Hacemos un repaso por las peores continuaciones de producciones que quisieron exprimir el éxito de una historia
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La posibilidad de perpetuar un negocio en la pantalla grande es un canto de sirena, y ante un éxito de taquilla, es habitual que aparezca algún productor deseoso de sacarle más rédito a la gallina de los huevos de oro. Claro que si bien hay secuelas que igualan o hasta superan a su predecesora (Gremlins 2, El Padrino 2 o Hellraiser 2, por ejemplo), también hay otros casos muy mediocres, que parecieron aspirar a no más que exprimir la billetera del público. A continuación, un repaso por una lista de títulos que ejemplifican con precisión eso de que “las segundas partes nunca fueron buenas”.
La Máscara 2: el hijo de la Máscara
El universo de La máscara era de un potencial enorme. Inspirada en el cómic homónimo (dueño de un humor violento que fue suavizado en su adaptación), esta película que catapultó a la fama a Jim Carrey fue uno de los grandes éxitos de 1994. Y aunque el film estaba lejos de ser una obra maestra, su humor e innovadores efectos especiales atrajeron la atención del público de todas las edades. Por ese motivo, la puesta en marcha de una continuación no tardó demasiado y, en 1995, Carrey recibió la propuesta de diez millones de dólares por volver a ponerse en la piel del estrafalario Stanley Ipkiss. Pero las negociaciones se estancaron, el actor terminó por rechazar el proyecto y los guionistas debieron partir de cero con una nueva trama. Los años pasaron, el boom de La máscara perdió fuerza, y recién en 2005 se estrenó El hijo de la máscara, con Jamie Kennedy y Alan Cumming como protagonistas. Como era de esperar, la película no generó ningún interés en los espectadores y la ausencia de Carrey hizo que el título pasara totalmente desapercibido. Con una recaudación que no llegó ni a la mitad del dinero invertido, El hijo de la máscara pronto cayó en el olvido.
Superman IV: En busca de la paz
Las primeras dos películas de Superman (Christopher Reeve) son piezas casi imprescindibles. Fundadoras del cine de superhéroes, se trata de dos largometrajes a cargo de grandes directores, que plasmaron a través del kriptoniano dos formas de comprender el encanto de estos personajes en la pantalla grande. Con el primer film, Richard Donner estableció un relato inicial y con el segundo, Richard Lester se animó a abordar la tragedia del extraterrestre que busca definirse como humano. Pero con el resto de la saga, la situación fue barranca abajo. Si bien Superman III estuvo lejos de la calidad de sus antecesoras, al menos la aparición de la versión oscura del héroe alcanzaba para dejar unos buenos momentos, pero la cuarta entrega bajó considerablemente el estándar. Bajo el pomposo título En busca de la paz, la trama muestra al superhéroe en batalla contra Lex Luthor (un desganado Gene Hackman), en sociedad con una poderosa criatura bautizada como el Hombre nuclear (Mark Pillow). Como era de esperar, esa premisa solo conduce a un relato mediocre de unas pocas peleas, todas dueñas de unos efectos especiales dolorosamente económicos (el presupuesto de este film estuvo muy por debajo de las entregas previas). Es sabido que Superman IV solo fue posible porque Reeves puso algunas condiciones como dirigir la segunda unidad y obtener fondos para uno de sus largometrajes posteriores, Street Smart. Y quizá por eso es que todo se vea tan deslucido porque su principal estrella, más que interesada en entregar una gran continuación, terminó por utilizar este proyecto como puente hacia otros objetivos.
Máxima velocidad 2
Máxima velocidad fue una grata sorpresa. Ni la Fox ni el público esperaban demasiado de un título que tenía a Keanu Reeves sobre un micro durante dos horas, pero la fórmula funcionó, Reeves (que no era un héroe de acción) compuso a un personaje de enorme carisma, que se sumergía en una atrapante misión. Máxima velocidad era adrenalina de punta a punta y aun hoy es una de las piezas clave del cine de acción. Por este motivo, el deseo de una continuación no se hizo esperar, claro que de ahí en adelante todo fue en picada. Reeves no quiso participar del proyecto, una decisión que dejó a Bullock (y a los guionistas) ante el desafío de prescindir de su coprotagonista. Y si bien la actriz tenía talento de sobra para hacerse cargo de la historia, el libreto no ayudó y por eso Máxima velocidad 2 no fue más que una deslucida copia de la original. Esta vez, el micro fue reemplazado por un lujoso crucero, en el contexto del ataque de un temible villano interpretado por Willem Dafoe, cuyo talento no alcanzó para evitar el inevitable desastre que fue este film.
El nuevo Karate Kid
La trilogía oficial de Karate Kid funcionaba y aunque la primera entrega fue para la mayoría del público la mejor, la segunda y tercera parte mantuvieron intacto su encanto. La dinámica a partir del joven héroe y su experimentado mentor, y la evidente química entre Daniel San (Ralph Macchio) y el señor Miyagi (Pat Morita) derivó en una gran historia original y dos continuaciones. Y debido a eso es que al comenzar la producción de una cuarta entrega, pero sin el querido Larusso, el escepticismo dominó el ambiente. El argumento de El nuevo Karate Kid gira sobre cómo Miyagi se convierte en el maestro de Julie (Hilary Swank), una joven que encuentra en las enseñanzas del sensei, un bálsamo para aliviar un dolor que la atormenta. La premisa no estaba necesariamente mal y repetir la fórmula con algunas variantes a veces sí deriva en un modesto éxito, pero el caso de El nuevo Karate Kid no fue así: el recuerdo de Daniel San estaba demasiado vivo en los espectadores y aunque reencontrarse con Miyagi era motivo de festejo, eso no alcanzó para hacer de este un título exitoso. El tiempo pasó, la película fue olvidada y para un gran sector de los espectadores, Karate Kid nunca dejará de ser una trilogía, y una aplaudida serie de televisión.
Mi pobre angelito 3
Mi pobre angelito 2 era de por sí, una repetición paso a paso de su antecesora. Pero el público lo dejó pasar gracias al innegable encanto del pequeño Macaulay Culkin, que repitió sus morisquetas con suculentos resultados en taquilla. El éxito sostenido de ambas películas invitó a los productores a pensar una tercera entrega, que hizo aún más evidente el deseo de explotar la misma fórmula, sin demasiadas innovaciones. Claro que sin Culkin era posible que la película no funcionara y para sorpresa de nadie, así fue. Una vez más, un niño se enfrenta a varios villanos que esta vez buscan robarle un juguete que lleva escondido un poderoso microchip. Es disparador da pie a una apagada comedia en la que casi duele la ausencia no solo de Culkin sino también de esos secundarios de lujo que fueron Joe Pesci, Daniel Stern y Catherine O´Hara. Pero, atención, porque a pesar de sus mil torpezas, Mi pobre angelito 3 no fue una decepción en taquilla (aunque es muy improbable que alguien defienda esta tercera parte como la mejor de la saga). Por cierto, la franquicia de Mi pobre angelito lleva un total de seis películas y verlas en orden no es más que un ejercicio masoquista que solo sirve para comprobar cómo una historia va perdiendo su brillo.
Psicópata americano 2
Christian Bale y Mary Harron entregaron una de las películas más rabiosas de comienzos de siglo, basada en una de las novelas más salvajes de los noventa. El brutal retrato de Patrick Bateman (Bale) fue un sismo en la taquilla de 2000 y eso inspiró al productor Ernis Barbarash a sacar de la galera una secuela que francamente nadie esperaba. Aquí la historia sigue a Rachel Newma (Mila Kunis), una joven que comienza un raid de asesinatos como forma de alcanzar su gran objetivo: entrar al FBI. Y con este particular argumento, el largometraje se mete de lleno en una trama tan mala, que el propio novelista Bret Easton Ellis aseguró que de no tomar alguna medida, “Psicópata Americano iba camino a convertirse en una franquicia tipo La pantera rosa”. Por su parte, Kunis no tardó en renegar de la película y expresó: “Por favor, que alguien deje de hablar de esto. Armen una petición, algo. Cuando hice esa secuela, no sabía que se trataba de Psicópata americano 2, se suponía que era un proyecto distinto, y luego la reeditaron y salió algo malo”.
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