceremonia del Oscar es casi una quimera. Y un riesgo enorme. La máxima fiesta de la industria “celebrando” el regreso de la presencialidad con butacas vacías sería un efecto muy contraproducente, según la opinión mayoritaria.
El dilema complica a los organizadores de la ceremonia televisada y sigue sin resolverse cuando falta cada vez menos para la ceremonia. Mientras tanto, ajena a toda esta encrucijada, la Academia de Hollywood sigue decidida a recuperar la normalidad.
Además de haber anunciado la vuelta de un presentador para la ceremonia (o de varios, todavía no se sabe ni hay nombres confirmados), la Academia acaba de confirmar la reanudación de funciones presenciales para sus miembros, que deben votar por los ganadores de cada categoría entre el 17 y el 22 de marzo, la semana previa a la ceremonia.
En el bello auditorio principal de la Academia de Hollywood, que lleva el nombre del legendario productor Samuel Goldwyn, se proyectarán a partir del 21 de febrero los 38 largometrajes nominados, casi todos en la modalidad de doble programa. Por ejemplo, CODA: señales del corazón y Encanto; Duna y Luca; Amor sin barreras y Raya y el último dragón; La casa Gucci y Spencer; El callejón de las almas perdidas y La hija oculta. Las únicas excepciones son Drive My Car (tres horas) y Sin tiempo para morir (dos horas y 44 minutos). Son tan largas que deben exhibirse solas.
¿Se le ocurrirá a algún exhibidor local armar este tipo de doble programa para el público argentino en los días previos a la ceremonia? Podría tener una excelente convocatoria y, además, podría ayudar a crear un clima de expectativa alrededor de un premio que necesita recuperar cuanto antes el interés del público.
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