Pixar cocina con acento francés
En California, LA NACION visitó un estudio de animación que está a la vanguardia y habló con el director de su nuevo film
EMERYVILLE, California.- Apenas 20 minutos de viaje en automóvil a través del imponente Bay Bridge y del paisaje de una bellísima bahía separan a San Francisco de este bucólico y cuidado suburbio, en el que adquiere pleno sentido aquello de que hay industrias que funcionan a pleno sin una sola chimenea.
A uno y otro lado de sus calles, antiguas fábricas recicladas albergan ahora emprendimientos ligados al diseño y a las nuevas tecnologías, aunque no faltan construcciones de esas características transformadas en cafés o galerías de arte.
En medio de tal escenografía, uno de los espacios más amplios y vistosos -rodeado de un verde tan pulcro e inmaculado como el de sus veredas- asoma como una suerte de emblema y señal identificatoria del lugar. Lo que funcionó en otros tiempos como envasadora de la firma Del Monte es hoy una funcional construcción de varias manzanas, cuyo diseño de metal y madera aprovecha casi integralmente la luz natural, y que a primera vista parece más un campus universitario que el estudio cinematográfico que está a la vanguardia en materia de animación, Pixar.
Aquí no hay sets de tamaño considerable, construcciones o escenarios de tamaño natural. Los productores, iluminadores, directores de arte, escenógrafos y diseñadores de producción son en su mayoría jóvenes de vestimenta informal que trabajan en oficinas con computadoras y maquetas. En los ratos libres pueden ir a un salón comunitario en el que hay heladeras, microondas y al menos diez variedades distintas de cereales, o jugar un rato en dos mesas de pool, una de ping-pong y varias estaciones de videojuegos con joysticks.
En el fondo de un amplísimo y luminoso hall -recorrido varias veces en monopatín por los más apurados- un óleo de apreciables dimensiones muestra a dos ratoncitos observando el cielo de París. Muy cerca del cuadro, en la puerta de acceso a la sala de proyecciones, Brad Bird recibe a la prensa internacional para hablar precisamente de lo que muestra esa imagen, tal vez la que mejor identifica a primera vista lo que significa Ratatouille , el octavo largometraje de Pixar en sus dos décadas de vida, cuyo estreno en la Argentina anuncia Buena Vista para el próximo jueves.
Visión de conjunto
"Es un poco extraño y difícil hablar de esta película, porque es difícil encontrar aquí fragmentos que puedan hablar por sí solos. Ninguna de sus partes funciona aquí fuera de contexto, todo ha sido ensamblado de tal modo que cada cosa adquiere sentido a partir de la anterior o de la siguiente", advierte Bird, que después de haber dirigido para Pixar un éxito tan fuerte como Los Increíbles , se hizo cargo del guión y la realización de las andanzas de una rata llamada Rémy, dotada de un extraordinario sentido del gusto y talento culinario. Tras escapar de la granja en la que habita y perder en el camino a su familia, llega a París y, de la mano del espíritu del fallecido Auguste Gusteau, un célebre chef cuyo lema es "Cualquiera puede cocinar", ayuda a un ingenuo lavacopas llamado Alfredo Linguini a convertirse en el cocinero más creativo del restaurante Gusteau s, ante la sospecha de su chef, el diminuto y ambicioso Skinner, y la sorpresa de los otros encargados de la cocina, entre los cuales sobresale la bella y aguerrida Colette. Las cosas se complican cuando el reencuentro entre Rémy y su familia potencia los contrastes entre hombres y ratas, con la comida de por medio, y aparece en escena el crítico de restaurantes más temido de Francia: Anton Ego.
Bird tomó la historia, originalmente concebida en 2000 por otras manos, y la reescribió por completo con una idea fuerza en la cabeza: hacer que el personaje principal luciera sensible y tierno, pero sin dejar de ser lo que es: un bicho que a los ojos de muchos es desagradable e inspira rechazo.
"Hay ratas que dan la impresión de ser azules y de hecho tienen ese color -explica Bird-. Pero hemos querido exagerar algo esa impresión con la idea de diferenciarla del resto, de mostrar a Rémy como una especie de diferente, de outsider entre los suyos. No hay que ver estas decisiones desde una perspectiva intelectual. Puede haber estrategias para diseñar personajes, estrategias o escenas, pero en la mayoría de los casos la elección es puramente intuitiva. Aquello que es lógico en un sentido general muchas veces no lo es en el sentido cinematográfico".
El director recurre al ejemplo de Dedos de oro , una de las películas de James Bond. "Quienes mostraron a 007 saliendo del agua vestido de etiqueta sabían que estaban presentando algo ridículo, pero lo hicieron con tanta convicción que a todos nos pareció serio, lógico y hasta verosímil. Es una licencia absolutamente legítima. En Ratatouille, las ratas se escapan nadando de una casa de campo de un modo que mezcla lo absurdo y lo lógico, porque en el fondo nosotros, como espectadores, queremos que salgan de allí aunque no nos parezca lógico que lo hagan de esa manera", detalla.
Llevado por esa intuición, Bird y su equipo desecharon la mayoría de los trabajos de investigación previa sobre los personajes y su entorno (que los llevó, por ejemplo, a entrevistar a famosos chefs como Anthony Bourdain) y optaron por trabajar un guión que tiene mucho de comedia física, además de explorar una vez más todos los límites y las posibilidades que hoy ofrece la animación generada por computadora, medio que tiene a Pixar (de Toy Story y Monsters, Inc. a Buscando a Nemo y Cars ) como uno de sus máximos exponentes.
"Siento que con esta película hemos dado varios pasos adelante -ejemplifica el director-. Por ejemplo, adquirimos mucha más riqueza en la atmósfera general de los cuadros, hay trabajos de sombras y de fondos que difícilmente hayan sido vistos antes y, sobre todo, la comida que se ve en pantalla, totalmente hecha por computadora, luce a la vista realmente deliciosa. No podíamos dar la impresión de que la comida es de plástico, porque estamos dentro de un restaurante gourmet. ¡La comida tiene que verse bien! Además, diseñar y dibujar la comida que se ve en la película, ingredientes que en muchos casos aparecen cortados en pedacitos muy pequeños o espolvoreados dentro de una olla, fue por lejos lo más difícil de hacer".
En ese momento, Bird piensa un momento y parece decidido a volver sobre sus pasos. "En realidad, cada vez que me preguntan acerca de qué trae de nuevo cada estreno de cine animado, siento que con el tiempo esa cuestión adquiere cada vez menos significación. Siento que cuando se habla de lo nuevo, en Pixar nos distinguimos del resto porque siempre tratamos de ser originales sobre todo desde las historias y los personajes". Con ideas que seguramente dan vueltas en este momento en la cabeza de alguna de las casi 800 personas que día a día cruzan el Bay Bridge y tardan 20 minutos desde San Francisco para entrar en la cocina de esta fábrica cuya línea de montaje funciona a fuerza de creatividad e imaginación.
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