Peter Gonzales Falcon: "Fellini veía la escena espiritualmente, como si se le presentara una visión"
Como parte de las celebraciones del centenario de Federico Fellini se suceden alrededor del mundo diversos homenajes. Días atrás, Fellini: Concerto e mezzo permitió reencontrar al público con el Teatro Coliseo gracias a un extraordinario espectáculo multimedial que, con todos los protocolos por la pandemia, pudo verse desde la butaca pero también por streaming. Asimismo el Festival Internacional de Cine del Paraguay (que puede verse hasta el 20 de diciembre desde la web y en sus canales de YouTube y Facebook) realizó también una actividad de homenaje con diversos testimonios sobre el genio creativo de Fellini pero con la gravitante presencia de Peter Gonzales Falcon, que tuvo el indudable privilegio de personificar a un joven Fellini en Roma, nada menos que aquel retrato de la ciudad que tanto amó y estrenó en 1972 el inmortal Federico.
"No hago estas entrevistas en español frecuentemente, puede que sea la primera", dice Gonzales Falcon desde su casa en San Antonio, Texas, a Hugo Gamarra Etcheverry, director del festival paraguayo y al cronista de LA NACION, en una entrevista exclusiva que permite rememorar de manera casi directa al gran Federico de la mano de uno de los pocos sobrevivientes de un film que lo reunió con buena parte de lo más memorable de la historia del cine italiano. "Pasaron entre dos años desde que llegué a Italia para hacer cine de Hollywood en ese sistema que se llamaba cine-max hasta que llegó esta oportunidad. Me tocó irme a Italia y trabajar con grandes nombres de Hollywood casi por accidente, pero era un chavito", dice Peter, entre risas. Pero su llegada a Fellini-Roma sería tan singular como su arribo al mundo del cine: "Cuando la compañía de Hollywood regresó a Los Ángeles estaban medio decepcionados conmigo porque era un buen niño, y luego me hice amigo de la compañía de Andy Warhol que estaba filmando por allí en Roma y con los hippies que estaban en el auge del 68 y estaban ahí también. Me quedaba a trabajar aparte porque aquí en Texas nos tenían prohibido el español, sólo podíamos hablarlo a las escondidas. Me hice amigo de una modelo muy hermosa llamada Donyale Luna, que sale en Fellini-Satyricon como la hechicera, y era una de las más cotizadas, y le caí muy bien en una fiesta de fin de rodaje de El asesinato de Trotsky y me regaló un boleto de avión para Londres y estuve un año trabajando como modelo. Pero no me gustaba ser mannequin porque tenía mucha sensibilidad, aunque eso finalmente me sirvió para el trabajo con grandes maestros como Federico Fellini, Liliana Cavani o Francesco Rosi. Luego de un año en Londres regresé Roma porque Franco Zeffirelli estaba haciendo el casting para Hermano Sol, Hermana Luna, y fui para el papel de San Bernardo con una amiga que deseaba ser Santa Clara, pero no me tocó. Me quedé un poco triste. Pero mi amiga me conectó con un traductor de guiones del inglés al italiano y muy vinculado: 'Además le gustan los monos como tú, estas muy changuito y le fascinan los changos (monos)'", dice Gonzales Falcon en perfecto "chicano" para detallar el momento en el cual cambió su historia: "Fui a comer con este señor a su departamento. Se llamaba Eugenio Walter y había escrito las palabras de 'Qué es un joven', que luego Zeffirelli incluyó en Romeo y Julieta y levantó el teléfono y llamó a Liliana Cavani. 'Tengo aquí a quien buscas para tu película con Lucia Bosé', le dijo. Ella no estaba muy convencida. Pero luego levantó el teléfono otra vez y dijo: 'Federico, soy Eugenio, estoy aquí con un muchacho que es el que vas a querer para tu película Roma". Y escuché que Federico le dijo: 'Mándamelo mañana a primera hora para conocerlo aquí, lo esperamos en Cinecittá'. Colgó el teléfono, volvió a llamar a Liliana Cavani y dijo: 'Me 'dispiace' pero ya está contratado por Federico Fellini'". Entre risas, Gonzales Falcon cuenta que Liliana Cavani se desesperó y reclamó por él, al que ya imaginaba como protagonista de su película L’ospite. Y así Peter Gonzales Falcon consiguió las dos primeras películas de su carrera y las dos con las que, luego de una gran pausa, el cine italiano volvería a la producción.
-¿Cómo fue ese primer encuentro con Federico Fellini?
-Fellini siempre era Fellini. Yo conocía el cine pero te puedo leer los libros más esotéricos del mundo y no me acuerdo el nombre de los autores. Lo mismo me sucede con el I Ching y recuerdo a Confucio. Pero nombres como Fellini y Rosi no eran parte de mi mundo aunque sí conocía el cine italiano y francés que apenas comenzaba a llegar a Texas. Llegué a Cinecittá y había como tres cuadras dobles de cola de los jóvenes más hermosos y guapos que puedas imaginarte. Y ahí llego yo y me dije: "Nunca voy a llegar a la puerta si hago cola". Me fui y jalé el portón y se abre una ventanita y era Liliana Betti (N.d.R. secretaria privada y mano derecha de Fellini) con su puro... muy "macha" Liliana, muy linda gente. Todos sus amigos eran divinos, pero eran muy gente. En Texas estábamos oprimidos pero llegué a Italia y todos se parecían a mi familia.
Gonzales Falcon imita entonces la primera impresión que le causó Fellini, imborrable, sentado con sus grandes anteojos sostenidos en el medio de la nariz: '"Peter, gira di lá, gira, gira, gira', y no me cayó muy bien que me dijera que diera la vuelta porque tenía mi preparación de Hamlet y él nomás quería que girara. Entonces le dije: 'Ya di la vuelta, ¿Quiere ver mis dientes?', me abrí la boca y luego dije: '¿Quiere ver mis piernas?' y me levanté los pantalones. No tenía el carácter sumiso del actor y de cómo te tenías que portar, además era muy estadounidense de aquellos tiempos que creíamos que teníamos libertad y toda la posibilidad del mundo. Todavía teníamos esa ilusión. Pero Fellini volteó y le dijo a Liliana: 'Questo ragazzo è elegante e particolare. Chi vedo in due settimane', y eso fue todo y estuvo muy bien conmigo porque no se enojó. Me regresé a Londres y se me olvidé de la película por completo. Luego de un mes me llamaron y me dijeron: '¿Dónde estás?', regresé y comencé a trabajar".
-Sabemos por las anécdotas contadas por Marcello Mastroianni en diversas entrevistas y documentales que era muy difícil que Federico Fellini le diera el guión a los actores…¿tuvo alguna vez el guión de Roma en sus manos?
-Nunca tuve un guión completo. Él me daba mis escenas. Hacían el guión cada noche para darlo al día siguiente. Y tengo uno que parece tan grande como un guión, y otros más pequeños, que sacaban con mimeógrafo. Él nomás me explicaba lo que quería que hiciera, y no puedo decir que estudiara el guión o lo leyera.
-¿Cómo era la marcación de Fellini en el set y la composición del personaje?
-Federico no me dio ninguna instrucción realmente, nomás me dijo lo que tenía que hacer. Ya me tenía muy bien peinadito y en mi traje. Danilo Donati escogía los trajes y los diseñaba y yo me vestía y esperaba. Y luego salía y captaba lo que quería. Me explicaba en ese momento y como era tan joven creo que no me dificultaba las cosas. Me pulía la mente, y si iba a ver Roma por primera vez, era la primera vez que veía el escenario y de ahí tomaba un porcentaje pero creaba mi realidad dentro de lo que él quería y eso se trasladaba desde el camarógrafo a todos los que estaban haciendo su trabajo.
Consultado por Gamarra Etcheverry sobre si los aspectos simbólicos se hablaban en el set, Gonzales Falcon confesó que a los productores sí les brindaba esos detalles: "Porque era lo que querían oír y él quería el dinero de los productores. Era un showman el Fellini y sabía qué decirles, y sabía hablarle a cada quien lo que quería oír. Decían que era muy tramposo. Pero la verdad es que tenía la sencillez de su memoria. Los anglosajones no entienden a Fellini porque no son latinos, no son italianos, y no tienen el calor que nosotros tenemos de familia y de crecer con mil años rodeados de arte. Ellos creen que Fellini tenía una magnífica imaginación y que recreó Italia pero en su mente, porque creen que no existió así. Los norteamericanos tampoco nos entienden a nosotros los latinos de este país, que no es imaginación, que así es nuestra vida", señala en otro pasaje de la conversación el actor que encarnó a un joven Fellini deslumbrado por la gran ciudad y añade que: "Para mí trabajar con él era como estar con mi familia porque así era mi familia, conversadora, y comían y andaban todos con sus historias y todos se unían. Aquí en los Estados Unidos el mundo de los sajones no tiene eso, no lo entienden y creen que es pura imaginación. Él era todos nosotros, lo que cargamos en nuestro corazón y cómo vemos la vida, de manera mágica".
-Lina Wertmuller dijo una vez que "conocer a Federico era conocer al chico que mete la mano en el tarro de mermelada". ¿Cómo eran los vínculos humanos?
-Estoy de acuerdo con todo eso y creo que cada quien tiene su relación simbiótica con Federico Fellini y saca diferentes cosas. Para mí era como un protector. Como yo era muy bonito y guapo, y bastante inocente, él me rodeaba de gente para que no se me vinieran muy cerca porque me "echaban los perros". Él quería cuidarme, entonces era un poquito paternal conmigo en ese aspecto. Se portaba muy bien conmigo, me hacía chistes, como cuando firmamos el contrato y me dijo que ya íbamos a comenzar a filmar: "Non scopare troppo". Me decía cositas así, chistosas. Me gustaría, pues, tener la posibilidad de regresar en el tiempo un poquito para conocerlo de otras maneras, a él y a Giulietta Masina. Pero conocí bien a su familia, a sus sobrinas, pasaba tiempo con ellos. Me juntaba los jueves con Antonioni, Liliana Cavani, Visconti y otros directores que no me acuerdo, a jugar bingo en el departamento de Liliana, y allí estaba Helmut Berger con Luchino Visconti, cuidándolo y ganándole al bingo. Era bonita Italia, sí…
La sonrisa plena de Gonzales Falcon no deja de transmitir un dejo de melancolía con las fabulosas memorias de un tiempo ido que nutre hoy los libros de historia y que el joven actor chicano vivió con cotidiana ingenuidad. Consultado sobre el misterio que significa el análisis de la puesta de escena en Fellini, Gonzales Falcon considera que: "Fellini veía la escena espiritualmente, como si se le presentara una visión, y contaba los árboles, veía las mesas, veía las reacciones y todo lo cargaba en su visión. Si él llegaba al set y había 49 pinos y había ordenado 50 no filmaba porque no daba lo que era su visión. Entonces uno tenía que entrar dentro de su visión para ver y sentir, no planear, no actuar, nada, pero convertirse en la mirada de él. La magia era saber a quien quería para completar su imagen". Para señalar como ejemplo la escena del tranvía en la película que en la Argentina se conoció como Fellini-Roma, y como era ese especial vínculo con el director: "Corría de un lado al otro del set en el restaurante. Un día fuimos, me puso el traje y mi trabajo era colgarme del tranvía con las puertas abiertas. Ese día no sentía que esa película me fuera a llevar a ser un actor reconocido porque ¿dónde estaba la actuación? Pensaba que el mundo iba a creer que no estaba haciendo nada, que nomás estaba ahí. Entonces decidí y me dije: "es mi espalda y él está lejos, con un megáfono y binoculares como a dos cuadras, y mi único escape es mi mundo espiritual que puede darme algo para fortalecer en esta escena mi participación. Me imaginé lo que era cuando Cristo resucitaba de la cruz, puse un brazo más alto que el otro y pensé: "No se va a dar cuenta, no puede saber en lo que estoy pensando". Comencé a meditar en la escena y, de repente, escuché que gritaron: "¡Corte!". Fellini estaba como cayéndose: "¡No hagas de Jesucristo!", me dijo.
-¿Cuando piensa en Fellini qué es lo primero que recuerda?
-Es uno de los acontecimientos más fuertes en mi vida personal y profesional porque eso me definió para siempre. Iba en camino ya de hacer cine pero eso me abrió la puerta de la casta de los actores internacionales europeos, así desaparezca por cincuenta años… Los italianos son divinos, porque entendieron completamente y, sin ninguna duda, que tienen a Federico en sus calles porque Fellini es ahora todos estos jóvenes cineastas, todo este pueblo. El espíritu de Fellini se ha expandido y vive en todos nosotros ahora. Siempre me preguntaron por qué Fellini me escogió a mí. Cuando vi el libro Viaje a Tulum, que es una novela gráfica y le pregunté a Nicola Bassano de la Fundación Fellini, me confirmó que esos dibujos de Manara eran el guión de la última película que iba a escribir Federico. Y ese guión lo iba a filmar en México. Ya no conseguía dinero para hacer cine, pero se lo consiguieron Martin Scorsese y George Lucas. Fellini desapareció varios días para juntarse con Carlos Castaneda y en la historia entraban en la mística del curanderismo. Fue el comienzo de reconocer adónde iba a terminar Fellini, y en donde iba a terminar yo.
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