Por qué hay que ver Vilas: serás lo que debas ser o no serás nada en Netflix
Vilas: serás lo que debas ser o no serás nada (2020, Argentina, hablada en castellano y en inglés). Dirección: Matías Gueilburt. Guion: Nicolás Gueilburt, Matías Gueilburt, Gianfranco Quattrini. Fotografía: Ignacio López Escrivá, Matías Gueilburt. Edición: Mariano Arellano. Investigación: Eduardo Puppo. Música: Vandera, Audionetwork. Con: Guillermo Vilas, Eduardo Puppo, Rafael Nadal, Roger Federer, Mats Wilander, Boris Becker, Rod Laver, Björn Borg, Gabriela Sabatini, Ion Tiriac, Richard Evans, Christopher Clarey, Peter Bodo. Duración: 94 minutos. Disponible en Netflix. Nuestra opinión: muy bueno.
Este documental se centra en la figura de Guillermo Vilas y en la larga lucha de Vilas y el periodista Eduardo Puppo –ayudado por su esposa y un matemático europeo– para que su número uno en el ranking, claramente logrado en sus grandes momentos en los setenta y jamás reconocido por la ATP, le sea otorgado retrospectivamente al mayor tenista argentino de la historia. Ese formato de dos temas en uno, que en muchas ocasiones genera relatos y retratos tironeados por fuerzas divergentes, aquí no solamente no debilita la propuesta sino que la potencia. Muy probablemente se deba al trabajo estructural y con sentido de la narrativa múltiple por parte de un montaje lejos de los automatismos televisivos y a un guion firmado por el director Matías Gueilburt, el también cineasta y productor Gianfranco Quattrini y Nicolás Gueilburt (coguionista de una de las películas argentinas clave del siglo XXI, Los paranoicos de Gabriel Medina).
Las palabras de Vilas, sobre todo las recuperadas -en casetes y en anotadores- de sus momentos de actividad como jugador, reconstruyen y amplían la figura ya conocida: el tenista reflexivo, fascinado ante algunos encuentros artísticos y filosóficos; el tenista incansable, perfeccionista, orgulloso y consciente de sus virtudes y obsesionado con remediar sus defectos. Por su parte, la obsesión de Puppo por conseguir una respuesta satisfactoria de la ATP actúa como el vector de la narrativa en progreso. Pero esa lucha estadística, periodística, histórica y hasta legal puede muy bien estar oficiando de McGuffin hitchcockiano -es decir, de distractor en la superficie para construir un entramado en profundidad- para revelarnos otra historia: la de una amistad entrañable entre un caballero del deporte y un caballero del periodismo. Y por esto mismo, y por la caballerosidad de la película en general, es una verdadera lástima que se haya decidido dejar un fragmento en el que el jugador -hoy en día con la salud aún más afectada que en ese momento- no es consciente del registro de la cámara. Esa es la única bajeza de una película con un arsenal de elementos altísimos para compensar con creces ese desliz: entrevistas a los más grandes tenistas, anécdotas y ambiente de los setenta, a Ion Tiriac como siempre en estado de gracia, y archivos del pasado de Vilas con declaraciones tempranas, recuerdos emocionantes con su padre y, claro, puntos inolvidables en partidos que se jugaban en mundos y ciudades de otro siglo, de otro mundo, uno en el que los placeres y la responsabilidad -y hasta el estoicismo- podían convivir armónicamente.
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