La película que hoy es uno de los clásicos de Sergio Leone tuvo que atravesar muchas dificultades para convertirse en realidad, incluso el director tuvo varios enfrentamientos con su equipo y serios problemas presupuestarios
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Fue el paradigma del género popular y auténtico perfil del cine norteamericano, pero para los años sesenta buena parte del western había olvidado su matriz de aventuras en virtud de reforzar el discurso edificante donde la osadía de cara a un horizonte nuevo ensamblaba la épica pero, cada vez más, la historia fundante de una nación. Pero allí donde los valores morales del western norteamericano metaforizaban una mirada política y social, soslayando cada vez más el entretenimiento, se le opuso casi por accidente el “spaghetti western” con su estilo de caricatura y de exceso, de violenta fábula con marcada crueldad, que va a ser la coda para un género que marchaba hacia su ocaso en su geografía original, pero que con estas producciones menores rodadas en Italia y España va a encontrar un curioso reverdecer. De todos los nombres que brindó desde los ‘60 el western spaghetti -y que se cuentan de a decenas con directores como Sergio Corbucci, Giorgio Capitani, Lucio Fulci, Enzo Castellari, Antonio Margheritti, entre tantos otros- solo Sergio Leone logró aunar el sentir popular y la aprobación crítica con títulos indelebles, erigiéndose además como sinónimo del director que edificó el “spaghetti western”. De tal forma “el período histórico de la expansión al oeste americano y la implantación (¿heroica o brutal?) de formas culturales y sociales que representan el triunfo de la civilización sobre la barbarie, ejemplificada esta última no sólo en la población india beligerante, sino también en las manifestaciones delictivas de las minorías blancas que pululan en el momento del caos que preceden al orden”, tal como anota con su agudeza habitual el crítico Isaac León Frías en su libro El cine en las entrañas (compilación de textos de la mítica revista peruana Hablemos de cine), son reemplazadas por un western europeo impreciso geográficamente pero que en su artificio desnuda, casi sin quererlo, las contradicciones de aquel western edificante y colonizador concretando un género nuevo que hoy tiene casi tantos fieles seguidores como aquel.
Pero de todas las combinaciones posibles del “spaghetti-western”, con nombres tan sonoros como Franco Nero, Bud Spencer, Gianni Garko, Fabio Testi e incluso el uruguayo George Hilton, la “santa trinidad” del western quedó marcada a fuego por tres grandes firmas: Sergio Leone en la dirección, Ennio Morricone en la música y Clint Eastwood como protagonista. Esa comunión brindó una de las más memorables trilogías del género y un título de leyenda iniciático: Por un puñado de dólares, comienzo de la llamada “Trilogía del dólar” (que continuaron Por unos dólares más y El bueno, el malo y el feo); y que en su origen tuvo mucho que ver, sin siquiera saberlo, el gran maestro japonés Akira Kurosawa.
Fue así porque un día del tórrido “ferragosto” de 1963 el director de fotografía Enzo Barboni había ido al cine a ver Yojimbo, la sangrienta historia de samuráis firmada por Kurosawa, y luego de la película encontró a Sergio Leone en un bar de Piazza del Popolo y le recomendó que fuera a verla. Leone le hizo caso y concurrió al cine la noche siguiente. El frenesí que provocó Yojimbo en la mente de Leone fue inmediato y en horas del desayuno del día posterior llamó por teléfono a Sergio Corbucci, Sergio Donati y a su cuñado, Tonino Delli Colli. Este le recomendó hablar con el productor Franco Palaggi, que luego aceptó involucrarse en el proyecto si era a un costo mínimo y con participación extranjera. Palaggi con su empresa Jolly Film ya había producido Duelo en Texas e invitó a Leone a verla quedando el director fascinado por el compositor de su banda de sonido, Dan Savio, que no era más que el seudónimo donde se ocultaba el genial Ennio Morricone (también firmaba como Leo Nichols la dirección orquestal que él mismo realizaba para esta película). Leone nunca olvidó Yojimbo, consiguió un guión traducido al italiano y se concentró en mantener la estructura de la película pero añadiendo su toque distintivo, el factor sorpresa que mantenía en vilo al espectador sobre el curso de una acción que tenía lugar en el pueblito mexicano de San Miguel, en la segunda mitad del siglo XIX, y al que arriba un solitario pistolero norteamericano, el “hombre sin nombre”, que se involucra entre bandas rivales. Sin mucho convencimiento, Leone aceptó a Clint Eastwood, de tan sólo 24 años y casi un desconocido, luego de que alternativamente Henry Fonda, Charles Bronson, James Coburn, Richard Harrison y Eric Fleming rechazaran participar en una película que nadie sabía a ciencia cierta cómo acabaría. Eastwood, que sólo cobró 15 mil dólares por la película, en cambio, estaba encantado de participar del film y eligió personalmente su vestuario en los Estados Unidos añadiendo el poncho -que le dio junto al cigarro un perfil indeleble a su personaje- en una compra al llegar a España. De su extraordinario elenco tampoco puede olvidarse al gran Gian María Volonté que dio vida al cínico Ramón Rojo. Con un set en el cual se hablaban cuatro idiomas (italiano, español, alemán y además, por medio del actor Benito Stefanelli, Sergio Leone se comunicaba en inglés con Clint Eastwood), se decidió rodar la película sin diálogos añadiéndose las voces en la sala de doblaje para evitar un problema más en un set que era la representación del conflicto. De la alegría Eastwood pasó a la decepción por el caos y las dificultades financieras de un rodaje que estuvo por abandonar varias veces para retornar, sin arrepentimiento, a los Estados Unidos; pero los ruegos de Leone lograban torcer la fatal decisión varias veces al día.
Buena parte del conflicto se olvidó con el estreno que convirtió a Eastwood en una estrella europea antes que norteamericana aunque nunca tuvo con su gran mentor una relación del todo fluida. La ota marca distintiva del film, la música de Ennio Morricone, llegó a la película por accidente ya que Leone había pensado en Angelo Lavagnino para que realizara la partitura hasta que visitó a Morricone y descubrió que habían sido compañeros en la escuela primaria. Ante la falta de una discográfica que editara la banda de sonido de Por un puñado de dólares se editó un simple de difusión que contenía de un lado el solo de trompeta de Michele Lacerenza y del otro Titoli, el tema de apertura que con su silbido quedó en la historia de las grandes bandas sonoras de todos los tiempos y convirtió a este material en el disco del año.
A comienzos de 1964, la película provisoriamente titulada The magnificent Stranger y que sólo conseguiría el título que lo dio fama poco antes de su estreno, comenzaba a ser realidad casi inmediatamente luego de que Leone terminaba la escritura del guión en los estudios Elios de Roma, donde se grabaron los primeros interiores y la escena de la cueva, en donde un malherido Eastwood se prepara para el duelo final. Para abril todo el equipo estaba en Golden City, cerca de Madrid, dando inicio formal al rodaje de una película que será de culto pero que tuvo que lidiar con problemas presupuestarias y con las constantes peleas entre Leone y su equipo. El denominado Golden City fue el primer decorado estable de toda Europa y es donde se recrea el pueblo de San Miguel. Estaba erigido en terrenos del ayuntamiento en el monte de Los Altillos, que fue donde se rodó el primer western El sheriff terrible, dirigido por Alberto De Martino y Antonio Momplet, pero que añadió con Leone su marca célebre. Aunque hoy de esos decorados no queda practicamente nada, Golden City en el Hoyo de Manzanares fue un pueblo armado para el cine por el cual pasaron alrededor de 90 de las casi 600 producciones que se hicieron del género. La presencia de los vaqueros comiendo paella tuvo su contribución argentina cuando León Klimovsky dirigió a Tony Leblanc en Torrejón City en 1962 en el Pabellón de Toledo de la Casa de Campo de Madrid, espacio donde Leone instaló poco después la casa de los Rojo. Además, en el río Alberche, en Aldea del Fresno, se rodó la masacre de los soldados mexicanos cuando ese paraje tenía un río mucho más ancho y no existía la vegetación que hoy en día ha cambiado su paisaje.
Por un puñado de dólares se exhibe como parte de la sección Rescates de la 24a. edición del BAFICI con la copia restaurada por la Cineteca de Bologna y Unidis Jolly Foundation con la colaboración de The Film Foundation y la Asociación de Prensa Extranjera en Hollywood, luego de ser exhibida como celebración de su cincuentenario en el Festival de Cine de Cannes donde fue presentada por Quentin Tarantino. “Del conjunto de realizadores italianos que se concentran en el western se destaca rápidamente Sergio Leone como el más personal de todos”, escribió León Frías que asimismo está en el BAFICI presentando su último libro dedicado a un grande del cine italiano contemporáneo de Leone, El cine de Pasolini.
Per un pugno di dollari se estrenó en Roma el 12 de septiembre de 1964: “Estábamos sorprendidos. Sorprendidos porque era un western que habíamos soñado ver, el western histórico no era tan inventivo, ni tan loco, ni tan estilizado, ni tan violento”, escribió en su reseña en Paese Sera un joven crítico llamado Dario Argento. A los Estados Unidos llegó en 1967, teniendo además una versión televisiva de 1975 con un prólogo adicional rodado por Monte Hellman en el cual se intentaba justificar la extrema violencia posterior. Si bien se encuentra inspirada libremente en Cosecha roja, de Dashiell Hammett, el vínculo no oficial entre Por un puñado de dólares y Yojimbo llegó a los oídos de Kurosawa, quien llevó a juicio por plagio a la mítica producción del western spaghetti. Ganó y los derechos de la explotación en Japón, Taiwán y Corea del Sur pasaron a ser suyos junto con el 15% de la recaudación mundial. Antes John Sturges se había deslumbrado con Los siete samuráis y la llevó al lejano Oeste con Los siete magníficos, pero había pagado los derechos y dado crédito a la historia original escrita por Kurosawa. En 1996 Walter Hill volvió a adaptar la historia de Yojimbo para Entre dos fuegos, protagonizada por Bruce Willis, pero nada repite la curiosa alquimia de un vínculo entre samuráis y vaqueros amalgamada entre la épica y el honor.
Dónde y cuándo verla
En el BAFICI: Por un puñado de dólares, martes 25, a las 22, en el cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635).
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