Netflix: Zona de riesgo, un thriller de ciencia ficción con interesantes planteos éticos que se queda en la superficie
Zona de riesgo (Outside The Wire, EE.UU., 2021). Dirección: Mikael Hafstrom. Guion: Rob Yescombe y Rowan Athale. Elenco: Anthony Mackie, Damson Idris, Emily Beecham y Michael Kelly. Duración: 114 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.
Insospechadamente, la filosofía moral proporcionó gran cantidad de argumentos al cine de acción, y también a la tv. La serie 24 recurrió tantas veces al llamado "problema de la bomba de tiempo" que tendría que haberle dado un crédito al filósofo utilitarista Jeremy Bentham, quien lo planteó en su forma original. Parafraseado para el presente, sería: "¿Justifica la inminencia de la explosión de una bomba la tortura de un sospechoso para que revele su locación?".
Otro experimento mental similar es el llamado "problema del tranvía", que plantea que un tranvía se dirige hacia cinco personas que serán arrolladas a menos que un testigo de la situación active un interruptor que lo desvíe a un carril secundario donde solo una persona resultaría muerta. ¿Está dispuesto a tal acción? La respuesta mayoritaria suele ser que sí. Curiosamente, si el problema se modifica apenas y en vez de apretar un botón, el testigo debe arrojar a una persona bajo las ruedas del tranvía y así lograr que se detenga para salvar a las otras cinco, en este caso, aunque el recuento de cadáveres es exactamente el mismo, la respuesta de la mayoría suele ser la contraria. Esta variante indica que nuestra brújula moral suele estar mucho más modulada por emociones inmediatas o un sentido común en riña con la lógica que por la razón.
Zona de riesgo, la nueva película de acción y ciencia ficción estrenada por Netflix y que por estos días encabeza su heteróclito ranking de lo más visto, pasa puntualmente por todos estos dilemas. En el año 2036, Harp (Damson Idris) es un operador de drones que desobedece a sus superiores y bombardea un área de conflicto, provocando la muerte de dos soldados propios. Su justificación, que sonará familiar, es que su decisión evitó la aniquilación de otros 38 hombres apostados en la zona. Como castigo es enviado al frente, donde la muerte de otros no se define oprimiendo un botón a la distancia sino ensuciándose las manos. Allí, es puesto al servicio del capitán Leo (Anthony Mackie), quien tiene la misión de encontrar a un tal Victor Koval, un personaje tan genérico y deslucido como indica su nombre tomado del catálogo general de villanos eslavos, quien tiene los códigos para lanzar lo que queda del arsenal nuclear ruso contra los Estados Unidos.
Esta trama elemental se ve matizada porque, como en Día de entrenamiento -que es una referencia evidente, al igual que, en menor medida, Terminator-, aquí el novato va descubriendo que su compañero no es, ni siquiera físicamente, lo que parece. Tal cosa termina de hacerse manifiesta cuando Harp, quien al comienzo había tomado la decisión utilitarista de matar a dos soldados para salvar a muchos más, debe enfrentar el dilema de dejar que detone un misil nuclear en Nueva York o, en caso contrario, provocar la aniquilación de la raza humana en el futuro.
Si bien estos planteos éticos que riegan la trama son interesantes, la película no logra hacer nada con ellos más que enunciarlos. También hay notas al pie sobre la responsabilidad moral de quien juega a la guerra desde una pantalla de computadora y sobre el empoderamiento de las minorías -Harp es un soldado negro que se niega a decirles "señor" a sus superiores blancos-, sin embargo, mayormente, Zona de riesgo no tiene nada de lo que su título en castellano promete y es un producto estandarizado que va de una escena ya vista a otra.
La continua caída en laboriosos diálogos explicativos que suelen, también, llevar adelante el argumento, la necesidad de reiterados deus ex machina -en una escena climática, un personaje se topa con la sofisticada y muy específica arma que necesita como quien encuentra una moneda olvidada en un bolsillo- y la sucesión de "revelaciones" que no sorprenden hacen evidente la inconsistencia generalizada. Los efectos de CGI, en especial de los soldados robóticos, son lo único indisputablemente logrado de este film.
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