Oscar Martínez y Joaquín Furriel, a ambos lados de Las grietas de Jara
Todo cambia de repente para Pablo Simó, el personaje que Joaquín Furriel encarna en Las grietas de Jara, la película de Nicolás Gil Lavedra que se estrenó ayer . La inesperada aparición de una joven fotógrafa que llega con un incómodo interrogante lo pone en un serio aprieto y desata una crisis en su entorno laboral que también tendrá repercusiones en el seno de su familia. No conviene adelantar mucho más del thriller psicológico basado en una novela de Claudia Piñeiro en el que también tienen roles muy importantes Oscar Martínez , Soledad Villamil y los españoles Santiago Segura y Sara Sálamo. La grieta del título no alude al entuerto político que desvela desde hace un buen tiempo a los argentinos, sino a una mucho más literal: la que Jara, interpretado por Martínez, usa para extorsionar al estudio de arquitectura que construye un edificio pegadito a su departamento. Su reclamo es insistente, plantea exigencias que primero son un poco difusas, pero que con el paso del tiempo empiezan a revelarse con mayor claridad: Jara quiere dinero y parece decidido a todo para conseguirlo.
"Sin dudas es un personaje con aristas de psicópata –define Martínez–. A mí me fascinó no bien leí el guión. Era un papel muy interesante para trabajar. Su estrategia es ir horadando de a poco la psicología del arquitecto, meterse en sus zonas más personales, en sus contradicciones, en sus grietas. Los psicópatas tienen la intuición necesaria para descubrir el lado flaco de las personas que quieren manipular. Jara no es un extorsionador más. Llega a límites insospechados. Me divertí mucho interpretando a este villano".
Para Furriel, cuyo personaje debe lidiar con el acoso de Jara y, al mismo tiempo, con los problemas de un matrimonio visiblemente desgastado (su mujer en la ficción es Laura Novoa ), "la película pone el foco en todo aquello que algunas personas van construyendo para simular, para caretearla ¿Hasta dónde podés llegar sin saber que sos el que realmente sos? –se pregunta–. Es un personaje encerrado en una construcción social y vincular un poco ficticia, que piensa que hay una llave para zafar en un proyecto que alguna vez va a llevar a cabo, pero que nunca termina de concretarse. A nivel narrativo, el presente y el pasado van dialogando permanentemente a lo largo de la historia. Y el gran cambio se produce por la aparición de alguien desconocido, no por algo de su propio entorno, donde la única válvula de escape es la relación con su hija adolescente" (interpretada por Zoe Hochbaum).
Publicada en 2009, Las grietas de Jara tentó muy pronto a la directora Julia Solomonoff, pero finalmente el proyecto quedó trunco y resurgió unos años más tarde de la mano de Nicolás Gil Lavedra, el hijo del ex juez Ricardo Gil Lavedra, pareja de Piñeiro. Es el segundo largo de Nicolás, que había debutado Verdades verdaderas, la vida de Estela (2011), basada en la vida de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
El film mantiene buena parte del argumento de la novela, pero cambia ligeramente el foco para reforzar el suspenso: "La experiencia literaria permite que cada lector cree su propio mundo -sostiene Furriel-. Pero el cine es un lenguaje muy distinto, y creo que Nicolás fue inteligente cuando pensó que había que potenciar los elementos del thriller. En la novela se hace bastante hincapié en los asuntos personales de mi personaje, en su crisis de los 40 años y sus inconvenientes familiares, que en la película están pero no son el centro de la trama. Incluso hay un alter ego, una especie de voz de la conciencia que le habla todo el tiempo a este arquitecto. Se podría haber seguido ese plan y hacer una película al estilo de las de Terrence Malick, en las que siempre está ese diálogo interno. Pero el director eligió otro camino. Y para mí acertó".
Martínez también opina que la adaptación es atractiva, sobre todo cuando piensa en la siempre convulsionada relación entre cine y literatura. E intuye que la clave fue la buena voluntad de Piñeiro para soltar el control estricto sobre el material: "Normalmente, por más buena que sea una película basada en un libro, casi siempre es menos de lo que uno esperaba después de leerlo. Tuve que hacer mucha memoria para acordarme de una adaptación que me haya gustado mucho –remarca el experimentado actor–. Pienso por ejemplo en El extranjero, la gran novela de Albert Camus, que me fascinó. Se dio que Visconti imaginó algo que coincidía perfectamente con lo yo que había imaginado de ese personaje irresoluto y pusilánime que encarna con tanto talento Marcello Mastroianni. Fue una de las pocas veces que no me sentí defraudado. En esta película yo tuve la suerte de poder trabajar mi personaje con mucha libertad. Lo hablé con la propia autora de la novela y ella me dijo «dale tu impronta, no importa tanto lo que yo pensé originalmente». Esa actitud nos permitió trabajar muy cómodos y lograr buenos resultados. Se respeta la sabiduría de Claudia como narradora, pero se pone el acento en el suspenso, lo que hace que la película sea realmente atrapante".
El cine argentino, en su laberinto
Son muchas las voces que se han levantado en los últimos meses para manifestar preocupación en torno al futuro de la producción de cine nacional. Oscar Martínez apunta que la crisis de la industria del cine es mundial: "Es arbitrario decir que sólo pasa en la Argentina –reafirma–. En todos lados desaparecen salas de cine o quedan en manos de iglesias evangelistas. Es muy importante fortalecer nuestra pequeñísima industria, obviamente. Y para eso hay que hacer un cine de buena calidad y con poder de convocatoria. Una vez que se logra eso, podés ocuparte del derrame. Si no existe una industria sólida, difícil que haya espacio y recursos para películas más chicas o experimentales".
Furriel, en cambio, sostiene que hay otros parámetros a tener en cuenta: "En Francia se le cobra un impuesto a Netflix y ese dinero sirve para financiar películas locales. Si hay nuevos operadores en el negocio audiovisual, tiene que haber una actitud proactiva del Estado para recaudar y apoyar distintas manifestaciones culturales producidas en el país. En los últimos años eso se hizo, y por eso tuvimos tantas óperas primas, tanto cine nuevo. La única vara para medir no puede ser la taquilla. Hay muchas películas argentinas que acá no fueron acompañadas por el público, pero recibieron premios y distinciones en festivales internacionales. Yo creo en la diversidad".
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