Nunca, rara vez, a veces, siempre: una película vital sobre el doloroso descubrimiento del mundo adulto
Nunca, rara vez, a veces, siempre (Never, Rarely, Sometimes, Always, Estados Unidos, 2020). Guion y dirección: Eliza Hittman. Fotografía: Hélène Louvart. Montaje: Scott Cummings. Elenco: Sidney Flanigan, Talia Ryder, Théodore Pellerin, Sharon Van Etten, Ryan Eggold. Duración: 101 minutos. Disponible en: alquiler en Cablevisión Flow, Apple TV+. Nuestra opinión: muy buena.
Apenas conocemos a Autumn (Sidney Flanigan) cuando la vemos, al comienzo de Nunca, rara vez, a veces, siempre, emprender un viaje a Nueva York para poner fin a su embarazo. Antes la habíamos visto cantar sobre un escenario escolar en una pequeña ciudad de Pennsylvania, seguir estoica sus versos mientras se oían comentarios hirientes desde la platea. La habíamos visto también cenar con su familia, desplazada, incómoda por la condescendencia de su madre y la solapada tensión con su padrastro. La sabemos silenciosa en su habitación, pensativa en su trabajo como cajera de un supermercado, decidida cuando perfora su nariz para poner un pequeño arito.
La directora y guionista Eliza Hittman modela el carácter de su personaje protagonista en esos pequeños detalles, esquivos a las declaraciones, expresivos en sus ambigüedades. El seguimiento de su periplo desde el descubrimiento del embarazo es austero e implacable, pegado a esas emociones subterráneas, a la materia de sus difíciles decisiones. La película elige un tono único, íntimo sin ser invasivo, con esos planos detalle que capturan el brillo de una mirada; ascético, esquivo a todo sentimentalismo, capaz de combinar situaciones desgarradoras con momentos efímeros, banales en la vida de cualquier adolescente.
André Bazin decía que los héroes de Roberto Rossellini eran capaces de combinar actos de grandeza y gestos de cobardía, por eso en su obra primaba la vitalidad por sobre la belleza. Para Hittman, el camino de Autumn hacia Nueva York implica la conciencia de lo que debe enfrentar en este mundo, la comprensión del efecto de sus decisiones y el descubrimiento de su propia autonomía. Acompañada por su prima Skylar (Talia Ryder), personaje luminoso como pocos, capaz de brindar su apoyo sin palabras en el compromiso que conlleva cargar una pesada valija por todo Manhattan, Autumn experimenta la ciudad en todo su anonimato: las estaciones nocturnas y desoladas, las escaleras convertidas en laberintos interminables, los locales de juegos electrónicos como termómetros de esa soledad en el bullicio.
Hittman esboza dos o tres momentos confesionales, con su personaje casi mirando a cámara, intentando hallar aquellas palabras que se le escapan. Sin discursos ni consignas, usa las opciones de un cuestionario como algo más que el título de la película: expone allí la imposibilidad de atrapar lo que desborda el lenguaje, lo que solo se vislumbra en el poder de las imágenes. Por ello nunca convierte al cine en alegato sino que simplemente muestra, como había descubierto Bazin que hacían las grandes películas, esas que acompañan a sus héroes en los efímeros instantes de verdad que nos regalan.
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