Premios Oscar 2020: por qué ganó Parasite y por qué hizo historia
Y llegó el día en que al surcoreano Bong Jong-Ho lo conoce todo el mundo y está en las tapas de todos los diarios. Ayer ganó el premio Oscar como mejor director y también otro por el guion que escribió junto a Han Jin-won. Y su película Parasite no solamente ganó como mejor film internacional (categoría que antes era "extranjero" y luego "hablado en idioma no inglés") sino también como mejor película a secas, el premio mayor, el que se entrega al final de la ceremonia. Y esto es la primera vez que ocurre en la historia de estos premios. Es decir, Parasite, que lleva más de 120.000 entradas vendidas en la Argentina, es algo así como "doble mejor película", con un premio encima de otro. Y de otros más, porque también ganó la Palma de Oro en Cannes en mayo de 2019, o sea el premio mayor del festival más importante del mundo.
¿Recién llega Bong al cine? No, se trata de uno de los cineastas más importantes y exitosos de este siglo. En 2006 presentó The Host, película "de monstruo" que se convirtió en la más exitosa de la historia –hasta ese momento– de Corea del Sur. ¿El cine de Corea del Sur era en esos tiempos una industria modesta, de poco éxito, por lo cual era sencillo lograr un récord? No, pero eso lo veremos un poco más abajo. Resulta que The Host se estrenó comercialmente en la Argentina en 2007, luego de pasar por el Bafici. En el Bafici agotó las funciones, pero como estreno fue un rotundo fracaso. ¿Y antes de The Host? En el Bafici ya se habían dado Memories of Murder (su thriller de 2003 que muchos comparan con Zodíaco de David Fincher) y también su ópera prima Barking Dogs Never Bite, en competencia internacional. Bong estuvo en Buenos Aires en esa ocasión, en 2001. Luego volvería a la Argentina para el festival de Mar del Plata en 2013, como jurado y con una retrospectiva de sus películas (menos Snowpiercer, era problemático conseguir autorización para exhibirla y es realmente increíble que no se haya estrenado luego en la Argentina; actualmente está disponible en Amazon Prime Video).
¿Cómo puede ser que recién ahora Bong se haya hecho conocido para un público internacional más amplio? En parte porque ya venía creciendo en difusión con su película anterior, Ojka, producida por Netflix, y sobre todo porque Parasite se ha convertido en algo así como "un evento", y él en la imagen del cine de Corea del Sur hacia el resto del mundo. Es para festejar que el cine surcoreano llegue a más público globalmente y que triunfe en el corazón de la industria de Hollywood. Pero siempre está el riesgo de que su imagen se convierta en la representación totalizante del cine de su país en este armado de algo así como un "world cinema", que suele generar esa sensación de que hay países que tienen "un director relevante" y en él se condensa todo el cine de ese origen. El riesgo de que ocurra algo similar al caso de Pedro Almodóvar y el cine español desde hace varios años.
El cine de Corea del Sur es mucho más que Bong y Parasite y es recomendable explorarlo. Varios de sus grandes directores ya han filmado producciones con estrellas en inglés, como el propio Bong en Snowpiercer con Chris Evans y Tilda Swinton; Park Chan-Wook en Stoker con Nicole Kidman, o Kim Jee-woon en El último desafío, con Arnold Schwarzenegger. El cine de Corea del Sur, y esto es muy destacable, es el cine preferido de los espectadores de Corea del Sur. Y, para mayor excepcionalidad, eso logró cuando la mayoría de los cines nacionales que habían sido exitosos en otras décadas empezaban a achicarse. En 1993, el porcentaje de entradas vendidas para películas coreanas en Corea fue del 13,9%. En 2005 fue del 59%. En 1995 se vendía en promedio una entrada de cine por habitante por año. Diez años después ese promedio se había cuadruplicado. Es decir, el cine nacional había crecido de forma extraordinaria, y había hecho crecer –a velocidad inusitada– el consumo de cine en general. Hubo cuota de pantalla, ideas y políticas culturales para impulsar y sostener el éxito, excelencia técnica, una industria aceitada, géneros trabajados con persistencia y hasta se generó un star system. En 2018 el cine surcoreano seguía siendo el preferido de su público, con más del 50% del total de las entradas vendidas. Es decir que estamos hablando de un fenómeno sostenido, sólido, que existe desde hace muchos años. Y que ahora, por suerte, quizás sea tomado como ejemplo por más países y cinematografías nacionales.
Este fenómeno fulgurante y tremendamente veloz del cine surcoreano es comparable, claro, con la historia de su economía en el último cuarto del siglo XX, un capitalismo dirigido y apuntalado por el Estado –con controles, rigores, represiones y disciplinas que derivarían en diversos conflictos– que buscó captar inversiones extranjeras, sobre todo japonesas y estadounidenses. La relación de Corea del Sur con los Estados Unidos, luego de la división del país tras la guerra, ha sido estrecha, con gran presencia e influencia norteamericana en el país de extremo oriente (son notorios los monumentos militares estadounidenses en el cementerio de Seúl). El triunfo de Bong ayer, nada menos que en el corazón del cine de Hollywood, es un material muy rico para la psicología social y para diversas interpretaciones. Algo definitivamente ha cambiado en el cine.
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