¿Por qué perdió Argentina, 1985? La narración clásica hollywoodense que no convenció a la Academia
Ante la invasión rusa a Ucrania, el estremecedor relato bélico de Erich Maria Remarque se convirtió en un espejo en el que los votantes de la Academia buscaron reflejarse en detrimento del “cuento” universal de Mitre y Llinás
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Perdimos. El cine argentino, no pudo como el fútbol, sumar una tercera estrella a su camiseta. Argentina, 1985 se quedó con las ganas de igualar los triunfos de La historia oficial, en 1986, y de El secreto de sus ojos, en 2010, porque el Oscar a la mejor película internacional se lo quedó la alemana Sin novedad en el frente.
A pesar de su excelente performance en distintos festivales y certámenes internacionales, Argentina, 1985 venía con mal pálpito para la fiesta máxima de Hollywood.
En un mundo que sigue conmovido e inquieto por la sanguinaria invasión rusa a Ucrania, el estremecedor relato bélico de Erich Maria Remarque se convirtió en un espejo en el que los votantes de la Academia buscaron reflejarse. Y nadie pudo hacerle sombra.
Ricardo Darín, que encarnó al fiscal Julio Strassera, en Argentina, 1985, viajó a Los Ángeles sin grandes expectativas y con la convicción de que no eran los favoritos. “Pasado este ramalazo de pena, dolor y tristeza, vamos a sentirnos muy conformes, orgullosos y tranquilos con todo lo que se ha hecho, no solo con el trabajo, sino con lo que hicimos posteriormente, dar vueltas por todo el mundo durante seis meses para mostrar nuestra película”, -dijo el actor a LA NACION, al recordar la larga cosecha de otros importantes reconocimientos que sí ganó el film hasta ahora.
¿Por qué la realización argentina no se pudo llevar el premio mayor?
Indudablemente, el amplio jurado de la Academia –cerca de diez mil miembros en condiciones de votar– se inclinó por la mayor espectacularidad del film alemán. En la edición 2020, la película británica 1917 obtuvo diez nominaciones y se llevó tres Oscar (fotografía, efectos especiales y sonido, aunque perdió el de mejor película, a manos de la coreana Parasite), con un relato también situado en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.
El contexto internacional de una Ucrania asediada y de una Europa temerosa, hizo que la distinción a Sin novedad en el frente funcionara como un llamado de atención sobre sus múltiples resonancias de la sinrazón de la guerra.
Jugaba también en contra de Argentina, 1985 ser una película “tribunalicia”, de fiscales, defensores y acusados, uno de los géneros preferidos y más transitados por la industria cinematográfica norteamericana, por lo que resultaba muy difícil competirles en esas lides y, menos aún, sorprenderlos.
Aunque el tándem Santiago Mitre/Mariano Llinás intenta contar una historia en clave universal –personas comunes juzgando a personajes siniestros con desconocido poder residual–, una mayoría de miembros de la Academia no se sintió interpelada.
Director y guionista decidieron contar el juicio a las juntas como un “cuento”, despojándolo de todas las múltiples complejidades que tuvieron esos hechos cuando sucedieron en el mundo real de hace casi cuarenta años en nuestro país. Eso permitió que sociedades muy distintas pudieran empatizar rápidamente con el film, entenderlo y hacerlo suyo. De allí la repercusión en cadena que fue consiguiendo a medida que se iba estrenando en distintas latitudes. Y la correspondiente cosecha de premios que fue sumando, aunque ahora sin llegar a coronar con el preciado Oscar.
Mitre y Llinás, audaces y vanguardistas en otros trabajos, apelaron a una narración lineal y simple. Hasta para muchos pudo resultar una película “como las de antes” y, por eso mismo, un tanto anticuada, con fotografía ochentosa y hasta por momentos algo monocorde. Tal vez esa búsqueda estética y de ritmo narrativo premeditados le jugaron en contra e incidió para que quedara por el camino.
Si los jurados, además de apreciar la película, googlearon en sus repercusiones locales se habrán encontrado con todo tipo de controversias: si se ningunea la figura de Raúl Alfonsín, si se maltrata la memoria de Antonio Tróccoli, si no resultó injusto omitir la labor de la Conadep y si no debió incluirse, de alguna manera, que antes de aquel juicio hubo un accionar sangriento de guerrillas armadas que era imprescindible combatir (aunque no a costa de violar sistemáticamente los derechos humanos de culpables e inocentes, como sucedió). Para los amantes de lo políticamente correcto, poner distancia y no involucrarse con esas polémicas pudo ser algo imprescindible que los decidió a darle el Oscar a una producción más ecuménica como Sin novedad en el frente.
Argentina, 1985 atrajo a multitudes, especialmente de jóvenes que nacieron en democracia, muchos de los cuales tal vez fueron inducidos erróneamente a pensar que antes de la llegada del kirchnerismo nadie se había ocupado de los derechos humanos. Ese es su aporte fundamental: la película tiene la virtud de abrir el “apetito” para aquellos que después de ver la película quieren saber más y van en busca de mayor documentación. Y otro acierto involuntario, ya que no fue algo buscado, es que la película se estrenara en la Argentina cuando el cuarto gobierno kirchnerista emprendía una ofensiva colosal de demonización precisamente contra la Justicia. Se trata, claro, de un logro muy localista que pasó por debajo del radar de la Academia de Hollywood.
Siendo una producción de una plataforma internacional –Amazon Prime Video– macerada durante mucho tiempo, también otros detalles fueron quedando por el camino en aras de conseguir un producto más universal. No hay sociedad que no haya atravesado tiempos tenebrosos y cuando llega a sus pantallas Argentina, 1985 el film argentino les devuelve ciertas resonancias familiares que los conecta de alguna manera con sus propias tragedias y por eso fue tan bien recibida en varios países. Pero, evidentemente, el jurado del Oscar no tuvo esa misma sensibilidad.
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