Peter Yates, confinado a una secuencia
Fue tan inmediato y tan fuerte el impacto que causó la famosa persecución automovilística de Bullitt (1968) que el nombre de Peter Yates, de cuyo fallecimiento en Londres se informó hace casi una semana en estas mismas páginas, parece haber quedado confinado definitivamente a esa secuencia y a ese film. Pero es seguramente injusto que la obra -que ejerció una influencia enorme sobre la evolución del film policial- haya opacado el valor de otros títulos que dieron testimonio de sus habilidades narrativas en una carrera que mostró, por cierto, abundantes altibajos. El tono algo displicente de cierta crítica que entendía la multiplicidad de géneros que Yates solía abordar como una prueba de su falta de personalidad hizo pasar por alto otros talentos que también asoman en sus mejores películas. Además, claro, de su oficio depurado, su profesionalismo y su voluntad de mantenerse siempre al tanto de las novedades temáticas y formales.
La pericia técnica de este "director competente" -como lo definía Pauline Kael- quedó evidenciada no sólo en Bullitt , en la que además humanizó al personaje del policía y fue determinante en la construcción de la imagen que hizo de Steve McQueen una estrella, sino también en otras películas posteriores que vale la pena rescatar. ¿Cómo olvidar, por ejemplo, Los muchachos del verano ( Breaking Away , 1979), en la cual los conflictos de clase y el chauvinismo pueblerino se filtraban en la historia del aprendizaje de cuatro adolescentes en el momento en que deben tomar decisiones vitales para su futuro? ¿Cómo ignorar su impecable adaptación al cine de El vestidor ( The Dresser , 1983, según la pieza de Ronald Harwood, que le dio, como la anterior, una candidatura al Oscar) y que traía un imperdible torneo actoral entre un divo del teatro británico (Albert Finney) y el asistente homosexual (Tom Courtenay), que vive del reflejo de sus triunfos?
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Quizá sería todavía más injusto olvidar Los amigos de la muerte ( The Friends of Eddie Coyle , 1973), indagación en el submundo de Boston que por su atmósfera de melancólica fatalidad que remite al cine negro de los años 40 y por la notable autoridad aportada por el elenco encabezado por Robert Mitchum merece ser considerada una de las grandes películas policiales de la década. Yates obtuvo grandes éxitos de taquilla (el mayor, probablemente, Abismo , de 1977, con Nick Nolte y Jacqueline Bisset), y varios títulos menores, sobre todo en los últimos años, pero también dejó unos cuantos que, por razones diversas, permanecen en la memoria del público: John y Mary (1969), tierno romance en clave de años sesenta con Dustin Hoffman y Mia Farrow; La guerra de Murphy (1971), con Peter O'Toole; Un diamante al rojo vivo (1971), con Robert Redford; ¿Qué diablos pasa aquí? , comedia con Barbra Streisand, y Eleni (1985), film sobre el amor maternal sobre el fondo de la guerra civil en Grecia, tal vez el último film suyo estrenado en nuestro país, si bien en 2000 se vio por cable el que había sido su sueño por varios años: una adaptación de Don Quijote para la TV, que realizó en Andalucía.
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