La película de 2005 de Joe Wright fue una adaptación extraordinaria de la novela de Jane Austen
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Todo empezó con un nombre: Elizabeth Bennet. Y también con una imagen, la de la joven caminando, con un libro en su mano y una sonrisa desplegada. Un plano secuencia con el que debutaba en cine el realizador británico Joe Wright, acompañado por la banda sonora de su frecuente colaborador, el italiano Dario Marianelli, la fotografía de Roman Osin, y una expresiva Keira Knightley, a quien le bastaron esos pocos minutos para convertirse en Lizzy. La prosa de la novela de 1813 de Jane Austen es vivaz, y antes del film de Wright había tenido muy buenas adaptaciones (la primera data de 1940, con guion de Aldous Huxley y Jane Murfin), pero no una que captara en toda su plenitud a esa joven con el dinamismo que exuda esa primera y extraordinaria escena.
Lizzy camina mientras lee. Lizzy se mece en una hamaca. Lizzy se enoja con el Sr. Darcy (Matthew Macfadyen) y lo manifiesta con admirable elocuencia. Lizzy también le toma las manos como el máximo gesto de amor posible. En todo lo que hace la heroína de Austen hay movimiento, hay fuerza, hay pulsión de vida. Como cuando habla en complicidad con su hermana Jane (Rosamund Pike) bajo las sábanas, esa charla tan reminiscente a la que entablan Elinor y Marianne en otra brillante novela de Austen, Sensatez y sentimientos. En ese caso, la encargada de traspolar la obra de la autora fue su protagonista, Emma Thompson, cuyo perfecto trabajo le valió un premio Oscar.
En Orgullo y prejuicio, Wright contó con la guionista y novelista Deborah Moggach, quien, como el propio cineasta, debutaba en cine con la compleja empresa de trasladar esa vitalidad de la obra de Austen a la pantalla grande. En gran medida, se trataba de un proyecto nuevo para muchos de los involucrados, y ese terminó siendo el secreto de su encanto, la única vía para contar una historia de amor con lo imperceptible y juvenil omnipresente en gestos tan simples y vitales como una mirada en el momento justo.
De acuerdo a lo que contaría Moggach -quien luego del éxito que tuvo Orgullo y prejuicio, se abocó a sus propias novelas y se alejó del cine-, la sombra de la adaptación que había hecho la BBC una década antes -con Colin Firth y Jennifer Ehle al frente- la perseguía al momento de sentarse a escribir. De hecho, la escritora trabajó dos años en el guion hasta que lo consideró perfecto, y con un abordaje claro: los diálogos de Austen fueron respetados casi en su totalidad para ajustarse también al pedido de Wright de concebir un largometraje dinámico, con un relato donde el punto de vista de Lizzie fuera unívoco.
“En un momento no estaba interesado en hacer la película”, contó el director que venía del mundo del videoclip y quien, para muchos, no hubiese sido la primera opción para ponerse al hombro el proyecto. “Me conmovió el guion, tenía un toque moderno, y a la vez mostraba cómo dos personas iban conociéndose y superando así los preconceptos que les impedían avanzar”, declaró el cineasta que trabajó con un presupuesto de 28 millones de dólares y cuyo film, al momento de su estreno en septiembre de 2005, recaudó 121 millones.
Los miedos de Keira Knightley y las dudas en el casting
“Sus manos están frías”, le dice Lizzy a Fitzwilliam Darcy luego de darles un beso sobre el final del film, cuando a él se lo vislumbra entre la neblina, caminando desde lejos, tan nervioso como ávido por decir los tres famosos “la amo”. La química entre Knightley y Macfadyen es uno de esos raros milagros que a veces se producen y que, dada su naturaleza, es muy difícil que vuelvan a repetirse. Sin embargo, la preproducción del film pasó por un período en el que la presencia de ambos se había puesto en duda, ya que el estudio pedía nombres conocidos y Wright quería comenzar con el pie derecho. Como ya le había dicho a Moggach: el objetivo era la frescura.
Cuando se nombró a Knightley -quien venía de dos éxitos como la indie Bend It Like Beckham y las extremadamentes populares Piratas del Caribe y Realmente amor- el director dudó. Al conocerla, dichas dudas se disiparon porque encontró en la actriz “el mismo espíritu vivaz de Lizzy”. De todos modos, fue la actriz quien luego tardó en aceptar el rol por haber visto en demasiadas oportunidades la interpretación de Jennifer Ehle, algo que consideró perjudicial para su propia actuación. Finalmente, terminó aceptando y trabajando con Joe Wright en otras dos ocasiones: en Expiación, deseo y pecado, y en Anna Karenina. Esa obstinación de Lizzy, mezclada con vulnerabilidad y una pasión desbocada que se percibía en todos los órdenes de su vida vibran en el trabajo de Knightley, que le valió su primera nominación al Oscar.
Como la actriz era una figura más famosa en la industria, a Wright le permitieron optar por un intérprete masculino desconocido en Hollywood, uno de los obstáculos iniciales. El elegido fue Macfadyen, quien también tenía la sombra de la adaptación de la BBC y el trabajo de Firth -quien curiosamente luego haría una reversión moderna del mismo en El diario de Bridget Jones-, pero a quien el director eligió por no ser “un galán clásico”. Rosamund Pike, su expareja Simon Woods, Rupert Friend, Jena Malone, Talulah Riley y Carey Mulligan -en su debut en cine- completaron el elenco, que también tenía los grandes nombres de Donald Sutherland, Brenda Blethyn y Judi Dench, a quien Wright le pidió simplemente una semana para un rodaje que constó de once, y a quien solo le dio una directiva: “Tenés que ser una arpía todo el tiempo que estés en el set”. Y así sucedió.
Un romanticismo contagioso
Orgullo y prejuicio es la historia de dos personas que aprenden a amarse con todas sus debilidades y fortalezas. La declaración de amor llega precisamente cuando Lizzie y el Sr. Darcy se conocen cabalmente. Lo mismo sucedió en el set con Wright, quien se enamoró de la actriz Rosamund Pike; y con Knightley, quien comenzó una relación con Rupert Friend, quien interpretaba al antagonista de Darcy, el buscavidas George Wickham.
Pike pisó el set y, en primera instancia, se reencontró con quien fuera su novio años atrás, Simon Woods, quien hacía de su pareja también en la historia, en el rol de Charles Bingley. Ambos habían comenzado su noviazgo mientras estudiaban actuación pero, cuando la relación se puso más seria, Woods le compartió a Pike que se sentía atraído por los hombres y que debía ser honesto con lo que le sucedía. La actriz comprendió y terminaron amigablemente el noviazgo. Años más tarde, Rosamund se enamoró de Wright.
En el rodaje de Orgullo y prejuicio, la actriz y el director ya estaban juntos, pero oficializaron su relación cerca del estreno. En 2007, el cineasta le contaba a The Guardian lo nervioso que estaba en la previa a proponerle casamiento a la actriz, mientras organizaba el viaje al Festival de Cine de Venecia para presentar su segundo film, Expiación, deseo y pecado. Tras cancelar una cena con George Clooney, llevó a cabo su gran gesto en el Lago de Como, en Italia. Los planes de boda ya estaban en marcha.
“Es una persona tan inteligente y tan fiel a sus deseos... La amo tanto, me impresiona de todas las maneras posibles. Nos divertimos mucho juntos, pienso que puedo compartir cualquier cosa con ella, ir a cualquier parte, los sueños no tienen techo con Rosamund”, declaraba Wright por entonces. Por lo tanto, cuando canceló súbitamente el casamiento, el director sorprendió a todo el mundo, principalmente a Pike. Wright le puso punto final a la relación pocos días antes de pasar por el altar, cuando las invitaciones ya habían sido enviadas. De acuerdo a lo que dejó trascender en ese momento, a él le habría molestado que ella enviara dichas invitaciones con una foto de ambos en la bañera sin consultarle primero.
En 2008, los medios hablaban de lo “devastada” que estaba Pike, quien además de la cancelación de su boda, no pudo eludir imágenes que se publicaban en los periódicos de Wright saliendo de bares con varias mujeres. “Cualquier persona que la conoce sabe que no va a hablar porque para ella es muy importante la privacidad, pero está destruida, es una mujer increíble, y todos lamentamos lo que le sucedió”, revelaba un allegado a la actriz. Ese mismo año, Rosamund se mudó de la casa en la que convivía con Wright a la de su madre, la cantante de ópera Caroline Friend, quien había oficiado de wedding planner. Un año después, rompió el silencio sobre lo ocurrido.
“Todavía no tengo idea de lo que le pasó a Joe y por qué decidió cancelar la boda, nunca fue demasiado claro, y respecto a lo de las postales, ambos las diseñamos con un estilo de los 50, era una foto de ambos en Los Ángeles que nos sacó un amigo en Navidad”, reveló, desmintiendo las declaraciones del director sobre la imagen de la bañera. “Mi mamá tuvo que llamar a los invitados e informarles que la boda se suspendía. Por otro lado, tampoco creo esos rumores de que Joe estaba con otras mujeres, no suena como algo que él haría, pero al mismo tiempo eso que sucedió... No lo sé, pienso que es algo que no voy a superar nunca”, expresaba la actriz, quien al poco tiempo conoció a quien sería el padre de sus hijos y actual pareja, Robie Uniacke.
Por su parte, Knightley comenzó una relación con Friend en 2005, luego de conocerse en el rodaje del film. Estuvieron juntos cinco años y, como Keira tampoco suele hablar de su vida privada, fue su padre quien confirmó la ruptura. “Sí, se separaron”, le contó Will Knightley a la publicación The Sun, pero sacándole peso a la situación.
“Así son las cosas, a veces no funcionan. La única opción que queda es seguir adelante. Estuvieron mucho tiempo juntos y por eso es difícil terminar, pero ahora Keira está enfocada en su trabajo”, revelaba su padre. Cabe aclarar que ambos actores se mostraban públicamente pero no hacían declaraciones sobre su vínculo, algo que todavía mantienen en la actualidad. Knightley se casó en 2013 con el músico James Wrighton, con quien tiene dos hijas, Edie y Delilah. En cuanto a Friend, está casado con la actriz y atleta Aimee Mullins desde hace cinco años.
El final que no fue
Si bien en el último plano de Orgullo y prejuicio vemos a papá Bennet (Donald Sutherland) sonriendo luego de darle su bendición a Lizzy para casarse con Darcy, esa secuencia puede ser leída como una suerte de coda, y por ello podemos considerar al final como aquel en el que los enamorados se reencuentran en ese amanecer donde la joven toma las manos de su futuro marido.
Se trata de una secuencia de una perfección absoluta, de una tradición romántica que pondera la importancia de un proclamación sentimental más sutil, donde un roce de manos desataba un vendaval. Como consecuencia, Wright decidió no preservar otro corte que eventualmente trascendió, en el que los protagonistas se besan en el umbral de la casa de Darcy. Anque es algo más osado que otras relecturas de Austen, resultaba disonante para un film en el que abundan los planos detalle y al que no le hizo falta un beso para transmitir romanticismo.
De esta manera, y aunque se privó de las clásicas bodas del universo Austen, al elegir ese cierre con el Sr. Bennet feliz por saber que sus hijas encontraron la felicidad con las personas adecuadas y no con aquellas socialmente impuestas, Moggach le dio un giro interesante a un relato que ponía de relieve otra de las tantas relaciones maravillosas que yacen en el film. En este caso, la de Lizzy con su padre, quien la libera de los dictámenes para que ella pueda, como efectivamente hace, ir corriendo por los pasillos de su casa para volver a los brazos de Darcy. “Soy la mujer más feliz del mundo. Muchas otras personas lo habían dicho antes, pero no con tanto fundamento como yo”, dice la protagonista en palabras de Austen. Honesta, intempestiva, en movimiento. Todo comienza por Lizzie. Y todo termina con ella.
Dónde verla. Orgullo y prejuicio está disponible en Netflix.
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