Nina Hoss: “El cine argentino me parece de los más fascinantes que hay”
La estrella alemana de Barbara y Ave Fénix regresa a la pantalla grande local con una memorable profesora de violín en La audición, por la que ganó el premio a la mejor actriz en el Festival de Cine de San Sebastián
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Muy probablemente sea uno de los rostros más conocidos del cine alemán contemporáneo, por su permanente presencia en la pantalla pero también por ser “una actriz perfecta”, tal como la definió Christian Petzold, el director con el cual brilló en Barbara o Ave Fénix, entre otras películas que la convirtieron en la actriz fetiche del realizador y en una de las caras del cine contemporáneo de autor. Desde este jueves el público podrá reencontrarla en los cines con La audición, segunda película de ficción dirigida por la también actriz Ina Weisse. “Creo que el espectador puede sacarle mucho provecho a la película y, principalmente, se trata de una mujer que es muy libre y toma del mundo lo que necesita pero, asimismo, que encuentra limitaciones en la búsqueda de su autocontrol”, dice vía zoom Nina Hoss a LA NACION en la primera entrevista que brinda a un medio argentino, al referirse a Anna Brosky, la profesora de violín para la cual es tan importante el logro perfecto como el estado de confusión que la rodea, y por cuya interpretación recibió el premio a la Mejor Actriz en el Festival de Cine de San Sebastián. “Esto que ves que pasa en el interior de la profesora, que todo el tiempo tiene una vida muy emocional sin que eso se exprese en palabras, fue lo primero que me llamó la atención del guion. Ahí estaba el desafío y lo interesante de cómo reflejar y traer a la vida como punto central de mi actuación”, añade.
–Sus primeros roles en cine fueron con directoras como Nina Grosse o Doris Dörrie. ¿Cree que todas las denuncias de acoso en Hollywood lograron un cambio del rol de la mujer en el cine? ¿cómo ha sido en el caso del cine alemán?
–Los últimos años trabajé con muchas mujeres, hice Pelican Blood con Katrin Gebbe y My Little Sister, con Stéphanie Chuat y Véronique Reymond, por ejemplo, y lo que es cierto que tardaron como cinco años en conseguir los fondos para hacer las películas. Si bien parece que hoy es más fácil para la mujer dirigir, aún tienen más exigencia a la hora de presentar el guion y demostrar que van a concretar una película. Es cierto, sin embargo, que tanto para los organismos que subvencionan cine como para los productores hay un poco más de presión para que trabajen con directoras mujeres. Eso un poco facilita las cosas si bien sigue existiendo esta contradicción.
–¿Cómo fue su primera aproximación a La audición?
–Ina Weisse me contó sobre la historia y el personaje y me había resultado interesante todo, pero cuando leí el guion me sorprendió por su profundidad. Me pareció muy atractivo que Anna es un ser completo. Por un lado toma lo que necesita sin miedo a lo que puede perder o al daño que puede generar. Pero por otro también es un ser muy tierno y cariñoso aunque su perfeccionismo le impide alcanzar lo que más quiere, que es poder compartir su arte con el público y perderse tocando el violín. Por miedo al fracaso es un ser muy complejo y contradictorio. Tener la posibilidad de interpretar a un personaje con contradicciones tan fuertes y tan humanas es una fiesta para la actuación.
–¿Cree que además la película expone otro problema como el de forzar a la gente a ser exitosa antes que feliz?
–Hay algo de eso, lo que quizás es más fuerte tiene que ver con la cultura alemana y la educación general. En Alemania hay una idea de que la música clásica es la alta cultura y la película muestra lo difícil que es en una sociedad así llegar a tocar el violín. Como músico debes tener toda la perfección y practicar sin descanso para después, en el momento de ejecutar esa obra, convertir la experiencia y brindarse al público, asimismo, perdiendo un poco el control sobre la obra. Es lo que busca Anna pero no puede permitirse. La búsqueda de la planificación asimismo es el miedo a perder el control.
–No puedo dejar de preguntarle por los jóvenes actores de la película quienes interpretan a su hijo y a su alumno.
–Son muy distintos la verdad, quien hace el papel de mi hijo es realmente un actor que tiene mucha solidez para darle vida a su personaje y tiene muchísimo talento. Fue my fácil actuar con él. En el caso del estudiante de violín, él es violinista profesional, sin ninguna intención de continuar una carrera como actor pero se entregó a la experiencia. Fue muy distinto el trabajo. Por ejemplo, en las escenas en las cuales debía estar tenso emocionalmente, la directora lo enviaba a subir y bajar escaleras unas diez veces para que esté agitado. Pero él todo lo hizo muy estoicamente, lo que redundó en un gran talento para actuar. Me ayudó a entender el mundo del violín.
Si bien su primer trabajo en cine fue con el realizador Joseph Vilsmaier, el nombre de Nina Hoss comenzó a hacerse conocido cuando su camino se cruzó con el de Christian Petzold. Gracias al Festival de Cine Alemán y al Goethe Institut se conocieron tempranamente en la Argentina dos grandes trabajos de este realizador como Wolfsburg y Yella. Luego Nina Hoss llegará a la cartelera comercial porteña delineando el crudo relato que rodea a su personaje, basado en un caso real, en Anonyma, una mujer en Berlín, de Max Färberböck; y como el vértice femenino de una relación que navega entre la expiación y la traición en Triángulo. Se añaden la historia de la eminente médica berlinesa que es destinada a un pequeño pueblo para poder ser vigilada por la policía secreta en Barbara; o su rol de Nelly Lenz, la mujer desfigurada por la barbarie del nazismo que busca reencontrarse con su marido en Ave Fénix, todas labores donde descolló en papeles difíciles y que tuvieron la rigurosa dirección de Petzold, quien dijo a este cronista que: “Es una colaboradora estupenda que me hace sentir seguro. Ella tiene la posibilidad de abrir puertas a otras realidades. Es una actriz perfecta que me comprende intelectualmente y es muy sensible”. Nina Hoss celebra asimismo esa relación profesional: “Siento que Christian es un verdadero autor. Cuando toma un tema, que por lo general trata del país en que vivimos, lo ilumina desde las más variadas perspectivas. Tiene una mirada muy sensible de las cosas. Creo que él me regala “espacios” porque en sus películas, muchas veces, busca cosas que no están expresadas con palabras en el guión pero que, de alguna manera, me transmite y yo entiendo lo que me permite descubrir estos “espacios”. Me gusta mucho actuar con él, siempre estoy asimismo queriendo merecer esta confianza.
–¿Dentro de esos papeles históricos como Bárbara o Ave Fénix son importantes sus recuerdos de infancia marcados por la política y el arte?
–Es verdad eso. Por el lado de mi madre siempre estuvo todo muy marcado por el arte y, por el de mi padre (NdR: fue un sindicalista y político alemán de la alianza verde), por su compromiso político. Me interesa la política, la historia, la psicología, el arte y la libertad de tener nuevas perspectivas, me interesa el ser humano y qué lo impulsa hacia delante. Siempre esa combinación entre el arte y la política estuvo y por eso me atraen tanto estos roles. Las condiciones políticas en las que viven estos personajes, que son asimismo las que vivimos los seres reales, son en definitiva las que nos marcan.
–En la película española La mujer del anarquista actuó con el actor argentino-español Juan Diego Botto. ¿Qué puede decirnos de esa experiencia?
–Tengo muy lindos recuerdos de Juan y de todo ese rodaje. Fue muy especial porque tuvimos que actuar mucho en español. Entiendo un poco de español, hablo francés y estudié latín en el colegio, intenté asimismo aprender portugués en un momento. Con Juan hablé mucho sobre la Argentina, sobre la política en su país y sobre como es el mundo del cine en la Argentina. Mi padre trabajó mucho en Brasil y yo estuve unas catorce veces en América Latina, por lo que la sensación latina me es cercana y de alguna manera liberadora. El cine argentino en particular me parece de los más fascinantes que hay y siento que hay conexiones entre la escuela argentina y la berlinesa, hay algo muy cercano en cómo nos vemos, en cómo vemos nuestra historia. Siempre hay como un filtro medio azulado o grisáceo y, además, de no de terminar de contarlo todo en las historias. Eso es algo muy familiar entre ambas cinematografías.
–¿Qué le diría al espectador argentino para que vaya al cine a ver La audición?
–Que hay algo muy fuerte en lo que significan las herencias familiares que parecen a uno no darle respiro. Y Anna, mi personaje, llega a los cuarenta y se da cuenta que esa reinvención no estuvo tan lograda y vuelve a caer en ciertos patrones. La película es interesante para las mujeres pero también para los hombres, porque es una nueva mirada sobre un universo de complejidades que solo puede ser relatado por una mujer.
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