Joe Dante no podría haber tenido un mejor debut. Seguramente, cuando inició el rodaje de Piraña ni siquiera soñaba con un éxito de la magnitud del que obtuvo esa película de clase B transformada hoy en un clásico de culto: se filmó con un presupuesto de 600 mil dólares, una cifra exigua para los cánones de la industria nortemericana, y terminó recaudando nada menos que 16 millones.
Se acaban de cumplir cuarenta años del estreno de este film que alguna vez fue calificado como "el mejor plagio de Tiburón jamás filmado". Vale la pena entonces recordar algunos datos de su particular rodaje, llevado a cabo con más imaginación que recursos tres años después del golazo de Steven Spielberg, quien gastó en aquella obra maestra basada en una buena novela de Peter Banchley (Jaws, de 1974) 9 millones de dólares y recaudó nada menos que 470.
Poco presupuesto, mucho ingenio
Dante tuvo apenas treinta días para filmar su ópera prima. Contaba con un guión trabajado a los tumbos a lo largo de cinco años y un equipo de colaboradores jóvenes, con tan poca experiencia como él.
El principal impulsor del proyecto fue Roger Corman, mítica figura del cine de bajo presupuesto, entusiasmado con la idea que le acercaron Jeff Schechtman -un antiguo asistente suyo que finalmente fue el productor de Piraña- y una veterana estrella de cine japonesa, Chako van Leeuwen. El guión original contaba una historia bizarra y no del todo articulada sobre pirañas que devoraban osos y humanos.
Visionario, Corman pensó que, con algunos ligeros retoques, ese relato extravagante podría funcionar. Años más tarde, Dante declararía que Corman sabía perfectamente que el guión era mediocre y que por eso convocó de inmediato a John Sayles, autor de una novela muy elogiada (Pride of the Bimbos) y después director de muy buenas películas, como Passion Fish y Lone Star. Fue justamente Sayles el que le agregó a Piraña más humor negro y un leve tinte político, relacionado con el desastre de la Guerra de Vietnam. La única exigencia que le planteó Corman fue que tuviera como referente indispensable a Tiburón, cuyo éxito comercial era para él un aval evidente y una oportunidad digna de ser aprovechada.
La mayor parte del rodaje se llevó a cabo en el parque temático Aquarena Springs de San Marcos (Texas), inaugurado en 1951, transformado muy pronto en una importante atracción turística de la época y adquirido por la Universidad Estatal de Texas, que lo mantuvo hasta 1996. Hoy funciona en ese mismo lugar el centro de estudios ambientales Aquarena Center.
Las hambrientas pirañas que protagonizan la película eran en realidad marionetas de goma, elegidas luego de que fracasaran unas pruebas con pirañas mecánicas en la piscina olímpica de la Universidad del Sur de California. Fue una buena solución para un equipo de efectos especiales sin mucha experiencia y con apenas 50 mil dólares disponibles para desarrollar su trabajo. Se sabe que los recursos escasos obligan a aguzar el ingenio. Y ese equipo estuvo a la altura de las circunstancias, como lo certifica la valiosa idea de usar unos cuantos tornos de dentista para generar el temible sonido de las pirañas asesinas al acecho, uno de los sellos distintivos de la película.
La filmación, recordó Dante hace unos años, no fue fácil: hubo varios cambios de última hora en el reparto, las cámaras submarinas que utilizaron se rompían, los sindicatos presionaban por la extensa duración de las jornadas de trabajo y muchas de las imágenes producidas por la segunda unidad resultaron inutilizables.
Sin embargo, esas limitaciones no impidieron que el director se las arreglara para conseguir una película dinámica, atrapante y muy fresca. Dante tenía en aquel entonces 32 años y nadie podía suponer que se convertiría en un nombre importante de Hollywood, muy valorado por el propio Spielberg. No por nada, el director de Tiburón aceptaría producir su otro gran éxito: la fabulosa Gremlins (1984).
"Piraña logró resultados realmente sorprendentes. Estas películas de bajo presupuesto a menudo pueden obtener un gran beneficio bruto la primera semana, pero luego se hunden. No fue el caso de Piraña, que resistió muy bien la competencia contra producciones de los grandes estudios y se convirtió en un éxito", reflexionó en su momento Corman.
Fanáticos y detractores
La contracara de ese buen rendimiento financiero fueron algunas amenazas legales que no se concretaron. Mientras producía Tiburón 2, Universal amagó con demandar a New World, la productora de Piraña, por plagiar al famoso largometraje que inauguró una saga bastante irregular, el único de la serie que dirigió Spielberg. Fue el propio director, confeso fan de la película de Dante, el que convenció a la poderosa compañía de dejar a un lado esa idea.
Más adelante Spielberg diría que consideraba a Piraña como un brillante rip-off de Tiburón. No era el único admirador: James Cameron, otro realizador prestigioso que supo valorar al primer film de Dante, dirigió la secuela inmediata, Piraña 2: Los vampiros del mar (1981), que también cautivó al director de El imperio del sol e Inteligencia artificial.
El atractivo de Piraña radica en su capacidad para colar un mensaje político en una trama muy sencilla: esos temibles peces sedientos de sangre son el resultado de un experimento maligno que las fuerzas armadas norteamericanas pensaban implantar como arma letal en los numerosos ríos de Vietnam. Su accidental liberación en aguas de los Estados Unidos provoca un festival gore completamente desprejuiciado, con víctimas adultas e infantiles.
Las escenas están tan logradas que aún hoy causan escozor. Y la música de Pino Donaggio (colaborador estrecho de Brian De Palma y autor muy avezado para ambientar historias terroríficas como la de Carrie) las potencia notablemente sin sobrecargarlas.
Treinta y dos años más tarde llegaría la versión 3D, dirigida por el francés Alexandre Aja y con Richard Dreyfuss, Adam Scott, Christopher Lloyd y Elisabeth Shue en el elenco. También tuvo mucha sangre, algunos pasajes de humor y un final sorpresivo, pero no le hizo sombra a la original, a pesar de contar con un presupuesto muchísimo más abultado (24 millones de dólares). En el cine, las ideas suelen ser más importantes que el dinero.
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