Pablo Torre revive enigmas del pasado
El jueves estrenará La mirada de Clara , basada en su novela La ensoñación del biógrafo
Tras el paréntesis de casi una década transcurrido desde la aparición de La cara del ángel , Pablo Torre estrenará -el próximo jueves- su tercer largometraje. La mirada de Clara es una historia con muchas fantasías y un puñado de verdades referidas a la historia de sus abuelos paternos, Leopoldo Torres Ríos y May Clara Nilsson. "Creo que al estrenar una película aquí tengo la misma angustia que un simple apostador argentino puede tener en Las Vegas: es muy difícil salir ganando", asegura Torre en diálogo con LA NACION, con los afiches del film bajo el brazo.
El abuelo de Pablo, Leopoldo Torres Ríos fue un cineasta de renombre -alrededor de 40 largometrajes en tres décadas de carrera-, quizás el primero en dar un giro intelectual al cine popular local con su memorable La vuelta al nido , de 1938. Para los historiadores del cine argentino, su hijo, Leopoldo Torre Nilsson, padre de Pablo, fue el último gran director argentino. Lo fue por su idea de cine intelectual y popular a la vez, y una extensa filmografía -más de 30 largometrajes-, que incluye títulos como La casa del ángel , La mano en la trampa, Los siete locos y Boquitas pintadas , entre otros clásicos.
Los nietos de Torres Ríos, hijos de Torre Nilsson, también son directores de cine: Javier es el mayor y Pablo, el menor. Este último publicó, hace poco más de una década La ensoñación del biógrafo , una novela acerca de cómo se puede recuperar la esencia del pasado a partir de una fantasía que, si bien abreva en lo que fue, navega por lo que pudo haber sido. Torre usa el término biógrafo en su doble acepción, como sinónimo de cine, usado en la época de su abuelo, y aquel que designa a quien se dedica a escribir biografías.
Entre verdades y guiños
En ese relato hay un personaje, Manuel, que se sienta en una mesa de café con una escritora que intenta recuperar la historia de sus antepasados. El cree ver en ella a una mujer muy parecida quien fuera su abuela, una muy bonita sueca "miope como un murciélago", que se casó con Leopoldo, un fotógrafo de plaza que poco después se transformaría en cineasta.
Entre este joven y esa desconocida arman un rompecabezas, más fantástico que real, de aquel amor atravesado por un sinfín de enigmas. En su confesión de diván hecha novela, y también en su película, Torre juega con situaciones si bien tienen un poco de la auténtica historia de su abuelo, abundan en guiños, íconos (como los gruesos anteojos que, además de su abuela también necesitó Torre Nilsson), y con la estética de su cine. Para esta galería de personajes, Torre convocó a Gabriel Feldman, Natalia Segre y Tamae Garateguy, Pompeyo Audivert y Norman Briski.
"A veces me siento como Dr. Jeckyll y Mr. Hyde ", reconoce Torre, cuando se le pregunta qué es verdad y qué es ficción en la historia que cuenta. "En realidad, no debí ser tan preciso con algunos nombres como lo fui, para evitar que hubiese quienes piensen que lo que ocurre en la película fue realmente así. Pero lo hice ", dice, resignado a que se produzcan equívocos. "Mi libro está lleno de trampas: que mi abuelo alguna vez pensó en convertir a mi abuela en actriz de cine sí, eso fue así, pero no todo lo que ocurre en mi película es real. El libro tenía cosas más reales. En la película usé todo un catálogo de referencias, pero no para hacer sensacionalismo", se justifica.
"En el libro, el personaje era el biógrafo; el escritor, en la película, es Clara", explica. "Cuando la gente leía el libro la pregunta que se escuchaba con más frecuencia era «¿Es cierto?», y yo les decía que algunas cosas lo eran, y otras no -recuerda-. "Mi idea original era hacer más flexible la línea divisoria entre lo verosímil e inverosímil. Me interesaba convertir a mi abuelo, que trabajaba con ficciones, en el personaje de una de ellas. Lo que no sé es si tenía derecho a hacerlo".
"Mi abuelo era un personaje doble", explica Torre. "Los que trabajaron con él lo recuerdan como un tipo afable y cariñoso. Para mí fue más bien hosco, de mal carácter. No tenía una vida familiar intensa porque creo que en realidad sólo estaba casado con el cine. Recuerdo una vez que, estando de vacaciones en Mar del Plata, nos mandó a Javier y a mí dos esquelas. En la de Javier, despotricaba contra todo y todos; en la mía, el mundo era otro, maravilloso. No sé por qué hacía eso."
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