Otra ronda, un film sobre la pérdida de control que se atreve a alejarse de la prédica moral
La película de Thomas Vinterberg, ganadora del Oscar, se encuentra disponible en Netflix
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Otra ronda (Druk, Dinamarca, 2020) Guion y dirección: Thomas Vinterberg. Fotografía: Sturl Brand Grovlen. Elenco: Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Magnus Millang, Lars Ranthe. Duración: 117 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
Se suele repetir que los esquimales tienen 50 palabras para decir “nieve”. Los daneses, por su parte, no se quedan cortos en términos para referirse al alcohol. Druk, el título original de este film, no significa “borracho”, tal como la casi homofonía con “drunk” invita a pensar sino que es, según parece, una variante menos peyorativa cuya sutileza no tiene traducción en lenguas con menos cultura alcohólica. El título en inglés fue el más ambiguo Another Round, del que se tradujo el que lleva en castellano y que contiene la idea afirmativa de una nueva oportunidad. Todo esto viene a cuento de que este film acerca de cuatro maestros de escuela que deciden incorporar a sus vidas una vigorosa ingesta de alcohol evita toda prédica moralizante contra la intoxicación o el exceso. Por el contrario, parece decirnos que la ocasional pérdida del control es constitutiva de la experiencia vital.
Los cuatro maestros son hombres de mediana edad que llevan sus vidas en piloto automático, sin sobresaltos y sabiendo que el mundo de posibilidades de la juventud ya los pasó de largo. En una cena conjunta, tras una clase especialmente fallida de uno de ellos (Martin, interpretado por Mads Mikkelsen) en la que se hace evidente su total desconexión con sus alumnos, recuerdan la teoría, real aunque desmentida, del psiquiatra noruego Finn Skarderud que postula que los humanos nacemos con un déficit de alcohol del 0.05 por ciento, de modo que para funcionar de manera óptima sería necesario ingerir esa cantidad cada día. Los amigos deciden poner la tesis a prueba inmediatamente, aunque bajo ciertas reglas: no excederán la marca estipulada y solo beberán durante el día (jamás, como aconsejaba Ernest Hemingway, después de las 8 de la noche).
Inesperadamente, el experimento da sus frutos: Martin, quien era el más renuente, descubre un nuevo magnetismo que funciona no solo en el aula sino también con su pareja. Dado que todos obtienen resultados igual de favorables, deciden incrementar la ingesta con la aspiración de que también se incrementen los efectos positivos. En una película menor, a partir de este punto, el fin del primer acto, cualquier espectador podría imaginar todo lo que sucederá hasta el final: la caída en la adicción, la ruina personal y la posible redención de aquel que logre abandonar la bebida.
Este film, en cambio, elige no ser un cuento moral y sigue una trayectoria mucho menos predecible, en particular porque su tema no es la sed por el alcohol sino cómo recuperar la sed de vivir. El alcohol es la herramienta que usan los personajes para desarmar sus defensas y abrirse a la imprevisibilidad de la vida. Claro que los beneficios de abandonar una existencia desapasionada van de la mano de riesgos que no necesariamente serán sorteados por todos. Sin revelar mucho, se puede adelantar que uno de los personajes termina su derrotero hundido en el mar mientras que otro, en cambio, vuela sobre las aguas.
El guionista y realizador Thomas Vinterberg (La Celebración) perdió a su hija de 19 años en un accidente automovilístico al cuarto día de rodaje. Al poner en evidencia del peor modo posible la imposibilidad de ejercer control real sobre nuestra vida, esta tragedia privada refleja el tema central de la película y es probable que haya terminado de darle forma. La catarsis del personaje principal, su afirmación final de la vida a pesar de todo, es también la del realizador que rueda este film tan vital en medio de circunstancias tan devastadoras. La película ganó el premio a Mejor Film Internacional en la última entrega de los Oscar.
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