Por qué descubrir a Dario Argento, el rey del giallo que sigue filmando a los 80
Dario Argento cumplió esta semana 80 años, y promete una nueva película para el año que viene. Mientras tanto, celebremos lo que tenemos, lo que ya hizo este maestro romano del cine en su carrera. Y, otro número redondo, justamente a principios de este año se cumplió medio siglo del estreno de su primera película como director: El pájaro de las plumas de cristal, que fue fundamental para impulsar el giallo, ese género cercano al thriller que mezcla el policial con el terror y la fantasía, en el que la lógica de la investigación y el suspenso suelen sacrificarse en el altar de los escalofríos y la perversidad de los asesinatos. A El pájaro de las plumas de cristal le siguió El gato de las nueve colas y la trilogía zoológica se completó con Cuatro moscas sobre terciopelo gris, las tres con música de Ennio Morricone, y El pájaro, además, con fotografía de Vittorio Storaro. Tanto El pájaro de las plumas de cristal como El gato de las nueve colas se pueden ver en Qubit.
Pero Argento siguió, y profundizó su toque, y en 1975 hizo su quinta película, Rojo profundo, que suele ser considerada la mejor de las suyas por muchos de sus más devotos seguidores. Con esta película se internaba cada vez más en el terror, y en el rojo, y en el barroquismo visual. Y dos años después haría su sexto largometraje, y el seis seguido de otros dos seis es un número que a mucha gente asusta, pero, sinceramente, asusta mucho menos que la fundamental y adorada y reverenciada –aunque la remake de Luca Guadagnino le hizo escasos honores – Suspiria.
Suspiria, película de brujas, película de escuela de danza, película de asesinatos, película de vidrios rotos, de filos y de sangre, película que tiene tantos elementos para asustar y perturbar que lo mejor es que la vean ya mismo (está en Amazon Prime Video y en Movistar Play). Claro, si se animan, porque esto es terror del que cala hondo, del que da escalofríos, no del que apela a fórmulas sin pensar y sin pensar en la imagen.
El cine de Argento es un plato fuerte, es una forma potente que transmite emociones fuertes. Suspiria es parte de otra trilogía –la de las madres– y las otras dos son Infierno (1980) y La terza madre (2007), pero ni estas dos últimas películas ni otras imprescindibles de su filmografía como Phenomena (1985, con Jennifer Connelly y Donald Pleasence) están disponibles en streaming en la Argentina en estos momentos; hay que pedirlas o buscarlas en las tinieblas de nuestros viejos VHS, por ejemplo.
Argento es un cineasta y también es un sistema, una constelación, un sistema radial, hay más cosas a su alrededor, como su hija Asia, como la música de Goblin, y también algunos traspiés y hasta, dicen, maldiciones. Argento es un sobreviviente de un mundo y un cine con más... ¿con más qué cosa? Con más todo. "Menos es más" quizás sea una de esas frases que están equivocadas más veces que menos. Pero, lamentablemente, en el mundo del cine hubo gente que se dedicó a repetir que había que quedarse quieto, que no había que narrar ni emocionar ni conmocionar ni comunicar, y el cine se hizo mucho más chico. Muy pocas veces menos es más: casi siempre, menos es menos y más es más. Y a veces, incluso, más es mejor. En Argento hay miedos, hay zooms, hay sustos, hay música, hay sangre en la pantalla y también hay sangre que corre por las venas de este cine y de quiénes lo hacían.
Otro italiano que hizo cine en los 70, y también en los sesenta y antes, y que influyó en Argento y en tantos otros fue Mario Bava. Casualmente, en 2020 (20+20) se cumplieron cuatro décadas de muerte. ¿Casualmente? Según muchos, el diablo estaba en la primera película que dirigió (o más bien que figuró cabalmente y en solitario en los créditos como director) el señor Bava: La máscara del demonio, con el primer protagónico de la scream queen Barbara Steele. Esa película se estrenó en 1960, así que han pasado sesenta años del primer Bava.
Esta acumulación de números redondos es, seguramente, una coincidencia macabra. Mario Bava incursionó en géneros más allá del terror, desde peplum hasta spaghetti westerns, pero en el horror (el gótico italiano y europeo, ¡qué belleza!) y el incipiente giallo que él moldeó fue y es, sin lugar a dudas, uno de los mayores, de los fundamentales. De Bava, por esas cuestiones de disponibilidad de catálogos, hoy hay mucho más que de Dario Argento para hacer clic: en VOD está casi todo de lo más relevante de su filmografía (en Qubit se encuentran trece de sus películas).Para acercarse a Bava y salir seguramente deslumbrados –y si no, ni lo digan, que las paredes escuchan– pueden empezar con La máscara del diablo (Qubit), y seguir con Black Sabbath - I tre volti della paura (Qubit), la película de donde la banda de Ozzy tomó su nombre y en la que Boris Karloff hizo de vampiro.
En Black Sabbath Bava, que fue un gran director de fotografía –el oficio de su padre– y tenía formación pictórica, usó por primera vez el color. Y el color en Bava sería una fiesta, ¿qué fiesta? casi siempre una con sangre y muchos decorados recargados. Vean Seis mujeres para un asesino (puede encontrarse en Amazon Prime Video y Movistar Play) y lean la excelsa crítica que salió en su momento en Primera Plana, y acérquense a Bahía de sangre (Qubit) y detecten la inspiración para Halloween y Martes 13, y vean Cinco muñecas para la luna de agosto y experimenten el placer del cine y perciban, una vez más, su poder cuando está en manos de los directores que habría que resucitar. Y vean más Bava pero, si no quieren despertar al demonio, vean un número redondo. O vean seis, que el seis es un número bastante redondo en su forma, además de otras conexiones de las que ya hablamos.
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