Operación Travesti, un documental sobre las convicciones de Daniel Melero
La película estrenada en el último Bafici llega ahora a dos salas porteñas; reúne imágenes de un gran concierto en el ND Ateneo con testimonios del músico de dos épocas diferentes de su carrera.
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En noviembre de 2019, Daniel Melero celebró el aniversario 25 del que mucha gente (fans, críticos) considera su mejor disco, Travesti. Lo hizo por partida doble con un gran show en el ND Ateneo y el relanzamiento del álbum, cuyo máster fue gentilmente cedido por Víctor Ponieman, de Random Records, un sello independiente argentino creado en 1989.
En aquel concierto, Melero estuvo acompañado por una banda muy sólida integrada por Paul Thielen (batería), David Vera (bajo), Yul Acri (teclados), Guillermo Rodríguez (guitarra) y Robertino Franchignoni (guitarra y teclados), que sumó a dos invitados de lujo: Carca y Diego Tuñón, de Babasónicos.
Cuatro años después se estrenó en el último Bafici un documental que revive aquel show tan emotivo como elegante, titulado Operación Travesti, que ahora se exhibirá en el Cine Arte Cacodelphia (Diagonal Norte 1150), de jueves a domingo, a las 20 y en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), los viernes 8, 15 y 22 de septiembre, a las 22.
Es una gran oportunidad para revalorizar un disco clave de la música pop argentina y disfrutar de una muy buena performance de Melero y la banda que estuvo esa noche con él. También para comprobar que Melero es un artista cabal que puede resistir la peligrosa prueba del archivo que atormenta a otros. Rodrigo Ottaviano, manager y cómplice del músico hace muchos años, produjo y dirigió esta película que incluye la oportuna recuperación de un material de archivo súper valioso, porque revela una notable coherencia -una palabra que quizás incomode a Melero, un fundamentalista de la mutación-: lo que decía en 1994 quedó reflejado en su carrera posterior, que siguió una línea que, sin resignar la diversidad y la experimentación, mantuvo un eje. Cambiar para no marchitarse.
Si se insistió mucho con lo del “Brian Eno argentino” es porque la conexión existe. Eno viene trabajando hace cincuenta años en un programa estético que plasmó tempranamente en sus famosas “estrategias oblicuas” y desde luego en toda su obra. “Honra tu error como una intención oculta” es uno de sus axiomas más significativos. Y Melero se movió en consecuencia, ya desde su aparición con Los Encargados, una banda nacida en los primeros ochenta que navegó contracorriente y todavía hoy suena fresca y moderna.
La idea era que Travesti fuera un disco de “glam suburbano”, uno de los tantos proyectos que Melero llevaba prolijamente apuntados como todo buen planificador. En esa época leía a Jean Baudrillard, filósofo francés que trabajó con dedicación sobre el fenómeno de la posmodernidad y también sobre el concepto de la transexualidad. “Lo sexual reposa sobre el goce, lo transexual reposa sobre el artificio, sea éste el de cambiar de sexo o el juego de los signos indumentarios, gestuales, característicos de los travestis (...). Todos somos transexuales. De la misma manera que somos potenciales mutantes biológicos, somos transexuales en potencia. Y ya no se trata de una cuestión biológica. Todos somos simbólicamente transexuales”, escribió Baudrillard e inspiró afortunadamente a un artista sudamericano para hacer un disco que sobrevolara esas sesudas elucubraciones y las aprovecha como sustento para diseñar un artefacto pop. Travesti tiene once canciones invencibles que orbitan alrededor de las imágenes de la desnudez y el maquillaje. A cara lavada, como “Nena mía” y “Resfriada” -dos auténticas delicias-, o al estilo “drag queen” (definición del propio Melero), como la más densa “Amazona”.
Tanto esas lúcidas declaraciones de los 90 como los testimonios grabados mucho más cerca del presente arman un mapa inteligente de las convicciones de Melero y de su decisión para llevarlas a la práctica. Cuesta bastante encontrar un artista popular argentino que pueda hablar de su propia obra esquivando el marketing o el narcisismo. Él es uno. Y esta película le hace justicia.
El concierto es hermoso: cálido, ajeno a la demagogia, envolvente de principio a fin, climático por la sonoridad y el despliegue lumínico. Se nota en toda la escena una comunión real. Y Ottaviano también supo capturar esa energía. “La vocación, la amistad y el amor”, enumera Melero cuando habla de aquello con lo que se siente verdaderamente comprometido. Dice la verdad.
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