Oldboy: una brutal pelea de tres días, el plato que llevó a una traición y el relato de venganza que proyectó al cine surcoreano
El film de Park Chan-wook brilló en Cannes, se ganó el fanatismo de Quentin Tarantino y marcó un quiebre en la industria cinematográfica del país asiático
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Durante su niñez, Park Chan-wook se la pasaba horas delante del televisor, mirando un canal llamado American Forces Korean Network, que solo transmitía cine clásico de Hollywood. Las películas las pasaban sin subtítulos en coreano, por lo que el pequeño Park no tenía más remedio que dejarse llevar por el poder de esas imágenes que contaban historias que él no terminaba de entender. Inconscientemente, y sin más remedio que apoyarse en la acción más que en el parlamento, el niño entendía los mecanismos del cine como plataforma narrativa, y ese ejercicio le resultó clave en su futuro como realizador. Durante su adolescencia, el amor de Park era la fotografía y hacia allí quería llevar su futuro, hasta que un día se cruzó con Alfred Hitchcock.
“Cuando me fui de la sala, sabía que al menos tenía que intentar filmar una película”, reconoció Park en una nota en la que mencionó el impacto que le provocó Vértigo, uno de los clásicos del director británico. “Comprendía que esa era la única manera que tenía para expresar lo que sentía sobre el cine, las emociones, y el comportamiento humano. Ese deseo fue mi respuesta ante la obsesión irracional de Jimmy Stewart por una forma específica de belleza, y eso era algo que yo también quería explorar”.
Durante los noventa, Park estrenó un puñado de películas que no llamaron demasiado la atención, pero a comienzos del nuevo milenio todo iba a cambiar. En el marco de una política de estado cuyo objetivo era posicionar el cine surcoreano en el mundo, convirtiéndolo en una industria sólida capaz de competir internacionalmente, Wook presentó Joint Security Area, que se convirtió en un éxito en diversos festivales. Junto a otros films como Barking Dog Never Bites, Die Bad o Seom, Joint Security Area fue punta de lanza para un recambio total de la cinematografía de Corea del Sur.
En el 2002, la enorme Sympathy for Mr. Vengeance confirmó que Park era uno de los realizadores más prometedores de su generación. Sus mundos violentos, en los que se combinaban comedia negra, lectura social, una mirada política pero también un análisis sobre la vida en Corea del Sur, eran de una creciente popularidad puertas adentro y afuera de su país. Por ese motivo es que para su siguiente film, el realizador quería dar un golpe certero.
Publicada entre 1996 y 1998, Oldboy era una historieta japonesa que no gozó de demasiada popularidad, pero que a Park le llamó la atención. Esa trama de venganza (un tópico clave en esa etapa inicial del director) sobre un hombre que es encerrado inexplicablemente en una misteriosa prisión durante quince años, le permitía adaptar esa premisa de un modo muy personal, combinando también su amor por El conde de Montecristo. “No quería retratar ese deseo de venganza de forma explícita, sino que estaba más interesado en hacer foco en el sentimiento personal de odio y de ira, y cómo eso nos afecta internamente y provoca un colapso personal”, aseguró Wook en una nota.
Había algo, sin embargo, que a Park le faltaba, y ese era un poderoso final. El realizador sentía que debía cambiar el mediocre cierre de la historieta por uno que mucho más explosivo, que resolviera cuál era el motivo de la venganza que atravesaba al protagonista. Y durante una reunión junto a los otros dos guionistas del film, Park se fue al baño y ahí vio la luz. Todos habían llegado a la conclusión de que era necesario revelar un secreto que justificara el accionar del villano, y por qué el personaje central era encarcelado por quince años. “Apenas salí del toilette, le conté a mi equipo todo a las apuradas, y así fue como la historia quedó decidida. En lo que pensé fue en la hija del protagonista, porque esa era la cantidad de tiempo necesario para que ella madurara hacia su adultez”, aseguró el realizador con respecto al pesadillesco descubrimiento que sale a la luz en el cierre del film.
La pelea más grande del cine
Luego de que el actor Han Suk-Kyu rechazara la película debido a su elevada violencia, el carismático Choi Min-Sik fue quien se quedó con el rol de Oh Dae-Su, el protagonista del relato. Con cuarenta años cumplidos, Choi sabía que aceptar ese rol era someterse a un arduo trabajo físico, pero su confianza en la visión de Park lo llevó a sumergirse en un duro entrenamiento en el que perdió diez kilos, con el fin de realizar él mismo la mayor parte de las escenas de peleas. Claro que ese no fue su único sacrificio, ya que también debió romper su dieta budista en la recordada escena en la que se come un pulpo.
Oldboy es una película violenta y de un ritmo muy particular, en el que se radiografía con detalle el terrible universo emocional de esos personajes, todos metidos en una seguidilla de golpes y contragolpes que revelan una sádica venganza cocinada a fuego lento. “La cámara no solo se dedicaba a registrar a los actores, sino que también era una protagonista en sí misma, que podía expresar su postura sin dejar de ser una observadora”, aseguró el director de fotografía de Oldboy, Chung Chung-hoon, quien también detalló: “Creo que jamás estuve tan sumergido en un guion. En el set de rodaje, la velocidad cambiaba de acuerdo a la performance que se presentaba frente a mí”.
Por último, y sobre la representación de la violencia en Oldboy, es imposible no destacar la mítica escena del corredor, en la que Oh Dae-Su se enfrenta en un plano secuencia a un pequeño ejército de matones. Se trata de una batalla filmada de manera contundente, en la que Choi Min-Sik despliega su plasticidad y Park su inigualable pulso cinematográfico. La decisión del director fue no utilizar efectos digitales (a excepción de un puñal), y por eso es que la filmación de esa pelea se prolongó a lo largo de tres días, en los cuales el equipo ensayó una batalla que es de las más fascinantes en la historia del cine.
A la conquista de Tarantino
Cuando Oldboy se estrenó en Corea del Sur a finales del 2003, el éxito fue enorme. Pero nada auspiciaba que ese logro en la taquilla local haría eco en las salas del mundo. Sin demasiada expectativa, los productores de Oldboy enviaron el film al Festival de Cannes de 2004. La sorpresa fue mayor, cuando les informaron que el título había sido elegido para su proyección. En esa edición, Quentin Tarantino era el presidente del jurado, y apenas vio Oldboy, su exaltación lo desbordó. “El hecho de que haya animé (en referencia a Ghost in the Shell 2) en este Festival es fantástico y, por otra parte, ya era hora que Park Chan-wook estuviera en Cannes. ¡Él es uno de los directores de acción más fascinantes que existe!”, exclamó Tarantino en ese momento. El director de Tiempos violentos se cansó de hacer lobby a favor del largometraje surcoreano, intentando persuadir a sus compañeros de jurado sobre las bondades de ese film. Y su innegable entusiasmo derivó en que Oldboy ganara el Gran Premio del Jurado, un reconocimiento que fue clave en la carrera posterior de la película.
Young Joo-soo, el encargado de negociar la venta internacional de Oldboy, aseguró que gracias a Tarantino y a su aplaudido paso por Cannes, ese film fue un “verdadero sismo” para la industria cinematográfica surcoreana: “Fue la primera producción de nuestro país en ser aclamada mundialmente, y eso provocó que el planeta le prestara atención al cine de Corea del Sur”. De ese modo, Oldboy se convirtió en un fenómeno a nivel mundial, llegando a salas comerciales de países que jamás habían estrenado un largometraje de Corea del Sur (en Argentina, se proyectó primero en el Bafici del 2005, y luego tuvo su lanzamiento en salas comunes en noviembre de ese mismo año). En los Estados Unidos y varios lugares de Europa, la película fue un boom en la era del DVD, y su popularidad derivó en dos mediocres remakes, una dirigida por Spike Lee, y otra realizada en la India.
En una oportunidad, Park aseguró: “Yo lo sabía desde el principio: mi intención era que la historia se sintiera desde lo físico y no solo desde lo emocional. Yo quería que el público terminara agotado luego de verla, y que sintieran eso en el cuerpo. A mí me gusta ese tipo de experiencia, porque si querés relajarte, andá a darte una ducha en vez de ir al cine”. Y a más de veinte años de esa obra maestra, cada golpe (físico y emocional) de Oldboy aún hace eco en la piel de cualquiera que alguna vez se haya asomado a este terrible relato de venganza.
Oldboy se encuentra disponible en MUBI
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