Nick Nolte cumple 80: retrato de un actor que se acostumbró a los excesos
Nicholas King Nolte tenía todo para convertirse en una estrella del deporte. Cuando era joven y estaba por entrar en la universidad todos comentaban en su entorno de que podía brillar en el beisbol, en el básquebol, en el fútbol americano, en la lucha libre y el atletismo. Macizo, resuelto, aguerrido, Nolte logró que su familia le consiguiera una beca para entrar a la Universidad Estatal de Arizona como integrante del equipo de fútbol americano, pero el recién llegado, además de hacer actividades físicas, tenía que estudiar. Y las menciones de ausencia se iban acumulando en su ficha. Probó en otras tres universidades (la del Este de Arizona, la de Phoenix y el Pasadena City College) hasta asumir la realidad: su destino estaba lejos del deporte.
En cambio, al instalarse en Pasadena terminó cerca del lugar en el que vivió su definitiva consagración. Cambió el deporte por el mundo del espectáculo. Y el teatro fue la plataforma de lanzamiento de una carrera que terminó convirtiéndolo en estrella. De no haber caído en una sucesión de traspiés, excesos, malas elecciones y más excesos pudo llegar mucho más lejos. Este lunes 8 de febrero, después de haber tocado fondo, aceptar la mayoría de sus errores y reencontrarse con sí mismo en un ejercicio de redención que todos le reconocen, Nick Nolte cumple 80 años.
Tiene la voz más áspera que nunca (hay momentos en que resulta imposible entender lo que dice), su duro rostro parece más aplacado con los años y la cabellera rubia de los buenos tiempos pasados ahora es completamente blanca, complementada a menudo por una barba frondosa y digna de un gran personaje de la Biblia. Su presencia en el cine, cada vez más espaciada, tiene hoy poco de aquella temeraria y desafiante actitud que siempre lo identificó.
Un profundo examen de conciencia hizo el resto. “He ido durante varios años a consultorios psiquiátricos y allí llegué a la conclusión de que mi problema fundamental es que no veo a una buena persona cuando observo a los demás. Veo los extremos porque la cosa extrema es lo que me atrae y cuando una persona se involucra con los extremos casi siempre termina viajando hacia el infierno”, confesó en una oportunidad.
Hay instantáneas memorables de Nick Nolte de regreso de alguno de esos viajes. Habrá pensado el actor que iba camino al infierno, pero lo que hizo fue encontrarse más de una vez con la policía en alguna autopista solitaria, por lo general en plena madrugada. En septiembre de 2002, una fotografía de Nolte en un destacamento de la policía de Los Ángeles empezó a desplazar en los medios a las imágenes de sus mejores películas.
No era un retrato digno de un actor, sino la burocrática expresión, de frente y de perfil, de una persona cuyo rostro pasa a formar parte de los archivos en los que aparecen las personas halladas in fraganti mientras manejan bajo los efectos de alguna sustancia peligrosa. “Tenía el pelo desordenado y el rostro con una expresión desconcertante. Parecía un loco escapado del manicomio”, reconocería mucho después con más tranquilidad sobre el episodio que provocó en Malibú y que terminó con su detención.
La situación no era fácil porque todos sabían que Nolte había sido un bebedor consuetudinario durante muchos años. Luego reconocería que de manera equívoca el alcohol contribuyó más que cualquier otra cosa en la consolidación de su imagen de tipo rebelde, opuesto a cualquier convención o comportamiento más o menos previsible. Pero esa actitud también le había provocado un costo irreversible: su carrera empezaba a irse a pique cuando parecía que encontraba una segunda oportunidad para empezar.
Tres años antes de ese episodio policial, que luego se repetiría, Nolte había entregado lo que para muchos fue el mejor papel de su carrera (y el más duro de todos, sin duda alguna). Una suerte de vigilador obligado a hacerse cargo de los efectos cercanos o tardíos de la conducta violenta de su padre (interpretado por James Coburn) en la película Días de furia (Affliction), de Paul Schrader. Aceptó engordar casi 25 kilos para asumir ese exigente papel. En una escena sobrecogedora, difícil de olvidar, el personaje de Nolte decide sacarse una muela dolorida sin ninguna anestesia y con la única ayuda de una tenaza. Los dos fueron nominados al Oscar, pero solo Coburn se llevó el premio ese año como mejor actor de reparto. Fue la segunda vez que alcanzaba una nominación al Oscar como actor protagónico. La primera le llegó en 1991, gracias a un papel igual de profundo, pero mucho menos cargado de violencia latente, en El príncipe de las mareas, junto a Barbra Streisand. Después llegó una más, pero como actor de reparto, por Warrior (2011). Nunca ganó el premio.
El mejor reconocimiento que puede otorgarse a Nolte es el de un gran antihéroe del cine, que a través de la actuación fue cubriendo todas las etapas que se había negado a cumplir cuando no se preocupaba por la asistencia a las clases universitarias y tampoco vivía con ganas la posibilidad que le brindaba el deporte. De la mano de una carrera artística que nunca paró de crecer desde que descubrió ese mundo, Nolte se convirtió en un tardío autodidacta. Cuentan los que estuvieron cerca de él que en su casa había estantes enteros con tomos de ensayos y enciclopedias de psicología e historia. Se enorgullecía de haber leído los seis volúmenes de la biografía de Thomas Jefferson, personaje al que interpretó con gran vuelo en Jefferson en París, de James Ivory, una de sus mejores películas. También leía con fruición a Nietzsche, Shakespeare, Sam Shepard y el historiador Will Durant.
Las lecturas fortalecieron su tendencia a la introversión. El alcohol y el cigarrillo hicieron el resto. Entre otras cosas, desgastar una voz que ya lucía áspera y seca desde los comienzos de su carrera. De la mano del teatro comenzó a recorrer los Estados Unidos, pero sus tendencias rebeldes y la tentación de romper reglas volvió a hacer de las suyas: fue condenado a tres años de prisión en suspenso al comprobarse que falsificaba cartas que eximían a sus dueños de quedar forzados a sumarse al Ejército. Tuvo el impulso de regresar a California y allí encontró después de pequeños papeles en cine y TV la miniserie Hombre rico, hombre pobre, su primer papel relevante.
Nolte también tiene una personalidad de facetas curiosas. Reconoce que le gusta mentir en las entrevistas periodísticas (”Tengo cierto pudor sobre lo que se escribe sobre mí. Me siento incómodo. Para evitar ese sentimiento decido contar historias que no son ciertas y no tener la incomodidad de ser mal entendido”, se justificó una vez). Llegó a decir que su primera esposa era trapecista para evitar pronunciarse sobre uno de sus divorcios.
“Nadie dice la verdad en las entrevistas. Nadie muestra quién es en realidad”, confesó Nolte en uno de sus arrestos de sinceridad. En los últimos años, más tranquilo y reposado, decidió conceder reportajes vestido en piyama. Puede parecer una persona que decidió estar fuera del mundo. Pero él mismo está convencido que es la mejor manera de mostrar, en la madurez, que pudo superar todos los excesos.
Nick Nolte en streaming
Activo en el cine desde mediados de la década del 70, Nick Nolte tiene hoy la suerte de que algunos de sus trabajos característicos de diferentes épocas dentro de su carrera están disponibles en las plataformas de streaming. Lamentablemente en esa lista falta Días de furia (Affliction), el tenso drama psicológico que le brindó en 1998, nominación al Oscar mediante, una verdadera y completa reivindicación a su trayectoria. A continuación, un puñado de títulos con Nolte como protagonista o destacado actor de reparto.
* 48 horas (48 HRS, 1982), de Walter Hill. Uno de los más grandes y clásicos ejemplos de lo que es una buddy movie. Nolte es el policía blanco, terco y de pocas pulgas que necesita la ayuda de un convicto histriónico (Eddie Murphy) para resolver el caso. Esa convivencia a la fuerza se despliega a través de grandes momentos de acción, mucho humor, veladas tensiones raciales y el lucimiento de sus dos protagonistas. Nolte madura aquí la identidad de su mejor personaje y Murphy encuentra en esta película el vehículo para la consagración definitiva. Disponible en Google Play como Límite: 48 horas al igual que su secuela, Otras 48 horas (Another 48 Hours, 1999), sin tanto vuelo pero igual de disfrutable.
* Preguntas sin respuestas (Q & A, 1990), de Sidney Lumet. Nolte es Mike Brennan, un policía acostumbrado a actuar sin reglas que es investigado por matar a un ladrón a partir de uno de sus métodos ajenos a cualquier ortodoxia. La corrupción, los silencios y los negocios sucios detrás del comportamiento policial en un film a la medida de Lumet, aunque el director no haya quedado demasiado conforme con el corte final de la película. Por una vez, Nolte deja aquí su cabellera rubia para adoptar otro tipo de look, con el cabello teñido y tendencia al sobrepeso. Disponible en Amazon Prime Video y Movistar Play como Distrito 34: Corrupción total.
* Cabo de miedo (Cape Fear, 1991), de Martin Scorsese. En esta comentada remake firmada por Scorsese, Nolte aparece como la contracara del personaje protagónico, un peligrosísimo psicópata encarnado por Robert de Niro, decidido a acosar hasta el límite más extremo al abogado (interpretado por Nolte) que lo había enviado a la cárcel. La contenida actuación de Nolte se enfrenta al desborde deliberado de De Niro y entre los dos sostienen una tensión que por momentos se hace insoportable. Disponible en HBO Go y Movistar Play.
* El príncipe de las mareas (The Prince of Tides, 1991), de Barbra Streisand. Nolte interpreta aquí a uno de los personajes más complejos de su carrera en el cine. Es Tom Wingo, un entrenador deportivo con un pasado traumático que es llevado por el suicidio de su hermana a relacionarse con la psiquiatra de ella (Streisand), de la que termina enamorándose. Ganó por este papel una muy justificada nominación al Oscar como mejor actor protagónico. Disponible en HBO Go y Movistar Play.
* Un milagro para Lorenzo (Lorenzo’s Oil, 1992), de George Miller. El “lado tierno” del duro Nolte, luego de la gran demostración de El príncipe de las mareas, se ratifica en esta adaptación de una conmovedora historia real que narra la porfiada lucha que lleva adelante un matrimonio para encontrar una cura a la rara enfermedad que padece su pequeño hijo. Nolte y Susan Sarandon aportan todo el compromiso requerido por sus personajes, sin caer jamás en el sentimentalismo. Disponible en Claro Video y Apple TV con el título de El aceite de la vida.
* Una luz en el corazón (Afterglow, 1997), de Alan Rudolph. Enrevesado drama matrimonial en el que se entrecruzan dos parejas. Nolte interpreta a un experto en toda clase de arreglos hogareños que conoce el arte de la seducción y consigue atraer a una mujer frustrada en su matrimonio. Mientras tanto, el marido de ésta empieza a enredarse con la mujer del personaje de Nolte. La habilidad del director Rudolph consigue sortear la mayoría de los lugares comunes. Nolte se mueve con comodidad en un papel que recuerda algunos de sus comportamientos de la vida real. Disponible en Claro Video.
* Camino sin retorno (U Turn, 1997), de Oliver Stone. Agobiante thriller en el que Stone alienta toda clase de desbordes y desequilibrios en personajes que parecen dispuestos a todo. Nolte se divierte interpretando al maduro esposo de la enigmática e inquietante Jennifer Lopez y ambos envuelven a un recién llegado (el atribulado Sean Penn) en un juego que mezcla la seducción con los instintos destructivos. Disponible en HBO Go y Movistar Play.
* La delgada línea roja (The Thin Red Line, 1998), de Terrence Malick. Este relato coral sobre episodios de la Segunda Guerra Mundial en el frente del Pacífico marcó el regreso de Malick a la dirección tras 20 años de ausencia. Sin los excesos místicos de su obra posterior, Malick construye un gran fresco sobre el sinsentido de los grandes conflictos bélicos y hace lucir a cada uno de sus actores. Uno de los que mejor aprovecha la oportunidad es Nolte, en la piel de un oficial que disimula sus complejos con una falsa dureza exterior mientras envía a sus soldados a una misión suicida. Disponible en Claro Video.
* Un gran ladrón (The Good Thief, 2002), de Neil Jordan. A primera vista parece imposible en un intento de remake estar a la altura de una de las grandes películas policiales de Jean Pierre Melville, pero esta nueva versión de Bob Le Flambeur tiene algún encanto en la construcción de los personajes encargados de cumplir con el sueño del robo perfecto. En este caso, el botín es un valioso cuadro exhibido en un casino de Montecarlo. En ese tiempo era habitual ver a Nolte en producciones europeas con alguna sofisticación (llegó a protagonizar una película de Oliver Assayas, Clean). Aquí se las ingenia para darle cierto atractivo a un personaje que pudo encontrar mucho más brillo. Disponible en Amazon Prime Video y Movistar Play con el título de El buen ladrón.
* Una guerra de película (Tropic Thunder, 2008), de Ben Stiller. Con el tiempo cada vez se valora más esta extraordinaria sátira bélica que funciona también como gigantesca y lúcida burla al cine que se ocupa de estos temas. Nolte se suma a un elenco perfecto como un veterano de guerra del sudeste asiático que oculta sus verdaderas intenciones y logra a fuerza de talento y diversión una de las mejores actuaciones de la película. Disponible en Gogle Play y Apple TV con el título de Tropic Thunder: ¡Una guerra muy perra!
* Warrior (2011), de Gavin O’Connor. Especialista en relatos de hombres duros que tratan de redimirse después de haber tocado fondo, O’Connor aprovecha a un Nolte maduro, curtido y comprometido para hacer a través de su personaje casi un homenaje a su trayectoria completa. El premio fue su más reciente nominación al Oscar, en este caso como actor de reparto. Nolte interpreta a un veterano de Vietnam y exboxeador volcado a las artes marciales mixtas, distanciado de su familia, cuya vida empieza a destruirse por culpa del alcohol. Cuando recupera la lucidez decide entrenar a su hijo más joven (Tom Hardy) en un torneo del que participará también su hermano mayor (Joel Edgerton). Nunca se estrenó en los cines argentinos. Disponible en HBO Go y Movistar Play.
* Causas y consecuencias (The Company You Keep, 2012), de Robert Redford. En una aparición breve y significativa como un viejo compañero de lucha del protagonista, Nolte hace su aporte a la mirada nostálgica que la película hace de un tramo de la historia reciente de los Estados Unidos (los años 70 y su huella de violencia armada a cargo de grupos radicalizados) que no suele ser revisado. Es uno de los puntos altos de un film que se destaca por su extraordinario elenco y el compromiso de Redford como actor y director para hacer memoria. Disponible en Amazon Prime Video y Movistar Play.
* Fuerza antigangster (Gangster Squad, 2013), de Ruben Fleischer. Nolte se sumó a un gran elenco Sean Penn, Ryan Gosling, Josh Brolin, Emma Stone, Anthony Mackie) como el jefe de policía de Los Ángeles, involucrado en crudos hechos reales ocurridos en la década de 1940, cuando la banda encabezada por el mafioso Mickey Cohen hacía estragos en la ciudad. Queda el profesionalismo del actor como aporte a una película fallida, de la que solo se habla por lo ocurrido durante el rodaje: hubo que eliminar la escena de una masacre en un cine por parecerse demasiado a un hecho real ocurrido mientras la película estaba en plena post-producción. Las posteriores reediciones afectaron el resultado final y Nolte reflejó esas dificultades al asistir al preestreno mundial vestido con una robe de chambre de entrecasa. Una curiosidad. Disponible en HBO Go y Movistar Play con el título de Gangster Squad: brigada de élite.
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