Nunca es tarde para amar: costumbrismo, absurdo y “juventud acumulada” para una notable comedia italiana
Gianni Di Gregorio pinta su aldea, en este caso un palacio que se cae a pedazos como metafórica burla a esas “glorias de un tiempo pasado”, mientras invita a celebrar lo que queda del día
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Nunca es tarde para amar (Astolfo, Italia-Francia/2022). Dirección y guion: Gianni Di Gregorio. Fotografía: Maurizio Calvesi. Edición: Marco Spoletini. Música: Ratchev & Carratello. Elenco: Gianni Di Gregorio, Stefania Sandrelli, Alfonso Santagata, Gigio Morra. Distribuidora: Mirada Distribution. Calificación: apta para todo público. Duración: 97 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
En 1949, Mario Monicelli y Steno rodaron Totó cerca casa, que estelarizó el inmenso Totó y cuya problemática giraba en derredor de la búsqueda de un lugar donde vivir durante la posguerra italiana. Los tiempos han cambiado, pero ciertas constantes prevalecen de acuerdo a la risueña mirada que Gianni Di Gregorio construye en esta película donde un profesor jubilado también debe dejar el departamento que habita y buscar un nuevo (o viejo) techo, debido a una realidad mucho más doméstica: la hija de la dueña de casa se irá a vivir a ese lugar y, por lo tanto, no pueden renovar un histórico contrato de alquiler. Él es Astolfo, quien da título original a esta película que entre nosotros es presentada con uno igual al de una película mexicana de mediados de los 50 que estelarizó Libertad Lamarque y a otra, más reciente (Cloud 9), de Andreas Dressen, que también fue rebautizada localmente como Nunca es tarde para amar y que retrataba la enorme y volcánica atracción de dos adultos mayores.
Aquí hay escarceos amorosos, aunque eso es solo parte de la trama hilvanada en tono de comedia por el múltiple Di Gregorio que -como es habitual- escribe, dirige y protagoniza sus películas, tal el caso de Un verano muy particular (Pranzo di ferragosto, 2008) o La sal de la vida (Gianni e le donne, 2011), muy celebradas en el momento de su estreno. Otro de sus títulos más recientes (Lontano, Lontano, 2019), presentaba la figura del profesor jubilado que quería irse a vivir a Santo Domingo con dos amigos. Como en aquella, el profesor tiene un viaje, pero de retorno al terruño al complicarse la posibilidad de seguir viviendo en la cautivante Roma.
Así, Astolfo regresa a Artena, una pequeña localidad de la región de Lazio, luego de contactar a su exmujer para conocer que parte de la enorme y antigua casa todavía le pertenece. Es entonces cuando descubre que el hijo de un vecino vive allí desde hace años, al igual que el cura del pueblo que ocupa otra área de manera ilegal. Pero Astolfo no se inquieta ni se asusta: convive. Y además va ampliando su grupo de amigos con otros personajes tan extraños como sus primeros “huéspedes”, añadiéndose la presencia de un primo que le “hace la pata” con una abuela llamada Stefania (que no es otra que Stefania Sandrelli, la estrella de Divorcio a la italiana, seis décadas después), de cuyo encanto Astolfo queda preso Ambos deberán lidiar con el miedo a enamorarse y, sobre todo, vencer el temor a una nueva oportunidad.
Di Gregorio parece el natural heredero de la antigua commedia all’italiana, con sus personajes marginales, sus situaciones inesperadas, su costumbrismo mezclado con un humor absurdo, al que añade una cuota de personalísima sensibilidad y enorme calidez. Es fiel a sí mismo, y por eso no necesariamente original, aunque siempre consiga “pintar su aldea”, en este caso desde un palacio que se cae a pedazos como metafórica burla a esas “glorias de un tiempo pasado”, mientras invita a celebrar lo que queda del día.
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