Norma Aleandro y las anécdotas del Oscar a La historia oficial: de llegar caminando al “God bless you”
El 24 de marzo de 1986, la película dirigida por Luis Puenzo se consagraba. En exclusiva para LA NACIÓN, la reconocida actriz recuerda cómo fueron los días previos de “una delegación muy austera”
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Se estrenó el 3 de abril de 1985, luego de semanas de rodaje complejas y con permanentes amenazas que hacían peligrar la continuidad del proyecto. Un año después, el 24 de marzo de 1986, la película La historia oficial ganaría el codiciado premio Oscar en el rubro Mejor película de habla no inglesa. Esa noche, la cinematografía nacional sería distinguida con su primer gran reconocimiento de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos.
Aquel “God bless you” (“Dios los bendiga”), que Norma Aleandro, una de las protagonistas del filme, diría en el centro del escenario del Dorothy Chandler Pavilion del Music Center se convirtió en un símbolo. La frase fue dicha ante una platea de 3197 butacas que celebraba calurosamente el galardón entregado a un film originario del fin del mundo y con una temática dolorosamente conmovedora.
La historia oficial, dirigida por Luis Puenzo, también autor del guion cinematográfico junto con Aída Bortnik, narraba cómo una profesora de Historia de colegio secundario, interpretada magistralmente por Aleandro, comienza a sospechar sobre el verdadero origen de su hija adoptiva. Las charlas con una amiga y el encuentro con una Abuela de Plaza de Mayo le abrirían los ojos acerca del accionar de su violento marido, encarnado de manera soberbia por Héctor Alterio, y la posibilidad concreta de que la criatura sea hija de desaparecidos.
Habían solo pasado diez años del golpe militar que derrocó a la presidenta constitucional María Estela Martínez Cartas de Perón. Casi como una voltereta del destino, en tiempos de la primavera democrática de un país gobernado por Raúl Alfonsín, La historia oficial se llevaría no solo el premio Oscar, sino el reconocimiento internacional ante la valentía de la denuncia desde el arte cinematográfico.
Norma Aleandro recuerda en primera persona, en exclusiva para LA NACIÓN, algunos momentos salientes de aquella noche inolvidable en Los Ángeles donde, gracias a otro generoso capricho del destino, la propia actriz fue la que leyó el nombre del film ganador de la terna: “And the winner is… too much, god bless you… The official story”.
Destino
“Que el premio se haya entregado un 24 de marzo fue una de las tantas coincidencias que tuvo todo el desarrollo de esta película”.
¿Sin Norma Aleandro?
“Al director Luis Puenzo le había dicho que no la iba a hacer, porque venía de cuatro años de exilio, así que no tenía muchas ganas de involucrarme. Me parecía hermoso el libro y lloraba cada vez que lo leía, pero era muy duro para mí. Recuerdo que íbamos a una confitería, frente al teatro Liceo, donde yo estaba dirigiendo una obra, y donde nos reuníamos para que Puenzo me contara la historia. Cada vez que lo hacía, yo lloraba mucho. Al tiempo, nos reímos mucho, porque los dueños del lugar una tarde nos dijeron: ´¿Ustedes vienen a pelearse acá?´”.
Riesgos
“En medio del rodaje llegaron amenazas que decían que si continuábamos con la película iban a matar a la nena que hacía de mi hija y a su mamá. Así que dimos por terminado el rodaje, pero, en realidad, continuamos en la casa de Puenzo. Íbamos con mucho miedo, filmábamos con pánico. Fue bravo, hicimos lo mejor que pudimos para poder sobrellevar eso”.
Austeridad l
“Vivíamos en un hotel ubicado frente al cine donde se exhibían las películas en competencia. Cada vez que estábamos tomando algo en el lobby, veíamos cómo llegaban autos despampanantes y elencos enteros con muchas estrellas subiendo las escalinatas de la sala. Como La historia oficial fue una película rica en talento, pero muy austera en sus recursos de producción, económicamente nos fue muy difícil llegar hasta ahí. En ese tiempo era una modalidad que cada película generase una suerte de programa con la sinopsis, los datos técnicos, las fotos y los antecedentes de los protagonistas, para ser entregado a cada uno de los jurados y que tuviesen conocimiento acabado de cada producción. La noche anterior nos fuimos a tomar algo, mientras esperábamos con nervios y con ganas el día de la ceremonia, y de pronto nos dimos cuenta de un detalle: no teníamos gente que nos pudiera repartir los programas. Evidentemente, éramos una delegación muy austera, viajamos muy pocos. El cuento es que a alguien se le ocurrió, dado que los jurados estaban alojados en nuestro hotel, que fuésemos nosotros mismos a repartir los programas cuarto por cuarto, durante la madrugada, mientras dormían. Lo cierto es que solo nos animamos la señora de Puenzo y yo. Así que nos encontramos en un pasillo en plena noche y nos pusimos a tirar por debajo de la puerta de cada habitación donde dormía un jurado, nuestro programa. Esa fue nuestra forma de presentarnos”.
Austeridad ll
“El día de la entrega, todos los elencos llegaban en limousine hasta la puerta de la gran sala. Era como algo imprescindible para aparecer de manera llamativa, despampanante. Cuestión que nosotros decidimos cruzar caminando, no teníamos limousine. Cada vez que arribaba un elenco con celebridades sonaban clarines, se encendían luces, los fotógrafos disparaban sus flashes. Cuando nosotros comenzamos a subir las escalinatas, no sonaron clarines, no se encendieron las luces, los fotógrafos no dispararon sus flashes. No nos conocía nadie”.
“No gusta”
“En la función en la que se proyectó la película, me senté al lado de Puenzo. No se oía ni respirar a la gente. Luis me decía: ´No gusta, no gusta´. En la oscuridad, lo que hacíamos era espiar las caras, intentando entender si era del agrado o no. Cuando terminó la película, la ovación fue tan grande, tan larga, que no podíamos salir de la sala. Ahí sí, sonaron clarines y trompetas. Como primero somos conocidos los que salimos en pantalla, yo les explicaba que, quien estaba sentado a mi lado, era el director del film”.
“God bless you”
“Estaba entre bastidores esperando para subir al escenario, porque me habían pedido que anuncie ese rubro. Yo pensé que no íbamos a ganar, me parecía raro que quien anuncie también gane. De todos modos, mientras esperaba para salir, muchos de los que me rodeaban habían visto la película y me alentaban, creían que había chance. Nuestra propuesta tenía muy buena prensa y críticas. Cuando abrí el sobre la sorpresa y la emoción fueron muy grandes. Por supuesto, no tenía previsto decir nada. Aquella frase fue improvisada y hasta me arrepentí un poco de haberlo dicho “God bless you”, pero todo el mundo me decía que había quedado bien”.
El festejo
“Esa noche, luego de obtener el Oscar, todo el mundo quería tomar algo con nosotros, compartir el brindis. Fuimos invitados a diversos lugares, todos frecuentados por muchos actores muy conocidos por nosotros, pero que ellos nos veían por primera vez. Fue una noche amable, distendida, alegre, como si la película hubiera sido una comedia cómica”.
Sensaciones
“Siempre creímos que ese baño de alegría en cierta forma compensaba todos los dolores y temores por los que habíamos pasado mientras filmábamos”.
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