Mucho más que el villano de Batman: por qué Guasón debería ganar el Oscar a mejor película
Hubo una época en la que Hollywood estuvo guiado por la visión de los directores. Una generación que retrató la violencia, los excesos y la ansiedad de los años 70. El mundo había cambiado y el sueño americano se descubría más bien como una pesadilla bastante compleja: Watergate y Vietnam fueron apenas la punta del iceberg. El llamado "Nuevo Hollywood" ofrecía historias adultas para adultos: no tanto porque se desarrollaran en las calles salvajes de Nueva York inundadas de criminales, drogas, armas y violencia, sino por cómo se contaba todo eso. El cine podía ser un vehículo poderoso para visibilizar aquello que estaba mal en el mundo. Pero varias décadas más tarde, Hollywood descubrió el encanto del universo de los comics y los superhéroes que lograron que no solo los fanáticos fueran a las salas. En la época de las franquicias, donde todos los estudios quieren imitar el modelo de Marvel, la película debe ser apta para todo público. Con millones en juego, el control creativo pasó a estar en las manos de los ejecutivos.
Parece fácil desestimar el éxito de Guasón porque «es el villano de Batman», pero basta recordar las últimas películas de DC —todos intentos con más pena que gloria de imitar a la compañía rival— para entender por qué muchos no podían entender de qué se trataba esto cuando se anunció el proyecto. No forma parte de ningún «universo cinemático»: Guasón es una película con (y de) principio y fin, sin ninguna escena poscréditos. En la película los personajes fuman, las calles están inundadas de basura y la gente sangra. «¿Pero cómo vamos a vender piyamas del Guasón?» fue lo que cuestionó uno de los ejecutivos cuando se enteró que la propuesta era hacer "una película de cómic para adultos". Sin capas al viento, sin edificios que colapsan, filmada en locaciones sin necesidad de pantalla verde. Todd Phillips, el director, señala que la productora Emma Tillinger Koskoff (también nominada por El irlandés) fue la que se animó para que el proyecto recibiera luz verde.
Gracias a eso empezó el camino que haría historia: con un presupuesto de 55 millones de dólares Guasón parece una producción independiente al lado de otras películas como Avengers: Endgame, que costó 356 millones. Mientras el sistema de estudios colapsa y los servicios de streaming invitan a ver «cine en casa», multitudes decidieron pagar una entrada para salir y ver la génesis del payaso psicópata en la pantalla grande. Y sin chicos: porque las entidades que se encargan de clasificar a las películas por edades decidieron que a esta le correspondía una de las más altas. Esa que los estudios tratan de evitar a toda costa porque, además que significa menos entradas, significa una pesadilla para el equipo de marketing que tiene que pensar cómo vender juguetes. Con más de mil millones de dólares recaudados en todo el mundo Guasón no es solo la película (lejos) más taquillera de las nueve nominadas al Oscar en la categoría central: es una de las películas más redituables de la historia del cine si se toma como filtro la relación costo/utilidades. No hay que desmerecer a lo popular solo porque lo es: Guasón tocó una fibra en el tejido social más allá de los cómics.
Como si fuera un caballo de Troya moderno, sirviéndose de uno de los personajes más conocidos en el ámbito de los superhéroes, Todd Phillips reelaboró en este film varios clásicos de los setenta. Las dos principales influencias son Taxi Driver y El rey de la comedia, ambas dirigidas por Martin Scorsese (que, en algún punto, pudo haber sido productor de esta película). El protagonista de esas dos películas, Robert De Niro, acá es el conductor de un talk-show que se burla del personaje de Arthur Fleck (intepretado por Joaquin Phoenix, casi seguro ganador del premio) por TV. En Guasón la risa es fundamental: no porque el personaje sufra una enfermedad que lo hace estallar a carcajadas en los momentos más inoportunos sino porque, como él mismo lo dice, «ustedes deciden qué es gracioso y qué no». Como en Poder que mata, de Sidney Lumet, los momentos más tensos se viven entre el universo de colores y la oscuridad total que se cierne sobre los personajes que están en un estudio de televisión. La yuxtaposición es evidente: el payaso triste es el que provoca la risa del público, aunque las lágrimas le deformen el maquillaje.
Cuando sorprendió a todos y ganó el León de Oro en el Festival de Venecia, Lucrecia Martel, presidenta del jurado, reconoció los méritos de la película: «Me parece notable que una industria que se preocupa por los negocios tomara el riesgo de hacer esta película, hecha para la taquilla pero que es una reflexión sobre los antihéroes y en donde el enemigo no es un hombre, es el sistema». No es el primer payaso que sufre en el cine. King Vidor dirigió Y el mundo gira…, la película donde un estadounidense de clase media se burlaba de la «desgracia» de vendedor ambulante que estaba ¡vestido de payaso! Pero la angustia de un sistema basado en la inequidad social y la enajenación laboral hacía que ese protagonista estuviera cada vez más cerca de lo que él consideraba el infierno que el cielo. «Ríe y el mundo reirá contigo; llora y llorarás solo»: la ensayista Barbara Ehrenreich define a esta época como la tiranía del «pensamiento positivo» donde las corporaciones pretenden que los desempleados o desfavorecidos estén contentos. «Es muy cruel hacer creer que las dificultades que uno puede atravesar en la vida se solucionan con un cambio de actitud, pero tiene que ver con una actitud de ignorancia feliz: conviene no ser consciente de lo que está mal para no intentar cambiarlo». El primer plano de Guasón donde Joaquin Phoenix intenta sonreír frente a un espejo, parece acompañar esta idea.
Michael Moore acompañó el sentimiento de Martel y fue más allá: dijo que Guasón es una obra maestra. No solo por las decisiones y méritos estéticos que tiene, sino por las ideas que propone. «Se nos dijo desde los imedios que esta era una película peligrosa, que podía provocar actos de violencia. Yo diría que el peligro sería no ver esta obra de arte. No se esconde que Ciudad Gótica es Nueva York. Lo que cuenta es tan necesario que mirar para otro lado sería evitar el reflejo que se retrata: en una sociedad donde los ricos cada vez son más ricos y los pobres cada vez más pobres, ¿cuál sería el problema con mirar para otro lado?», afirmó.
Miles de millones de dólares recaudados en la taquilla global, once nominaciones al Oscar (y varios reconocimientos como lo mejor del año en las Academias de cine de otros países, como Francia y el Reino Unido) se puede argumentar que Guasón pasó el umbral de esas películas que no necesitan del premio mayor para trascender, aunque méritos no le faltan para coronar esta historia que desafió el status quo. Como una inversión de Rocky, la escena en las escalinatas ya tomó densidad de clásico (donde la transición musical es notoria a media que el personaje desciende). Si Hollywood es la industria del entretenimiento, y algunos argumentan que ahora es más industria que entretenimiento, Guasón prueba que todavía se puede hacer un éxito consciente de la historia del cine que resuene en todo el mundo. En una escena fundamental, Arthur Fleck, que vive invisibilizado en los márgenes de una sociedad en decadencia, va al cine. Ahí mira a otro comediante, como si fuera una puesta en abismo: Charles Chaplin en Tiempos modernos. Otra historia sobre un individuo que quedaba atrapado enlos engranajes de una industria (o una sociedad) a la que no le importa a quién aplasta. En esa escena, el vagabundo de Chaplin danza al borde del abismo. El Guasón ya no baila al borde sino en el abismo.
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