"Oldboy", la venganza llega de Corea
"Oldboy, cinco días para vengarse" ("Oldboy", Corea del Sur/2003). Dirección: Park Chan-wook. Guión: Hwang Jo-yun, Lim Chun-hyeong y Park Chan-wook. Con Choi Min-sik, Yu Ji-tae, Kang Hye-jeong, Ji Dae-han y Oh Dal-su. Fotografía: Jeong Jeong-hun. Música: Jo Yeong-wook. Edición: Kim Sang-beom. Dirección de arte: Ryu Seong-hie. Producción hablada en coreano, con subtítulos en castellano y presentada por Distribution Company. Duración: 120 minutos. Para mayores de 18 años.
Nuestra opinión: Muy buena
Sorpresiva ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2004, "Oldboy, cinco días para vengarse" catapultó a su director, el talentoso y provocativo cineasta coreano Park Chan-wook, a la cima de la consideración internacional entre quienes están revolucionando la forma y ciertos contenidos de los géneros populares (en este caso, del thriller psicológico).
Segunda entrega de una trilogía que tiene a la venganza personal como motor común, "Oldboy" narra las tortuosas experiencias de Oh Dae-su (impactante composición de Choi Min-sik), un hombre que es liberado en precarias condiciones físicas y mentales luego de haber permanecido encerrado, vejado y completamente aislado del mundo durante 15 años en una extraña habitación-cárcel, con una televisión como única compañía.
Así, tras haber perdido buena parte de su tiempo, de su cordura y de haber sufrido la muerte de su esposa y de su hija, nuestro antihéroe es dejado en libertad con un teléfono celular y una billetera llena de dinero. Dispuesto a todo, ya sin nada que perder, el único objetivo de Oh Dae-su pasa, entonces, por recuperarse para poder desentrañar el misterio y encontrar a su captor, que lo ha sometido a tan perverso experimento manipulatorio. Queda planteada así una típica estructura de gato y ratón, aunque por momentos no se sabe quién es el perseguidor y quién el perseguido, quién esconde el secreto más tenebroso o quién está más cegado por el odio y dominado por la culpa.
En "Oldboy" conviven con inusual armonía una trama brutal, que llega hasta el sadismo con un exquisito andamiaje formal y una subyugante dimensión estética sostenida por un excepcional uso de los encuadres, de los movimientos de cámara, de la más amplia paleta de colores y de texturas. En este sentido, Park Chan-wook ofrece a estudiantes y amantes del séptimo arte una clase magistral de técnica narrativa con el trabajo visceral de la cámara en mano, con la construcción de sofisticados planos-secuencia, con la utilización dramática del primer plano o del plano-detalle, con el uso del fuera de campo y de la elipsis, con la aplicación creativa (y no abusiva) de los efectos generados por computadora y con el juego de simetrías y quiebres a partir de todas las posibilidades de la edición moderna como última forma de la gramática cinematográfica.
No apta para espíritus impresionables, "Oldboy" apuesta a conmover al espectador con imágenes extremas (torturas tales como la extracción de dientes con una pinza, el corte de una lengua con una tijera, la ingestión de un enorme calamar vivo), pero no se trata, apenas, de una mera provocación, de una estilización vacía. El director sumerge al espectador en lo más profundo de la conciencia del desesperado protagonista y luego confronta a su criatura (y, por ende, al espectador, ya consustanciado con la suerte del vengador) con situaciones límite donde los dilemas éticos y morales quedan sepultados por la ira incontenible, por el frenesí y el vértigo de la escalada de acontecimientos, pero finalmente no le quedará otra alternativa que aceptar y hacerse responsable de las terribles consecuencias de sus actos.
Mientras los desprevenidos se taparán los ojos más de una vez y los aún no iniciados en el thriller moderno no lineal se rascarán la cabeza tratando de descifrar los múltiples vericuetos y capas de la trama, los cinéfilos disfrutarán de un patchwork visual lleno de citas, guiños y referencias a la historia del séptimo arte, a la cultura pop y, también, a la más sofisticadas expresiones artísticas.
Pesadillas cinéfilas
Park Chan-wook transformó un oscuro manga (cómic) japonés en un melodrama de índole shakespeareana y elementos propios de la tragedia griega con "Las cuatro estaciones", de Antonio Vivaldi, como fondo musical.
Escenas oníricas (más bien pesadillescas), alucinaciones (como una hormiga gigante sentada en un vagón de subterráneo) propias del primer David Cronenberg, un manejo del suspenso y una densidad psicológica que remiten al gran Alfred Hitchcock, una osadía en la exploración de tabúes como la esquizofrenia o el incesto que lo emparientan con el japonés Takashi Miike, así como múltiples contactos formales, estilísticos y narrativos con el Quentin Tarantino de "Tiempos violentos" y "Kill Bill", el Brian De Palma de "Hermanas" o el David Fincher de "Pecados capitales", "Al filo de la muerte" y "El club de la pelea" hacen de "Oldboy" una película de enorme riqueza para su análisis y convierten a Park Chan-wook, más allá de algunos caprichos y de alguna gratuidad revulsiva, en uno de los directores más sorprendentes y personales del momento.
Un referente indiscutido a la hora de explorar nuevas formas de expresión autoral, pero dentro del marco del cine de género y del gran espectáculo.