Obra de un maestro en plenitud
"Million Dollar Baby" (Estados Unidos/2004). Dirección: Clint Eastwood. Con Clint Eastwood, Hilary Swank, Morgan Freeman, Jay Baruchel, Brian F. O´Byrne, Mike Colter, Bruce MacVittie y Lucia Rijker. Guión: Paul Haggis, basado en "Rope Burns: Stories From the Corner", colección de historias cortas escritas por F. X. Toole (seudónimo de Jerry Boyd). Fotografía: Tom Stern. Música: Clint Eastwood. Edición: Joel Cox. Diseño de producción: Henry Bumstead. Producción hablada en inglés con subtítulos en castellano presentada por Distribution Company. Duración: 137 minutos. Para mayores de 13 años.
Si el lector se quedara con la sinopsis del film (una treintañera de clase baja que intenta incursionar en el boxeo de la mano de un veterano entrenador) podría pensar que "Million Dollar Baby" es un previsible y elemental relato en la línea de las sagas de "Rocky" o de "Karate Kid". Nada más lejos de eso. Este vigésimo quinto largometraje de Clint Eastwood como realizador es uno de los relatos más personales, profundos, conmovedores y al mismo tiempo sombríos y desesperanzados de su dilatada y excepcional carrera.
El ambiente del boxeo, con toda su brutalidad y sus códigos, sus injusticias y riesgos, sus degradaciones y miserias, le sirve a Eastwood para trabajar tópicos ya transitados en su cine, como el sacrificio y la redención, el honor y la moral, el creer en uno mismo, la persistencia ante la adversidad y entender que vale más el fracaso que no haberse arriesgado a enfrentar un desafío. Pero, como ocurrió con "Río Místico", "Million Dollar Baby" es, antes que nada, una película sobre la lealtad y la muerte, así como una mirada triste y desencantada sobre la crisis de la familia y, por ende, de la sociedad en su conjunto.
Eastwood -que está próximo a cumplir los 75 años- elude buena parte de los clisés que desde hace ya varias décadas redujeron a los dramas boxísticos a una suerte de subcategoría del cine de clase B y construye en un decadente gimnasio de un barrio marginal de Los Angeles y con apenas tres personajes centrales un drama humano de inesperados alcances emotivos y dimensiones líricas. Así, lo que en primera instancia parecía ser un film menor y hasta vulgar se convierte en uno de los largometrajes más osados, adultos y politizados (el espectador debe prepararse para una inesperada vuelta de tuerca final que resignifica toda la historia) que Hollywood haya producido en el último año.
Clint Eastwood interpreta a Frankie Dunn, un entrenador respetado, pero que -por incapacidades propias o traiciones ajenas- nunca ha podido ingresar en el restringido círculo de los exitosos. Dueño de un precario gimnasio que es manejado por su viejo compinche Eddie "Scrap-Iron" Dupris (el gran Morgan Freeman), un ex boxeador que perdió un ojo entrenado por Frankie, tanto el protagonista como su socio son la imagen viva de la frustración y de la pena acumuladas durante años, y dueños de una mirada fatalista apenas protegida por una fina, implacable y permanente ironía.
El universo de Frankie -que vive atormentado por el rechazo de su hija, que le devuelve una y otra vez decenas de cartas que ni siquiera se digna a abrir- cambia radicalmente cuando acepta, no sin antes haberla rechazado de manera poco gentil, entrenar a Maggie Fitzgerald (Hilary Swank), una mujer de casi 32 años (una edad inapropiada para ingresar en el boxeo profesional) que se gana la vida con las propinas que le deja su trabajo como moza y que tiene una fuerza de voluntad inquebrantable, capaz de convencer al más escéptico y cínico de los seres humanos (como es el caso de Frankie).
Pero, quedó dicho, "Million Dollar Baby" no es un film épico sobre el esfuerzo deportivo, sino una íntima y minuciosa descripción de las relaciones de lealtad y nobleza que se establecen entre los tres protagonistas. Más allá de algunos pasajes ampulosos en la narración en off a cargo de Morgan Freeman y de algunos personajes secundarios que resultan demasiado estereotipados y exagerados (el discapacitado mental que interpreta Jay Baruchel, los desalmados y especuladores familiares de ella, o la descontrolada boxeadora alemana Billie "The Blue Bear"), el guión de Paul Haggis ofrece diálogos de una riqueza y contundencia (tanto humorística como dramática) que suelen extrañarse en el cine contemporáneo, mientras que Tom Stern convierte en poesía cada imagen iluminada con una enorme sensibilidad.
Eastwood -que toda la vida se ha definido como un conservador- se arriesga en "Million Dollar Baby" con algunas tomas de posiciones muy controvertidas, especialmente tratándose de una producción "mainstream" de Hollywood. Quedará luego en cada espectador analizarlas con la misma sinceridad con que el artista las aborda y las expone.
Con cada nueva película, Eastwood demuestra que los años no sólo le han otorgado experiencia, sino también una creciente dosis de emotividad y una ductilidad impensada como actor (estamos ante uno de los mejores trabajos de su vida).
El director de "Los puentes de Madison" y "Los imperdonables" ha ido puliendo su arte hasta encontrar una sencillez, una pureza artística que es patrimonio exclusivo de los verdaderos maestros.
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