“Si ganamos el León de Oro va a pasar por la trituradora”, aseguran los realizadores del film Competencia oficial.
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VENECIA.– No es excepcional que en el Festival de Cine de Venecia una película sea interrumpida varias veces por aplausos. Normalmente los aplausos estallan sólo al final. Competencia oficial, la brillante y divertidísima película de Mariano Cohn y Gastón y Andrés Duprat, que se estrenó hoy en la Mostra con una gran recepción, provocó estas reacciones.
Protagonizada por actores extraordinarios como Penélope Cruz, Antonio Banderas y Oscar Martínez, Competencia Oficial, que, por supuesto está en competencia oficial y busca el León de Oro, sorprendió a todos. Irónica e inteligente, es una comedia “un poco mala leche”, tal como reconocieron los mismos autores a LA NACION, sobre la industria del cine, el excéntrico y narciso mundo de actores y directores, con envidias y rivalidades, el trabajo actoral, los festivales y la vida misma.
Con un guion formidable, narra la historia de un empresario farmacéutico multimillonario que al cumplir 80 años se da cuenta de que quiere dejar un legado y que entonces decide hacer una película. Con este fin, contrata a una de las mejores directoras de cine del mundo: la neurótica, genial y autoritaria Lola Cuevas (Penélope Cruz). Ella, que es también una artista, muy diva, pero también frágil, a su vez selecciona a los dos mejores actores posibles del momento, que jamás han trabajado juntos: Félix Rivero (Antonio Banderas), estrella de Hollywood que navega como pez en el agua en la industria del cine comercial internacional, una celebrity llena de fans y frívolo; e Iván Torres (Oscar Martínez), maestro y decano de los actores de teatros y muy intelectual. Son polos opuestos, pero tienen en común el hecho de tener un ego enorme. Están enamorados de sí mismos y entran en una hilarante competencia oficial. Bajo la batuta de la sofisticada directora, rivalizan en todo y son sometidos a diversos ejercicios para sacar lo mejor de ellos. En uno, para trabajar el ego, maniatados por una cinta de plástico, son obligados a ver cómo se destruyen en una trituradora las estatuillas ganadas en diversos festivales… En otra performance imperdible, compiten para ver quién insulta mejor al otro.
“Lo que mostramos en Competencia oficial son las inquietudes que tenemos como personas. Eso se ve en todas nuestras películas y ahora que estamos en un escenario internacional de cine, Competencia oficial es un eco de eso, de lo que vamos viendo”, explicó a LA NACION Andrés Duprat, que junto a su hermano Gastón y Mariano Cohn ya estuvo en el Festival de Venecia en 2016, con El ciudadano ilustre (cuando Oscar Martínez ganó la Copa Volpi al mejor actor) y en 2018, con Mi obra maestra. “En este mundo de la actuación hay directores divos, actores con cláusulas rarísimas y entonces teníamos la idea de retratarlo, pero sin faltar al respeto a la profesión y teniendo la oportunidad de trabajar con figuras tan importantes como Antonio, Penélope y Oscar. Me parece que era una picardía no señalar o poner en entredicho todas estas cuestiones de divismo y excentricidades, que la industria no sólo acepta, sino que fomenta”, agregó.
En una entrevista con LA NACION en una terraza de un bar del Lido con vista al mar Adriático, los tres actores protagonistas destacaron que el de Competencia oficial (una coproducción argentino-española) fue un guion colaborativo, al que le aportaron muchísimas anécdotas. “Gastón y Mariano suelen trabajar así, en El ciudadano ilustre hicieron lo mismo, hubo siete versiones del guion y en la última integraron una anécdota que les conté que me pasó como actor en una gira, en la Argentina, que es este señor que lo invita a la casa a comer los ravioles, que se ofende… Ellos le ponen su condimento… Son muy inteligentes, saben escuchar y trabajar en equipo. Con esos pequeños detalles se hacen las grandes obras”, destacó Martínez. “Los directores son magníficos lectores de la realidad actual y saben detectar muy bien la estupidez y reírse de ella”, coincidió Banderas, que subrayó que lo que retrata la película –envidias, “putadas”, narcisismos, engaños y rivalidades– existen no sólo en el mundo del cine, sino también en el de la política, los medios y demás.
Los tres protagonistas coincidieron, además, en que se divirtieron muchísimo a la hora del rodaje, que les permitió, como nunca antes, no sólo reírse en tiempos en los que “las risas son como subversivas”, como dijo Banderas, sino, además, disfrutar de su trabajo actoral. “Ha sido muy liberador, muy divertido, en mi caso interpretar esta salvaje, psicópata con encanto y buenas ideas, inteligente pero también imbécil, egocéntrica”, admitió Penélope Cruz.
“En el momento de la puesta escena, nuestra búsqueda era tratar de que sea una película actoral donde ellos pudieran lucirse. Todas las tomas son máster, completas y hay escenas enteras de 10, 12 minutos, que es algo insólito para el cine, pero factible porque son tan buenos los actores”, precisó Cohn.
Ante la pregunta de esta corresponsal de si se habían identificado de algún modo con sus personajes, tanto Banderas como Martínez contestaron que no. “Yo me río mucho de mi personaje, que me parece un idiota consuetudinario, un pobre tipo… Identificarme hubiera sido terrible. No, no, no me sentí para nada identificado, me parece un esnob, aunque aparenta ser todo lo contrario, porque en realidad muere por pertenecer al universo, que él envidia, del personaje de Antonio. Está muy inseguro y disfraza todo eso en un comportamiento aparentemente inapelable y riguroso”, dijo el actor argentino, de 71 años, que está viviendo en España. Dijo lo mismo Banderas, que admitió, de todos modos, que “puede haber gente que crea que uno es así”.
En un Festival de Cine que por segundo año se hizo pese a la pandemia y dominado por controles y medidas anticoronavirus, los innovativos directores argentinos contaron que fue una odisea de papeleo llegar al Festival de Venecia, de donde deberán volver este domingo. Quien llega desde la Argentina a Italia por trabajo sólo puede quedarse 5 días, o hacer una cuarentena de 10 días. “En 120 horas nos convertiremos en calabaza y volveremos a viajar a Buenos Aires, donde deberemos hacer cuarentena”, bromeó Duprat, quien reconoció que la pandemia no fue tan terrible para Competencia oficial. Si bien los obligó a cortar el rodaje que habían empezado en febrero de 2020 y a una interrupción de siete meses, ese lapso de tiempo sirvió para enriquecer la película con mayor creatividad.
“Un impasse de siete meses en una película puede llegar a ser letal, pero en este caso, más allá de lo traumático, el tiempo extra sirvió para tener total acceso al material hecho. Se pudo montar, teníamos casi media película finalizada y a planear de vuelta el guion. Es un tiempo único, que no existe en una película e incluso sacamos provecho de esta loca cuarentena con los actores, así que todo el mundo estaba muy preparado para la segunda parte”, contaron.
Al ser la tercera vez que concursan en Venecia en la competencia oficial podría intuirse que están ilusionados con ganar el León de Oro. Si lo ganaran lo recibirían los actores y productores (The Mediapro Studio), ya que ellos el sábado próximo ya estarán de vuelta a la Argentina. Entre risas, ante la consulta sobre el hipotético caso de ganar, la respuesta fue –entre risas–, tan mordaz como sus obras. “¡Claro que nos ilusionamos! Pero al León de Oro le va a pasar lo mismo que en la película, va a pasar por la trituradora”.
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