Por qué todos hablan de Timothée Chalamet en Llámame por tu nombre
Con excepción de un pequeño papel en Men, Women & Children de Jason Reitman y en Interestelar de Christopher Nolan, la carrera del neoyorquino hijo de padre francés Timothée Chalamet se venía limitando a roles en series como Law & Order, Royal Pains y Homeland. Sin embargo, fue en la película de 2016 Miss Stevens de Julia Hart donde comenzaba a aflorar el talento del intérprete que formó parte de dos películas nominadas al Oscar este año: Lady Bird y Llámame por tu nombre. Por su actuación en el film de Luca Guadagnino basado en la novela de 2007 de André Aciman, Chalamet fue nominado al Oscar como mejor actor protagónico y, de llevarse la estatuilla el 4 de marzo, se convertiría en el intérprete más joven en obtener el galardón en la historia de los premios.
En la película escrita por el legendario James Ivory, Chalamet interpreta a Elio Perlman, un adolescente de 17 años políglota y en camino a convertirse en un excelso pianista quien en 1983, en la casa de veraneo de sus padres en el norte de Italia, se enamora de Oliver ( Armie Hammer ), un estudiante de 24 años que pasará seis semanas allí ayudando a su padre, profesor de arqueología, con sus papeles académicos. Cabe mencionarse que la visibilidad de la bisexualidad en el cine es infrecuente y el caso más cercano lo podemos encontrar en Appropriate Behavior de Desiree Akhavan. Por lo tanto, que Ivory y Guadagnino hayan decidido traspolar una historia de amor entre dos hombres bisexuales (uno más libre que el otro, y quien uno menos espera) sin otro antagonista más que el tiempo no deja de ser un paso hacia adelante en la diversidad de relatos.
Entonces, ¿por qué la actuación de Chalamet se volvió uno de los ejes de discusión en la carrera al Oscar de este año? En esta nota intentamos responderlo (ATENCIÓN: ESTE ARTÍCULO CONTIENE ALGUNOS SPOILERS).
*1. Porque prioriza lo corporal para reflejar el estado interno del personaje
La novela de Aciman está narrada en primera persona por Elio, quien documenta los altibajos de su relación con Oliver sin censurarse. Por lo tanto, cuando luego de un primer beso de exquisita construcción en el espacio donde Monet acudía a pintar, ese hombre promete visitarlo más tarde, su espera es registrada con ansiedad, excitación y eventual frustración. Cuando Oliver lo defrauda y no aparece - por razones que se nos revelarán más adelante - Elio no duda en llamarlo "traidor" y "mentiroso", como si un día perdido fuera efectivamente el fin de su existencia, con la verborragia hiperbólica propia del universo adolescente del que no puede huir, más allá de ser un individuo precoz. Como Guadagnino certeramente decidió eliminar la voz en off que estaba en el guion original de Ivory - y cuya narración iba a estar a cargo del compositor de las dos canciones originales del soundtrack, el cantante Sufjan Stevens -, a Chalamet solo le quedaba el componente físico como herramienta para expresar esos monólogos interiores fruto de los vaivenes de Elio en relación a Oliver.
Desde la primera vez que lo vemos en pantalla, cuando se altera ante la llegada de "el usurpador" ("l'usurpateur", Chalamet pasa del francés al inglés, y al italiano con gran fluidez), el joven no sabe cómo esconder el deseo sexual primero, y el amor que surge después. El logro del actor es verdaderamente extraordinario, su cuerpo no deja de reaccionar naturalmente ante los impulsos en ninguna de las secuencias, y se entrega a lo que le sucede a Elio sin las restricciones del mundo adulto. En cómo maneja los pequeños gestos, desde una mordida de labios hasta un roce de cabello, notamos que su interpretación es sentida, padecida, tanto en el éxtasis (cuando le sangra la nariz) como en el dolor (cuando solo hay lugar para las lágrimas).
*2. Porque usa las miradas cuando las palabras son fútiles
La primera parte de Llámame por tu nombre está anclada en el cortejo, como si estuviéramos dentro de una historia de Jane Austen. Elio y Oliver, dos jóvenes intelectuales, coquetean a partir de sus respectivos lenguajes. El más joven toca "Capriccio on The Departure of A Beloved Brother" de Bach en guitarra y en piano - a la manera de Liszt y a la de Busoni, porque tiene que impresionar -, y explica los pormenores del monumento de la Batalla del Piave de la Primera Guerra Mundial, mientras que Oliver le lee su manuscrito sobre Martin Heidegger como esperando su aprobación. Sin embargo, con excepción de esos momentos, lo que no se dice es clave a la hora de medir sus intenciones. No es casual que como parte de la banda de sonido se haya incluido "Futile Devices", la canción que abre el disco de Stevens The Age of Adz, en la que justamente se habla sobre lo inútil que puede resultar expresarse estrictamente en un plano verbal.
Como consecuencia, Chalamet emplea las miradas cuando Elio todavía no puede exteriorizar su bullicio interior (tampoco es casual que su confesión se produzca circundando ese monumento histórico, como si lo suyo se tratara de un baile, de una aproximación a algo de proporciones magnánimas), algo que percibimos no solo en el final sobre el que no entraremos en detalles, sino también cuando su personaje ve a Oliver por primera vez besando a una mujer. El flirteo previo, la convicción de que entre ellos había algo más que afinidad intelectual, se derrumba cuando el objeto de su deseo abraza y besa a Chiara (Victoire Du Bois), mientras suena, justamente, "Lady Lady Lady". El rostro de Chalamet se transforma, sus ojos se nublan por las lágrimas, hasta que, en una movida muy característica de Elio, redobla la apuesta y se mete en la pista de baile con "Love My Way" ("yo seguiré hacia dónde vaya mi mente") de los Psychedelic Furs para hacerse notar. "Él no me estaba dejando que lo olvide", dice el joven sobre Oliver en un pasaje del libro, sin advertir que él estaba comportándose del mismo modo mucho tiempo antes.
*3. Porque hace que Elio Perlman se convierta en un adolescente real
Si bien en la novela de Aciman Elio quizá resulte algo pedante en determinadas circunstancias, alejado del mundo real y encapsulado en ese microcosmos casi utópico de música, libros, paseos en bicicleta y contacto con la naturaleza, lo cierto es que Ivory elimina aquellos fragmentos de la obra en los que el joven anulaba su propia sensibilidad. En la película, a Elio efectivamente lo sentimos como un adolescente que, más allá de la ostentación de sus conocimientos, se comporta como alguien de 17 años, y éso es precisamente lo que lo vuelve más humano. Guadagnino muestra breves secuencias de esa encantadora inmadurez ya sea a través de las páginas de un diario íntimo en las que hace catarsis sobre sus idas y vueltas con Oliver, como en la nota que le escribe cuando ya no está dispuesto a soportar el silencio entre ambos. Chalamet nuevamente decide usar su cuerpo como instrumento cada vez que Elio se sobresalta ante la presencia de Oliver (su respiración se vuelve más rápida), cada vez que desea a Oliver y no puede colmar ese deseo (se mueve sin descanso en su cama, agitado, insatisfecho), cada vez que le hablan de Oliver (mueve los labios y frunce el ceño, como intentando disimular el interés) y cada vez que es "abandonado" por Oliver (levanta la mirada, se ofusca con sus padres, toca el piano reticente).
Asimismo, y sin revelar demasiado sobre dicha secuencia, cuando es el receptor de un trascendental monólogo de su padre, Mr. Perlman (un superlativo Michael Stuhlbarg), tras un momento agridulce, su reacción es propia de un niño que necesita contención, que sólo quiere yacer en el regazo de su papá. Esto también lo vemos en una escena previa que plantea uno de los grandes interrogantes del film ("¿es mejor hablar o morir?"), cuando Elio se acurruca a sus padres en un día de lluvia y su madre le lee una novela francesa del siglo XVI que le hace tomar dimensión del desafío que tiene por delante. "Nunca tendré el valor de hacer una pregunta así", reacciona. La respuesta de su padre es tan perfecta como el monólogo posterior. "Lo dudo". Al día siguiente, el sol sale y la confianza de Elio también, cuando Chalamet brilla en todo ese preludio al enorme paso que está por dar.
La fluctuación constante de sentimientos experimentada en la adolescencia se simboliza en el film a través del cambio de estaciones (el verano del amor contrasta con el invierno de la ausencia) y del cambio que sufre Elio, uno que Chalamet vuelve universal en una mirada cómplice a la cámara que, según declaró, decidió brindar como homenaje a la que arroja Mason en el final de Boyhood de Richard Linklater. Es por ese detalle, entre tantos otros, que su actuación se instala en el corazón de quien la ve.
Llámame por tu nombre
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