El final feliz no lo es todo: por qué Mujercitas debería ganar el Oscar a mejor película
Mujercitas tiene muchas características que la convierten en un film ideal para ganar el Oscar: está basada en un clásico de la literatura; cuenta con un fabuloso diseño de producción para reconstruir una época pasada, su elenco incluye figuras principales de Hollywood, como Meryl Streep, Saoirse Ronan, Timothée Chalamet y Laura Dern, así como nuevos talentos como Florence Pugh. Al menos en teoría, entra en el molde de lo que la Academia considera "premiable". En la práctica, que el film dirigido por Greta Gerwig fuera consagrado como la mejor película del año sería un acto casi revolucionario.
Ese espíritu revolucionario está en el ADN de esta historia sobre cuatro hermanas en los Estados Unidos en las postrimerías de la Guerra de Secesión. Louisa May Alcott escribió en su famosa novela sobre lo que conocía: no sólo la vida junto a su madre y sus hermanas en Concord, Massachusetts, sino también sobre las ambiciones literarias de una joven del siglo XIX, en una sociedad empeñada en convencerla de que su único objetivo debería ser casarse y tener hijos. A través de su alter ego, Jo, la autora puso en palabras los conflictos, decisiones y alegrías que vivió ella misma en el proceso de cumplir su sueño de escribir una novela, que tuvo una enorme influencia en las mentes y corazones de las mujeres de los dos siglos posteriores.
Greta Gerwig buscó en su película resaltar este aspecto del libro que tiene que ver con la autodeterminación de las mujeres y el desarrollo de una artista, sin resignar el romanticismo. La guionista y directora encontró una forma original de narrar esta historia, con una estructura no lineal, poniendo en primer plano ese espíritu feminista que el libro contiene (algo camuflado entre situaciones graciosas, descripciones de vestidos e intrigas románticas). Lo hizo estrechando el lazo entre Jo y Alcott, entre la historia que se cuenta en el libro que escribe la primera y la que hay detrás de la concepción de la novela que existe en la realidad, creada por la segunda. Así, en esta nueva adaptación, el hecho de que Jo sea escritora es central a la trama: se cuentan sus tribulaciones creativas, la dificultad de encontrar su propio estilo, la eterna disyuntiva entre ser fiel a los valores artísticos o escribir lo que dicta el mercado, etcétera. En la versión Gerwig, Mujercitas genera un entusiasmo mucho mayor por que la chica se quede con los derechos de autor que por que se quede con el chico. Hay una conciencia en el film sobre la importancia de que Jo y Louisa escriban y publiquen sus propias historias. Sin su valentía y perseverancia, el relato metalingüístico que se despliega ante los ojos del espectador no existiría.
Una de las novedades más llamativas del film de Gerwig es lo que hace con el personaje de Amy, probablemente el menos querido por los lectores de la novela. De la mano de una excelente interpretación (a cargo de Pugh), la menor de las March adquiere una nueva profundidad en su carácter. Sigue siendo una niña vanidosa y vuelve a cometer el pecado de quemar el manuscrito de Jo, pero también se muestran sus ambiciones artísticas y su dolor al reconocer que nunca será una gran pintora. También tiene un monólogo en el que explicita un tema que está presente en el libro y que la película se encarga de subrayar, a través de varios personajes: la relación directa entre el dinero y la libertad. Aunque Amy se refiera a cuestiones propias de la época, como la imposibilidad de las mujeres de conseguir y conservar su propio dinero, en términos generales, el problema sigue existiendo.
Es Amy también quien le advierte a Jo sobre la importancia de escribir sobre ese pequeño mundo al que pertenecen, que es a la vez una forma de aliento a Jo para escribir su propia historia pero también un comentario sobre la misma película y sobre el lugar de las historias de mujeres en el cine. Si una guionista y directora como Gerwig narra universos propios, desde lo más evidentemente autobiográfico en Lady Bird o tomando prestado el legado de Alcott en Mujercitas, tal vez el hecho de filmarlos los convierta en "importantes", como dice Amy.
Tal vez, hasta pueda convencer a los miembros de la Academia de que son importantes. Las nominaciones prueban que algo convencidos están. Al menos consideran que Mujercitas está tan bien escrita como para ser nominada a mejor guion adaptado; tan bien actuada por Saoirse Ronan y Florence Pugh como para que compitan en los rubros mejor actriz y mejor actriz de reparto, respectivamente; que el largometraje es lo suficientemente logrado como para ser uno de los nueve en la carrera para llevarse el Oscar a la mejor película del año. Pero, aparentemente, no está tan bien dirigido como para nominar a su autora al premio a la mejor dirección. Sólo ha ocurrido cinco veces en los 92 años desde que comenzó a entregarse esta distinción. La última vez que sucedió, en 2018, la nominada fue Gerwig.
La proeza estética y la solidez del trabajo con los actores están ahí para quien esté dispuesto a verlos. El baile de Jo y Laurie fuera de la fiesta, el desgarrador paralelo entre los dos momentos más difíciles de la enfermedad de Beth o el emotivo final con Jo detrás de un vidrio esperando el momento más importante de su vida son solo algunas de las secuencias que demuestran que la cineasta californiana, de apenas 36 años, tiene un total dominio sobre el lenguaje cinematográfico.
En cuanto a los actores, Gerwig tiene el talento para elegir a la persona perfecta para interpretar de una manera completamente nueva a esos personajes que gran parte del público conoce de memoria, y ama. Las dificultades a las que se enfrenta Meg por su situación económica están interpretadas con melancolía por Emma Watson, mientras que Eliza Scanlen es una Beth con una particular integridad y fuerza interior. Pero no sólo las hermanas March están atravesadas por una nueva perspectiva: Laurie se mueve de la forma chaplinesca que le infunde Timothée Chalamet; Marmee deja de ser una santa con la que es difícil de identificarse para ser una mujer con la mirada vivaz de Laura Dern, que confiesa tener que luchar contra su ira; la tía March, encarnada por la siempre perfecta Meryl Streep, sigue siendo difícil de soportar para las hermanas pero su obsesión con que las chicas se casen con un hombre rico tiene su explicación; el señor March tiene la bondad que el personaje requiere con el agregado de ese brillo en los ojos de Bob Odenkirk que dice que hay algo más detrás de ellos; el profesor Bhaer no deja de ser el hombre cuyos mayores atributos son su intelectualidad y honestidad pero además resulta seductor interpretado por Louis Garrel.
"Las mujeres tiene mentes y almas además de corazones, ambición y talento además de belleza y estoy cansada de que me digan que el amor es lo único para lo que sirve una mujer", dice Jo, en un momento de extrema tristeza y soledad (la frase fue tomada por la guionista y directora de otro libro de Alcott). Mujercitas también tiene esa combinación de corazón, mente, alma, ambición y talento. Con sus nominaciones, la industria parece reconocer que una película hechas por mujeres y con temas considerados femeninos también pueden ser importante como para que puedan apreciar sus valores cinematográficos. Premiar a Mujercitas con el Oscar a mejor película sería revolucionario, pero además sería justo.
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