Osmar Nuñez: ponerle el cuerpo a Juan Domingo Perón
El reconocido actor teatral protagoniza Juan y Eva, el nuevo film de Paula de Luque
Osmar Núñez nunca imaginó que lo convocarían para ser nada menos que Juan Perón en el cine, pero ocurrió.
En enero de 1944, un violento terremoto destruyó la provincia de San Juan. El entonces ministro de Trabajo, el coronel Juan Domingo Perón encabeza un acto para ofrecer ayuda a los damnificados en el Luna Park. Pocos días antes, en Radio Belgrano, el militar había conocido a Eva Duarte, una joven actriz de radioteatro que ahora se sienta a su diestra. Los caminos de dos personas muy diferentes se cruzan y uno llevará al otro por senderos que para sus seguidores serían de gloria y, para sus opositores, detonante de encarnizada lucha. En el epílogo de una década de destrucción y muerte, el mundo se reacomodaba. La Argentina también, rumbo al 17 de octubre y lo que después sabemos.
Este el recorte que Paula de Luque ( Cielo azul, cielo negro y El vestido ), eligió para Juan y Eva , una historia de amor justo en el corazón de la convulsionada Argentina de la década del 40, cuando se escribió a fuego el rumbo de un país que estaba dispuesto a caminar con paso firme hacia un futuro con mayor justicia social.
El elegido por De Luque para el difícil papel de conductor y a la vez de persona como cualquier otra fue, y no es casual, Osmar Núñez.
Actor de larga trayectoria teatral, Núñez fue descubierto por el cine recientemente, pero, en especial, en estos dos últimos años cuando se lo vio en papeles tan diferentes, como un profesor de teatro en Dos hermanos y casi al mismo tiempo como el perverso jefe de preceptores de un colegio secundario en La mirada invisible , que acorrala a la joven bedel interpretada por Julieta Zylberberg, en vísperas de la Guerra de Malvinas, papel que le valió el premio al mejor actor del Festival de Biarritz de 2010.
"Mi domicilio permanente es el teatro", dice el actor que ahora interpreta la versión de La gaviota , de Anton Chejov, titulada Los hijos se han dormido , que dirige Daniel Veronese en el Teatro San Martín. "El cine es como una casa de fin de semana adonde voy de visita, y espero poder comprármela para usarla mucho más", explica, en diálogo con LA NACION.
Su físico tiene un recorte parecido al de Perón y su rostro, que como el de Julieta Díaz –Eva Duarte en el film– elude el maquillaje, un gesto que, sin apelar a los detalles más significativos del auténtico, intenta transmitir aquellos sentimientos que derivaron en intenso amor y, al mismo tiempo, también de dolor por tanto triunfo y tanta pasión.
"Nunca, jamás de los jamases, me había pasado por la cabeza que algún día podría interpretar a Perón", asegura el actor que confiesa ser hijo de padre radical y madre "fanática peronista". Y confiesa: "No me parezco en nada a Perón, pero tiene que ver con el creernos que somos. Sinceramente, creí que era Perón. No soy peronista y si la película fuese un panfleto, no sé si hubiese participado. Me interesa que mi trabajo esté más cerca de lo artístico que de lo político. Simpatizo con esta figura, porque es un prócer insoslayable, y de Eva ni hablar, pero esta vez contamos otra cosa, menos conocida o narrada".
En Juan y Eva , Fernán Mirás interpreta al coronel Eduardo Avalos, del GOU, Alfredo Casero al embajador norteamericano Spruille Braden, María Ucedo a Blanca Luz Brum y Sergio Boris a Domingo Mercante, mientras que la música es de Iván Wiszogrod.
–Una historia de personas antes que personajes... por eso se llama Juan y Eva y no Perón y Evita.
–Exactamente. Es una historia de amor de personas, con sus blancos y negros. Ellos se convertirán en Perón y Evita después del 17 de octubre, que es cuando termina. En esta historia, sólo llego a coronel. Ellos saben quiénes son, pero no lo que les está ocurriendo ni adónde los llevará el destino, es decir un día antes de la gloria.
–Actores no necesariamente parecidos a los personajes, como ocurrió con De Niro cuando fue Jake LaMotta en Toro salvaje .
–Y el papel de De Niro fue creíble porque tomó su esencia. Es fundamental. Es mucho más interesante una interpretación. Nadie puede hacer de nadie, porque termina siendo un patchwork de gestos y de miradas vacías, en el cine donde la mirada no es precisamente invisible. Y además un personaje de esta envergadura... No estás haciendo ni de Irigoyen ni de Uriburu, estás haciendo de Perón, y hacer de Perón es como hacer de obelisco. ¿Cómo haces de obelisco? Nos alejamos de esa idea sin abandonar la búsqueda en libros y documentales. Pasé meses conviviendo con Perón. Todo material era muy jugoso, pero temía paralizarme, caer en una vulgar imitación. Y en un momento, abandoné todo eso y me convertí en él. Lo que tuvo de bueno esta película, como La mirada invisible , es que ensayamos mucho, algo parecido a lo que ocurre en teatro. Y así, con mucha dramaturgia actoral junto con Julieta, y lógicamente de la mano de Paula, pudimos transformar el guión. Paula sabía lo que quería, y nosotros la ayudamos a que pudiera encontrarlo.
–¿Mucha diferencia entre el cine y el teatro?
–El cine me provoca una gran inquietud. Es un aprendizaje permanente. Y no me siento incómodo porque no padezco las esperas. El teatro es mi vida, pero siempre soñé con hacer cine. No llegó con la juventud, pero llegó. Y me llegan buenas propuestas.
–¿Y en este caso?
–Me ocurrió como cuando en teatro hice Un informe sobre la banalidad del amor , sobre la relación entre Martin Heidegger y Hannah Arendt, tormentosa, terrible, fuertísima y hermosa. Me apasiona esta cosa de lo físico y lo intelectual, una mujer precisamente apasionada como Eva y un estratega como era Juan, es decir el yin y el yan perfecto. Es medio confuso, pero esta película tiene un poco de mi propia historia, un referente de mi vida, y eso ayuda.
–¿Hubo algún momento emocionante en el rodaje?
–Varios, pero recuerdo la escena del discurso de Perón en la Secretaría de Trabajo, hoy palacio de la Legislatura porteña, el 1° de mayo de 1945, un tipo que estaba mirando el rodaje, un trabajador con su bicicleta y mochila en la espalda gritó: "Todo lo que hizo Perón lo destruyó Menem". Hubo quienes propusieron sacarlo de allí, pero les pedí que lo dejaran porque le salió del alma. Me pareció increíble que alguien que estaba viendo algo que sabía que no era verdad se emocionara así. Y pensé sí que, en ese momento, había logrado convertir aquel lugar en un teatro y que el teatro había llegado al cine.
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