Parpadea dos veces, una fantasía de venganza para la era del #MeToo a la que la salvan sus protagonistas
En su debut como directora, la actriz Zoë Kravitz utiliza las convenciones del género de terror para hablar del trauma, la memoria y el clima de época, en un thriller feminista con ambiciones similares a ¡Nop!, de Jordan Peele, que termina brillando por su trío protagónico: Naomi Ackie, Channing Tatum y Adria Arjona
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Parpadea dos veces (Blink Twice, Estados Unidos-México/2024). Dirección: Zoë Kravitz. Guion: Zoë Kravitz, E.T. Feigenbaum. Fotografía: Adam Newport-Berra. Edición: Kathryn J. Schubert. Música: Chanda Dancy. Elenco: Naomi Ackie, Channing Tatum, Adria Arjona, Alia Shawkat, Christian Slater, Geena Davis, Simon Rex, Liz Caribel, Trew Muller. Calificación: apta para mayores de 16 años. Distribuidora: Warner. Duración: 102 minutos. Nuestra opinión: buena.
Hacia la mitad de Parpadea dos veces, la película con la que la actriz Zoë Kravitz debuta como directora en cine, su personaje central Frida (Naomi Ackie) está sentada en un sillón rojo y la cámara hace foco en su cara y especialmente en sus ojos, que transmiten el miedo que está sintiendo. El plano cercano remite directamente al recordado pasaje del film de terror ¡Huye!, de Jordan Peele, que utilizó las convenciones del género para explorar la temática del racismo y las heridas abiertas de la sociedad estadounidense. Los paralelismos entre Parpadea dos veces y aquel film son varios, especialmente cuando se trata del uso de cerradísimos primeros planos para comunicar la creciente tensión que experimenta su heroína y el modo en que ambos largometrajes construyen la intriga narrativa.
Por momentos, la ópera prima de Kravitz se parece al monstruo del doctor Frankenstein: una criatura hecha con descartes que por obra de su creador respira, aunque no tiene nada claro para qué ¿Es Parpadea dos veces, una sátira sobre como el poder absoluto corrompe absolutamente? ¿Se trata de una película de terror psicológico inspirada por el clima de época potenciado por el movimiento #MeToo? ¿ O será tal vez una fantasía de revancha feminista llevada a un extremo perturbador? La evidencia en pantalla indica que en su exceso de ambición, bastante usual en el caso de un realizador debutante, la película intenta ser todas esas cosas a la vez, lo que resulta en un film desigual, repleto de ideas en su mayoría no demasiado originales y que gracias a algunas notas al pie sobre el trauma y la memoria, pero sobre todo gracias a su elenco, logra hacer pie.
La trama gira alrededor de Frida, una joven cuyos prospectos profesionales no parecen demasiado auspiciosos mientras sobrevive como moza en eventos organizados por los ricos y famosos. Uno de ellos, al que espía a través de las redes sociales, es Slater King (Channing Tatum), un multimillonario de la industria tecnológica quien al comienzo de la película está en plena campaña de redención de su imagen, tras un incidente de “abuso de poder” que permanece implícito. Su imagen mirando a cámara pidiendo perdón se repite en las pantallas de Frida, que no puede creer en ese encuentro cara a cara. La atracción es inmediata, al punto de que King la invita a acompañarlo a su isla privada, el refugio en el que vive desde que fue obligado a dar un paso al costado de su empresa. Y allí va a ella junto a su mejor amiga Jess (Alia Shawkat) y el resto de los acompañantes usuales del magnate: Cody (Simon Rex), Vic (Christian Slater), Tom (Haley Joel Osment), Lucas (Levon Hawke) y Stacy (Geena Davis), su fiel asistente. A ellos se suman Sarah (Adria Arjona), Camilla (Liz Caribel) y Heather (Trew Muller), tres mujeres que parecen formar parte del elenco estable de la isla.
Claro que, como todo lo que ocurre en el lugar, nada es lo que parece.
La cámara del director de fotografía Adam Newport-Berra, con experiencia en cine publicitario y dirección televisiva, retrata al paradisíaco retiro subrayando su belleza con colores contrastantes acentuados por una sugestiva luz natural que asemeja la imagen a la de una cuidada producción de moda. Más estáticas que cinematográficas, más planas que profundas, las imágenes reflejan la superficialidad con la que fueron trazados de los personajes que pululan alrededor del grupo central: los empleados de la isla aparecen como silenciosas figuras de sonrisas tan permanentes que espantan, sin ninguna otra misión que la de cazar a las serpientes que plagan el terreno. El ambiente decadente, el exceso de drogas y alcohol sumen a todos los personajes en una suerte de realidad paralela, en un viaje lisérgico y hedonista en el que nadie sabe qué día es, ni hace cuánto tiempo que están allí. O, como descubre Frida todas las mañanas, por qué tiene barro bajo las uñas y ningún recuerdo de lo que sucedió la noche anterior.
La británica Ackie dota a su papel de una profundidad que logra atrapar la atención del espectador en todo momento, especialmente cuando la fantasía del empoderamiento femenino la une al personaje que interpreta Arjona, la verdadera revelación del film. Tatum, Davis y Slater también se destacan en papeles que intentan subvertir la imagen que el público tiene de ellos, uno de los tantos -demasiados-, objetivos que se propone la película.
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