Netflix: Yara es una eficaz crónica de la investigación de un femicidio que conmovió a Italia
Marco Tullio Giordana, el director de la recordada La mejor juventud, tiene su mejor arma en el atractivo personaje de la fiscal encargada de resolver el asesinato de la adolescente del título
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Yara (Italia/2021). Dirección: Marco Tullio Giordana. Guion: Graziano Diana. Fotografía: Roberto Forza. Montaje: Francesca Calvelli. Elenco: Isabella Ragonese, Alessio Boni, Thomas Trabacchi, Sandra Toffolatti, Mario Pirrello, Miro Landoni, Roberto Zibetti. Duración: 96 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
Marco Tullio Giordana asumió el legado de su cine y su país en La mejor juventud, aquella épica de dos hermanos a lo largo de la segunda mitad del siglo XX que estrenó en 2003. Eran más de seis horas de metraje y muchos años de la historia de su tierra y sus tradiciones, narradas de forma austera y sentida. El cine italiano después de sus años dorados, que languidecieron en los 80 con la crisis de su industria, la desaparición de la generación de los maestros y las nuevas modas de la televisión, se sostuvo en algunos nombres de excelencia como Bellocchio y Moretti, en algunas apariciones efervescentes como la de Paolo Sorrentino, y en un filón de directores que intentaron acomodarse a esa vara que el pasado había puesto tan alta.
Giordana regresa a su vínculo con la historia criminal italiana como lo hiciera en Romanzo di una strage (2012), sobre la explosión de un banco milanés a fines de los 60, pero ahora desde otra perspectiva. Yara es la crónica de un hecho más cercano en el tiempo, que toma como eje la investigación del asesinato de una adolescente de 13 años en la ciudad de Brembate di sopra, en la región de Bérgamo. Si bien el crimen es el disparador y sus detalles ofrecen a la película sus pasajes menos atractivos, cercanos incluso a la estética de la reconstrucción del true crime, lo interesante del abordaje de Giordana es el foco en la inusual investigación del caso llevada a cabo por la fiscal Letizia Ruggeri (Isabella Ragonese), que desafía las presiones políticas, mediáticas y su propia urgencia por llegar a la verdad.
La película comienza con el hallazgo de un cadáver en descomposición en una zona descampada, cercana a una discoteca. Tres meses antes la desaparición de la joven Yara Gambirasio (Chiara Bono) conmociona a todo Bérgamo y la fiscal Ruggeri comienza la investigación sin demasiadas pruebas. Yara salió de su casa para llevar un equipo de música al centro deportivo donde entrena gimnasia rítmica, saludó a algunos amigos, salió unos minutos después y nunca llegó a su casa. Nadie parece haberla visto en la calle, no hay testigos de gritos o peleas, su celular marca su última ubicación en ese entorno de siete cuadras que la separa de su hogar. La primera mitad del relato se afirma en las convenciones del policial: el inicio de los interrogatorios, la búsqueda en los alrededores, las primeras hipótesis. El problema mayor aquí son las escenas que reconstruyen la vida familiar de Yara, que transitan esa línea tan delgada que puede convertir el dolor en cierta competencia por la empatía del espectador. En tanto está inspirada en un caso real, la película está siempre condicionada por el interrogante: ¿es esto lo que realmente sucedió o lo que los investigadores creen que sucedió?
Yara crece cuando se adhiere a la figura de la fiscal, que esquiva los tópicos de las investigadoras contemporáneas: caóticas, excesivas, atormentadas. Ruggeri no puede evitar involucrarse personalmente en el caso: tiene una hija casi de la misma edad de Yara; lee el diario íntimo de la víctima para detectar posibles sospechosos pero al mismo tiempo para descubrir quién es esa adolescente; no cede a las presiones del juez o de algún funcionario que vocifera en los medios su ineptitud; y transita su compromiso con responsabilidad y sin fingido desapego. Es cierto que Giordana no asume demasiados riesgos en la puesta en escena y en la primera parte cae en situaciones efectistas como la última comida de Yara, el llanto de los padres, planos subjetivos que evocan la mirada del acosador, pero a medida que avanza el relato consigue un inquietante equilibrio a partir de aquello que le falta como anclaje: un sospechoso. Sin ese rostro claro, la narrativa se adhiere al proceso de investigación, que va a tener a la ciencia y el ADN como su principales aliados.
Sin aspirar más que a recuperar desde la ficción un femicidio que conmocionó a Italia desde el 2010 y que resultó un hito por su resolución judicial, Giordana hace crecer la potencia de su historia al depurar su tono cada vez más, evitar ceder a heroísmos y villanías, mantener en el fuera de campo los obstáculos que pesan sobre la justicia –por ejemplo las declaraciones de un senador que exige resultados- y exponer los mecanismos de la investigación, el trabajo profesional y la perseverancia en el esclarecimiento de lo ocurrido como único horizonte. Yara funciona como un embudo hacia lo esencial, que parte de un retrato algo disperso, ruidoso y previsible para asumir un progresivo camino de eficiente concentración del que sale airosa.
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